Silvana Rabinovich aprendió hebreo en su casa, como algo lúdico, con su abuelo. Estudió filosofía en la Universidad de Rosario y durante diez años fue maestra y educadora judía. En 1984 fue a estudiar a la Universidad Hebrea de Jerusalén. Quiso estudiar árabe, pero se dio cuenta de que el programa estaba estructurado para el estudio del enemigo y no del de una cultura, así que decidió estudiar Biblia hebrea. Se consideró sionista hasta 2006, cuando Israel decidió “desconectar” a Gaza y luego invadir con el ejército. Ese año tradujo el libro del pensador Martín Buber, crítico de los padres del sionismo que dio origen al actual Estado de Israel, el de Herzl y Ben Gurion. En México conoció al recientemente fallecido Enrique Dussel, a quien define como un “maestro de vida” y en quien se inspiró para su trabajo en defensa de una teología política contraria a la nacional colonial presente en países como Israel.
Hoy Silvana es investigadora en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Comparte con el director de la orquesta palestino-israelí Barenboim que la solución al conflicto no es militar pero tampoco diplomática. “La palabra diplomática es venenosa, en ella la guerra afila sus colmillos, sólo la palabra vulnerable hará asomar un cabo de esta maraña de miedo y odio” dice Silvana, y abre así un universo en donde la traducción, el diálogo y la empatía vuelven a tener lugar.
¿Qué pasó en tu vida a partir de que te alejaste del sionismo? ¿Cuánta valentía se necesita para tomar una voz pública desde el judaísmo crítica del Estado de Israel en un contexto de total hegemonía de esa posición dentro de la colectividad?
--En diciembre del 2008, el gobierno israelí lanzó la “operación plomo fundido”. Mi angustia fue tal al ver en enero de 2009 una plana del diario Haaretz con un enorme obituario de la asociación de derechos humanos ACRI que en medio decía “¡Basta!” (a las muertes infantiles) y alrededor, en pequeños recuadros, nombres y datos de niños palestinos asesinados en esos días. Yo no podía, como tantos intelectuales judíos, decir “no en mi nombre”. No, porque yo había sido educada en el sionismo y era en mi nombre que lo hacían, yo necesitaba decirles “¡No les permito que lo hagan!” Entonces, escribí un texto que mandé a un periodista de La Jornada. Él me propuso organizar juntos un grupo de judíos para lanzar la iniciativa “Adopta a un niño muerto”. Ese texto mío y esa iniciativa de un grupo entrañable (con todas las actividades que hicimos en ella) me costaron muchas amistades, incluso familia demasiado cercana que hasta el día de hoy sigue ofendida conmigo. Creo que esto fue así porque la gente en la colectividad no distingue fidelidad de complicidad: yo por fidelidad soy crítica y trato de impedir la injusticia, en cambio quienes obedecen los mandatos de la hasbará (la oficina de información de las embajadas de Israel) cierran filas por miedo y por complicidad.
¿Qué lugar ocupa el lenguaje en este conflicto? ¿Podrás contarnos cuál es la hipótesis de tu libro La biblia y el dron. Sobre usos y abusos de figuras bíblicas en el discurso político de Israel?
--En mi libro abordo los peligros que entraña la secularización del lenguaje. El hebreo había sido durante milenios lengua ritual. Los judíos hablaban las lenguas de sus países y frecuentemente las escribían con letras hebreas (el ídish en Europa central, el judeoespañol o el judeo-árabe). La secularización del hebreo (haberlo sacado a la calle) jugaba a reprimir aspectos sagrados que, como muestra René Girard, retornan de manera violenta. Una lengua que vivía en el mundo de la religión, siguiendo el ritmo del calendario festivo, e invocando la Redención, se volvió de uso cotidiano, profano: instrumental. Lamentablemente no se potenció la parte espiritual, sino que se redujo la lengua a instrumento, incluso a arma de guerra (las “operaciones” del ejército de Israel suelen tener nombres que aluden al poder de Dios en la Biblia hebrea, igualmente los nombres de armas y tanques). Esto no cancela la esperanza (Walter Benjamin propone “organizar el pesimismo” y en mi libro yo trato de hacerlo a partir de la traducción). Es el caso de la lengua judeo-árabe, hablada por los judíos que vivieron durante un milenio en tierras gobernadas por musulmanes, en las cuales desarrollaron relaciones interreligiosas de solidaridad de clase. Mi idea es refrescar esa memoria y de esta manera tratar de acabar con la idea errónea de “un odio milenario entre judíos y árabes”. Lo primero que hay que corregir es que hay árabes musulmanes, cristianos y judíos, y que estos últimos son los que conocían (en la lengua y en los modales) la llave para convivir en paz con los habitantes palestinos que recibieron hospitalariamente a los inmigrantes hasta que el expansionismo tomó el rostro de la colonización al estilo europeo.
