Durante estas elecciones se puso en manifiesto, una vez más, el poder de las redes sociales. Para muchos, fue el argumento que explicó el auge del candidato libertario, mientras que, para otros, es un espacio en el que el peronismo todavía no hace pie. El sumun de cierto fundamentalismo digital durante la campaña lo hizo hace unos días el propio Javier Milei, cuando ponderó en televisión la cantidad de likes y de retweets que tuvo una publicación suya. También, lo destacó durante el abrazo con Patricia Bullrich en el canal TN, al señalarle la repercusión que tuvo el posteo que realizó del meme de un pato y un león, luego que la titular del PRO lo apoyara para el balotaje. Expresiones que parecieran darle una entidad exagerada al entorno virtual, que lo equiparan con la realidad y alimentan el narcisismo personal.
En dos entrevistas previas a las generales, Sergio Massa también hizo comentarios sobre las redes sociales. En una nota diferenció la existencia de dos espacios: el público y el digital, señalando, justamente, que el último había sido descuidado por el peronismo. En esa apreciación reconoce la necesidad de entender estos nuevos ámbitos para dar la batalla de sentido allí. Sin embargo, más significativa fue la caracterización que hizo, en otra entrevista, sobre lo que denominó como “consignas Tik Tok”, haciendo alusión a la singularidad efímera que establece el entorno digital. Que lo manifieste como algo superfluo, de moda, de una lógica cortoplacista, suena interesante, ya que expresa como contracara la necesidad de la construcción de un mensaje más robusto y duradero. Es decir, de una narrativa, de un mensaje que proponga un horizonte claro. En fin, de lo que se dice un relato. Un concepto bastante denigrado (hasta por el propio presidente Alberto Fernández) pero muy poco comprendido, con lo que respecta a su esencia en el accionar político.
En su reciente libro Byung-Chul Han habla de la necesidad de la narración y la define como “la única que puede congregarnos alrededor del fuego para darnos sentido”. “Son lo contrario de las narrativas aligeradas, intercambiables y devenidas contingentes, es decir, de las micronarrativas del presente, que carecen de toda gravitación y de toda pretensión de verdad”, agrega. El surcoreano manifiesta que redes como Tik Tok no son medios para narrar, sino para informar y que las informaciones concatenadas carecen de sentido. No enlazan ni hacen asociaciones conceptuales. Por último, expresa que “sin una narración comunitaria no se genera lo político en sentido enfático, que es lo que posibilita la acción común”.
La acción común es la que permite la materialización de las consignas políticas, que a su vez retroalimentan el mensaje, refuerzan las creencias y generan marcos de entendimiento. Es así, que aun cuando no se efectivice el mensaje, cuando la acción política no sea suficiente con lo proclamado, por historia y por construcción cultural, el espacio político puede salvaguardar su identidad y blindar las erradas decisiones que no condicen con el espíritu de su ser. Por algo Unión por la Patria logró sortear las elecciones generales, tras un gobierno que no respondió a la idiosincrasia del movimiento peronista. Hay una historia detrás y una potencia cultural que lo sustenta. Hay un relato.
Desde ya que para cualquier espacio político atender las redes sociales (en campañas electorales o no) se vuelve necesario como instrumento táctico en la cotidiana, pero sin relato, sin una estrategia comunicacional integral que lo conduzca, pierden fuerza en su razón de ser. Se vuelven un artefacto invertebrado. Se pierde la brújula ante el embelesamiento de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. La técnica se nos vuelve el fin y ya no el medio. Es cierto, estas herramientas nos limitan, nos moldean. Entender el lenguaje se vuelve necesario para actuar eficazmente, pero finalmente lo que ordena es el relato político, que fundamenta y da consistencia a las acciones políticas. La narración cohesiona, orienta y transmite valores.
El consultor Antoni Gutiérrez-Rubí advierte que la “economía de la atención” que genera este dinamismo digital está modificando la democracia a una “política de la atención”, “pero no la que pudiera atender los problemas, sino la que se acelera para precisamente abordarlos de manera táctica, superficial, rápida y epidérmica”. El catalán la caracteriza como “la tiranía de los cinco segundos” y señala que “es ya un serio peligro para una política profunda, responsable y sustentable". Lo que está en juego en estas elecciones también es esto, en cómo superar estos tiempos de inmediatez e impresionismos. Cómo hacer que el relato político prevalezca y no caiga a merced de las atractivas consignas Tik Tok.
* Licenciado en Comunicación UBA. Docente de la Diplomatura de Comunicación Política UBA