“Cuando a las mujeres se les oculta su pasado, se les roba su identidad”, es contundente la española Rocío de la Villa, investigadora y crítica de arte, pronta a recalcar el poder simbólico de la cultura. De allí que la también curadora invite a descubrir cómo grandes artistas femeninas “abordaron cuestiones candentes de su época, tomaron posición y aportaron nuevas iconografías y miradas alternativas” a través de una muestra colosal, actualmente en cartel en el Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid. Es allí donde hoy se exhiben más de cien piezas creadas entre los siglos XVI y comienzos del XX por unas 70 mujeres que -en sus días- dominaron la pintura, la escultura, el dibujo en papel, la litografía…
La ambiciosa exposición, advierte la mentada de la Villa, es el resultado “de un trabajo de síntesis brutal” que reúne trabajos “de calidad suprema”. “Hemos salido de los márgenes y de la precariedad”, se reconforta la curadora de Maestras: tal el nombre de esta exposición que inauguró muy recientemente y que continuará hasta febrero, con la intención de dar a conocer a autoras de indiscutido talento que, en muchos casos, todavía no figuran en los manuales, a pesar de haber tenido suceso en vida, logrado cierto reconocimiento.
“Dicho de una persona de mérito relevante entre las de su clase”, es la primera definición que arroja el diccionario de la Real Academia Española del vocablo “maestra”, y la explicación se ajusta muy bien a la propuesta del Thyssen, cuyo director, Guillermo Solana, admite haber aprendido -y mucho- de la iniciativa. “Hay tantas artistas fantásticas de las que no tenía idea, de los que nunca había oído hablar. Por supuesto, sabemos de Artemisia Gentileschi y Frida Kahlo, pero ¿cuántos otros nombres valiosos suelen escapársenos?, ¿cuántos nos han sido arrebatados?”, interroga el también filósofo.
Solana pone por ejemplo un óleo que durante mucho tiempo fue pasado por alto: Les blanchisseuses, lienzo de 1892 de la francesa Marie Louise Petiet (1854-1893), antaño apreciada por capturar escenas con realismo y frescura, por su gran habilidad para recrear atmósferas de provincia. La experta Rocío, por su parte, ilustra el punto con la obra Les odalisques (1904), de Jacqueline Marval, talentosa pintora, litógrafa y escultora, nacida en Francia en 1866, muerta en 1932. Sobra esta pieza, de la Villa recuerda que el escritor y crítico “Guillaume Apollinaire dijo que trascendería la historia porque es anterior a las Señoritas de Avignon, pero tiene toda la fuerza rupturista que le atribuimos a la de Picasso”. Y sin embargo…
Vale agregar que Solana considera a Maestras la culminación de un proceso de toma de consciencia que inició el museo hace ya más de una década. Aún más: confía que la exposición ayude “ya no a incluir a mujeres en el canon del arte sino a transformarlo para siempre”.
Un line-up sensacional
Además de las mencionadas Gentileschi y Kahlo, entre las firmas más famosas de Maestras figura la pintora flamenca Clara Peeters (1594-1657), conocida por sus naturalezas muertas, trazadas con tal precisión y habilidad que, a pesar de las trabas de la época, pudo dedicarse profesionalmente al arte gracias a sus requeridos bodegones. Otra artista que no le será indiferente al gran público -de las tantas que han sido recuperadas en las últimas décadas bajo las diferentes olas del feminismo- es Rosa Bonheur (1822-1899), reconocida francesa que pintó cuadros hiperrealistas de caballos, vacas, perros, gatos, conejos, aves, entre otros animales dotados de alma en sus lienzos, que hoy se leen como un alegato a favor de la biodiversidad. RB dedicó su vida a estudiar la fauna, y fue tan exitosa en esta empresa que, dada su notoriedad, no tuvo problemas en conseguir permiso de las autoridades para “travestirse”, o sea, para vestir pantalón en vez de pesadas, incómodas faldas que suponían un obstáculo durante sus paseos por la campiña o sus visitas a las ferias.
La estadounidense Mary Cassatt (1844-1926), otra descollante pintora y grabadora que dice presente en Maestras: en su afán por reflejar la vida cotidiana de mujeres corrientes a fines del siglo XIX, esta impresionista capturó como pocos el vínculo materno-filial, retratando a niñas y niños en toda su singularidad. Y la lista de damas célebres, notables continúa: la suiza Angelica Kauffmann (1741-1807), pintora neoclásica, prodigio del retrato; la ucraniana Sonia Delaunay (1885-1979), autora de cuadros, tejidos, prendas, escenografías teatrales, entre otras piezas que bebieron del expresionismo, el cubismo y el fauvismo, donde destaca su uso del color y la abstracción; la expresionista alemana Paula Modersohn-Becker (1876-1907); la surrealista española Maruja Mallo (1902-1995), etcétera.
