Hay una escena de la película argentina No sos vos, soy yo, donde el protagonista le habla a su ex, contandole como fue su proceso de duelo para aceptar la separación. Le dice que lo primero que tuvo fue rabia, luego dolor, un poco más tarde tristeza, hasta que un día se levantó sintiendo que estaba todo bien.

Nos pasamos casi medio año yendo a votar todos los meses. Aun cuando nos resta una ultima elección, muchos quedamos sorprendidos por la emergencia de un candidato con una pulsión destructiva a flor de piel.

Es dificil lograr un análisis medianamente acertado de las razones para que, un tercio de la ciudadanía, opte por alguien que propone el arrasamiento, a secas.

Sabiendo de ese imposible, no dejo de pensar que en el último tiempo, como sociedad,hemos rechazado y negado todas las formas de tramitación del enojo. Y sin esas formas lo que subsiste es el enojo en su estado puro, a secas. Emoción que no admite alternativas que no sean la violencia y el daño, propio como ajeno.

Los candidatos hacen poster de campaña con cara de enojo, Shakira compone canciones enojada, miles de varones se enojan con los feminismos, adolescentes que se enojan con los adultos, adultos que se enojan con la política, hinchas que se enojan con su club y los otros, etc.

Paralelamente creamos coaching, psicología positiva, neurociencias y trap para abolir la tristeza, para que nada ni nadie nos detenga para obtener lo que deseamos. La angustia y la tristeza paralizan, entonces hay que sacarla del medio. Ya no hay lentos ni en la radio (salvo excepciones) ni en los boliches, porque bajonean.

Lo que queda es una apología del enojo, el recrudecimiento de la violencia en todos los ámbitos, y total que reventemos todos.

El candidato libertario no obtuvo votos haciendo que la gente se identifique a ideas y propuestas. Ese tercio se identificó (o alieno) a su enojo. A ninguna otra cosa.

A esa apología podemos hacerle frente con un elogio a la pena y a la tristeza.

Permitir y promover esas emociones y alojarlas colectivamente. Restaurar los espacios para su emergencia, cantar canciones a las pérdidas, poner tango los días de lluvia, leer poesía, ver series dramáticas, escuchar lentos de los 90, en definitiva, hacer que la rabia se transforme en dolor, y que luego venga la tristeza para al fin levantarnos y construir un país más justo y solidario.