Al bajar en la estación de tren de Quilmes, las remeras de Boca Junior se entrecruzaban con las alusivas a Wos. Pero unas cuadras más adelante se disipaban los cánticos de aliento al club pese a la derrota y sólo marchaba la púber feligresía del rapero. En las inmediaciones del Estadio Centenario, sede del “Decano”, se percibía un sonido ambiental, al mejor estilo de las películas de suspenso, a medio camino entre lo macabro, lo misterioso y lo tenso. Antes que huirle, la gente se acercaba a cuentagotas a la boca del lobo. O más bien a la recreación de esos dientes (instalados en el ingreso al predio) que ilustran la tapa de Oscuro éxtasis, segundo álbum del álter ego de Valentín Oliva y cuya etapa estaba por cerrarse. Si el show del viernes, en el mismo lugar, había sido adjetivado como “explosivo”, todo podía suceder en el cierre de la gira en la noche del sábado. Y así sucedió.
Justo en el terreno baldío que estaba al lado del estadio, se agolpaba la muchedumbre que ya empezaba a sufrir la ansiedad. A medida que ese hálito que respiraba el sistema de sonido aumentaba su intensidad, también lo hacía la tela blanca que tapaba el escenario. Veinte minutos luego de las 21, un haz de luz se proyectó sobre el lienzo, y, al mejor estilo del teatro de sombras, Wos, encerrado en un círculo de luz, espetó: “Sumergiendo mi cabeza en una nube, sintiendo lo que baja y lo que sube. Se prepara el corazón pa’ cuando nada alumbre. Somos cuerpos en peligro de derrumbe”. Tras dejar fluir los primeros versos de “Introducción al éxtasis”, cayó la pantalla y apareció el artista junto a su banda. Luego de ese abreboca existencialista, el icono centennial se debatía entre lo dark y lo épico de la mano de “Buitres”, también incluido en el disco que despedía.
De pronto, Wos y su banda pegaron el volantazo y la rockearon con “Luz delito”, de Caravana, su álbum anterior, lo que le inyectó la locura a sus fans, que respondieron saltando como si se tratara de un mantra colectivo. En ese momento, la steadicam en escena, recurso apropiado por la música urbana para sus shows en vivo, tomó protagonismo. Y es que Wos comenzó a interactuar frente a ella, generando la sensación de que estaba improvisando un videoclip en vivo. Fue la primera advertencia de que el recurso audiovisual en este caso no era sólo funcional a la contemplación: también era partícipe activo. Apenas terminó el tema, la muchedumbre lo arengó con un “Wosito, Wosito”. A lo que el artista respondió con su primera alocución: “Gracias por este recibimiento, Quilmes”. Inmediatamente, se abrió el juego para ensanchar los matices sonoros.
Si a “Andrómeda”, uno de sus singles iniciales, la atavió en esta época con un R&B que dialoga con el synth pop, “Convoy jarana” tuvo aroma a funk, y sostuvo esa sutileza (esta vez en clave de pop) en “Okupa”. Si bien la intensidad no decayó, su flow bajó un cambio en el malambo noise “Alma dinamita”. Entonces aprovechó ese estado para darle rienda suelta a la brillantez de su métrica, lo que quedó en evidencia, por ejemplo, en “Lleno de zafiros”: punto de encuentro entre ese estilo de hacer freestyle que emociona hasta erizar la piel y su métrica cancionera. Eso alcanzó su clímax en el tramo del tema que dice”: “Yo no transo con mezquinos del corazón. Acá se deja todo en cada ocasión”. Más movilizador y espeso que un removedor de cemento. Luego, esa misma semántica se tornó elástica en el funk rueda libre y jubiloso “Puaj”.
“Fressco” (sí, con doble “s”) inauguró formalmente la instancia festiva de las casi dos horas de show. La bajista Natasha Iurcovich no sólo se ocupó con solvencia de la conducción del tema sino que también cargó consigo (y en especial en su instrumento) todo el peso del groove. No se sabe con exactitud cuánto debe medir la gravitacionalidad del ritmo, pero lo cierto es que ella parecía gozárselo allá arriba, en complicidad con el baterista Tomás Sainz y el tecladista Fran Azorai. A ellos que se sumaron un percusionista invitado y un trío de caños. A ese funk bien del palo del blaxploitation le secundó otra de esas sorprendentes imaginerías que Wos concibió para la pista de baile: “Cambiando la piel”. A continuación (sin bajar esa energía, pero cambiando el síncope), el artista explayó su magnitud artística con “Contando ovejas” y “Descartable”, pop con sabor a Babasónicos.
Antes de hacer un beatbox que devino en breakbeat, al forjar una dialéctica con batería y percusión, el público, cebado tras semejante trajín, exclamó: “Y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta es de Milei”. En sus recitales del fin de semana pasado, en el playón de Deportivo Morón, Wos había sentado postura frente al balotaje. De hecho, en uno de sus pasajes cantó: “No soy falso león, no rancheo con los gatos ni me abrazo a un pato”. Por si no había quedado claro el mensaje, en Quilmes tiró a la audiencia peluches de león, en plan de mofa. Mientras eso sucedía, buena parte de sus fans, empática con la propuesta del candidato opositor, no tuvo más remedio que observar hasta que brotara la siguiente canción.
La cosa no terminó ahí, ni tampoco las consignas antimileilistas. Previo a “Canguro”, se leyó en la pantalla suspendida sobre el escenario: “Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia”. Al igual que en el video de ese hit, el rapero personificó a un político. Lo hizo detrás de escena, y en tiempo real, volviéndole a dar relevancia al rol de la steadicam en el recital. Algunas canciones atrás, Wos se colgó la guitarra en el punk “40” (respaldado por su violera Ivanna Rudd), bajó tres cambios en la balada “Arrancármelo” (junto a su mano derecha Evlay, tocando la guitarra acústica), advirtió sobre su futuro musical con su novel single “Morfeo” (fabulosa síntesis de Blur y Frank Ocean), encarnó a Zack de la Rocha en “Que se mejoren”, y mostró su veta rioplatense en “Pared de cristal”. Ya en el cierre, invitó a Ca7tiel a cantar su éxito colectivo “Niño gordo”. Más tarde hizo “Gato negro”, “Culpa” y “Mugre”, al igual que los bises “No va a bajar” y “Púrpura”. Pese a haber sido una noche perfecta, lo más excitante del músico fue que demostró que lo mejor siempre está por venir.