Frente a semejantes figurones, hace sentido que haya llevado tres largos años conseguir montar lo que, a todas las luces, resulta una mega apuesta. Después de todo, solo un manojo de trabajos expuestos pertenece a las arcas del prestigioso Thyssen; el resto fueron préstamos de instituciones y coleccionistas de diferentes partes del globo. “Ha sido muy complicado porque los museos que tienen obras de autoras y que las han sacado hace poco de sus almacenes, ahora las consideran joyas: les cuesta prestarlas o no dan a basto con las peticiones”, comparte Rocío de la Villa, asimismo fundadora de la asociación Mujeres de las Artes Visuales (MAV).
Por lo demás, habemus muchos otros nombres de ilustres menos conocidas que Maestras pone en foco; entre ellas, la italiana Fede Galizia (1578-1630), la neerlandesa Judith Leyster (1609-1660), las hermanas Anna y Rachel Ruysch en el siglo XVII, la inglesa Mary Beale (1633-1699), la francesa Suzanne Valadon (1865-1938), la española Lluïsa Vidal (1876-1918), la expresionista alemana Helene Funke (1869-1957), la escultora germana Emy Roeder (1890-1971)…
Articuladas en grandes bloques
“La exposición desvela un perfil muy específico, desde el siglo XVI a las primeras décadas del XX: académicas, cultas y cosmopolitas que obtuvieron altos reconocimientos, pero a la vez autoconscientes en la tragedia de que ‘debían estar calladas’”, condensa Radiotelevisión Española sobre Maestras, y especifica que la muestra -que cuenta con el patrocinio de Carolina Herrera- está organizada en ocho ejes temáticos; a saber: Sororidad, Botánicas, Ilustradas, Orientalismo, Trabajos y cuidados, Nuevas maternidades, Complicidades y Emancipadas.
En la sección “Sororidad”, se aborda cómo las mujeres representaron desde una óptica propia, alternativa, figuras femeninas históricas, mitológicas y religiosas, degradadas por el discurso oficial masculino. “Las heroínas bíblicas como Judit aparecían fuertemente erotizadas y sus historias tergiversadas, pero las pintoras de la alta cultura posicionadas frente a la Contrarreforma quieren dignificarlas y presentarlas como grandes damas”, cuenta la curadora sobre este bloque que incluye, entre otros, Susana y los viejos (1623), de Gentileschi, y Judit con la cabeza de Holofernes (1600), de Lavinia Fontana.
“Botánicas”, por su parte, se detiene en cómo artistas reivindicaron -a su modo- el conocimiento ancestral de las mujeres sobre las plantas y sus beneficios, imprimiendo una nueva sensualidad en bodegones. “Para pintoras científicas e ilustradoras viajeras, la vida ejerce su poder de fascinación y se representa de manera holística, como un ecosistema donde habitan mariposas, moscas y otras pequeñas criaturas, refutando el simbolismo religioso de la naturaleza muerta como vanitas”, reza el folleto explicativo del Thyssen sobre este capítulo de Maestras, donde conviven piezas de Galizia, Giovanna Garzoni, las hermas Ruysch, entre otras.
En “Orientalismo”, mientras tanto, se muestra cómo, en pleno período colonial, las artistas emprenden sus propios viajes y observan con respeto y dignidad a las culturas no occidentales, “en oposición a la sexualización degradante de las modelos por parte de los colegas masculinos”. “Frente al desnudo y el voyeurismo de las exóticas ‘odaliscas’ que pintan los varones, las artistas dibujan la humanidad y la complicidad entre mujeres. Una arquitectura formal y emocional común en Maestras”, menciona RTVE, que ofrece la siguiente cita de Rocío de la Villa: “Algo que caracteriza a esta exposición es que las autoras suelen representar a las mujeres juntas, no aisladas, siempre que la temática se lo permitiera. Una de las estrategias del patriarcado es señalar que somos rivales entre nosotras, pero las pintoras del XIX continuamente apelan a esta sororidad”.
Apenas un pantallazo, en fin, de la amplitud de temas, estilos y miradas que desnuda Maestras con su variopinta selección, donde pueden verse obras que elevan y dignifican a otras mujeres, que las posicionan como damas cultas, académicas; obras que rechazan la mistificación y abnegación de la figura materna, que hacen patentes los cuidados tediosos, las pesadas cargas domésticas; obras que se hacen eco de la complicidad, la camaradería y la amistad entre mujeres, revelando un mundo privado al margen de la mirada masculina; obras que reflejan -vía escenas populares- la alegría de ciudadanas por ir conquistando el espacio público…