Tu obra está atravesada por grandes debates y autores que escribieron sobre los horrores del Siglo XX ¿Qué implica para el pensamiento, para la filosofía, y para el judaísmo, que el Siglo XXI inicie con este genocidio?
--La nakba palestina, como muestra el historiador Ilán Pappe, es un proceso de limpieza étnica que inicia en el siglo pasado y que, unos años antes de la fundación del Estado de Israel, se vuelve una catástrofe mayor para los palestinos (expoliación, destierro, negación de su existencia, discriminación en los derechos de quienes quedaron dentro de los límites territoriales de Israel: apartheid). En los años posteriores, se va naturalizando y a los periodos sin guerra se los confunde con “paz”. Pero un régimen de ocupación militar, así como una sociedad militarizada no vive una paz ni una democracia genuinas. Ahora bien, en 2005 la “desconexión” de la Franja de Gaza (idea de Ariel Sharon) significó sitiar a esa población de refugiados para volverla escaparate de las “armas probadas” por la industria bélica cívico-militar israelí. En ese momento, empezó un proceso de tintes genocidas. Yo creo que para la filosofía implica la necesidad de un pensamiento crítico radical, como el que un autor como Benjamin exige. Considero que la ética heterónoma de Levinas, por ejemplo, debe proyectarse al nivel social y político como “justicia del otro”. Desde la perspectiva del otro, lo que una considera derechos ganados posiblemente sea visto por el otro como privilegios a costa de sus propios derechos… El ejercicio que plantea Levinas de leer los derechos humanos en segunda o tercera persona es revelador y puede cambiar las cosas.
Esta semana falleció Enrique Dussel, que prologó tu libro y a quien reconocés como un maestro ¿Cómo puede su legado ayudarnos a pensar no sólo el conflicto Israel-Palestina sino también una posible salida? ¿A qué llamás descolonización de la teología política?
--Dussel dio cauce a mis inquietudes relacionadas con las fuentes proféticas de la Biblia hebrea, con las leyes sociales de la Torá. Sus Metáforas teológicas de Marx fueron reveladoras para mí. Su forma paciente y generosa de enseñarme marcaron mi camino desde que empezó a dirigir mi tesis, y al pasar de los años fui entendiendo cada vez con más profundidad el alcance de su enseñanza. No fue sólo un maestro de clase o un autor más: fue un maestro de vida. Constato que hay teología política (no acuerdo con quienes piensan que hay una laicidad exenta de la misma) ¡al contrario! Yo considero que la política (no sólo la del Estado) tiene esa raíz religiosa. De otras espiritualidades se desprenden otras formas políticas.
En La Biblia y el dron, abordé la teología política nacional colonial de Israel pero en Trazos para una teología política descolonial ensayo maneras de descolonizar la teología política, entre otras formas, desde la traducción. Como los buenos maestros, Dussel es inspirador no sólo en su escritura, sino en su forma de hacer filosofía: ese viaje que hizo a Galilea entre 1959 y 1961 que, movido por una inquietud religiosa, emprendió a los 25 años, le hizo experimentar la filosofía desde el trabajo (en el sentido que él mismo recupera de la tradición semítica como oficio religioso y, a la vez, servicio al otro: carpintero que trabajó en la construcción de viviendas de palestinos). En esa experiencia yo veo una llave para descolonizar la teología política (y la llamo “llave”, no como simple metáfora, sino como metonimia del derecho al retorno de los palestinos, liberación de la nakba: he aquí la salida que me preguntaste).
Has traducido del hebreo al pensador Martín Buber. En Buenos Aires, un docente de la escuela que lleva su nombre fue agredido por xadres de la escuela luego de publicar una nota con posiciones críticas de la política del Estado de Israel y de los ataques en Gaza ¿Podés contarnos brevemente quién fue Martín Buber? ¿Por qué pensás que, incluso en Argentina, a tantos kilómetros de distancia, tampoco pudo sobrevivir su legado?
--Buber fue un filósofo libre, socialista utópico (amigo del entrañable anarquista Gustav Landauer) y traductor de los relatos jasídicos (una especie de pietismo judío). Su legado de una política de raíz ética es muy potente. Una ética dialógica que, en comunidad, se cultiva como política. En 1918, dentro del movimiento sionista, tenía posturas que buscaban honrar en Palestina las “semillas mesiánicas” de un pasado acorde a la moral de los profetas bíblicos, de los esenios… En 1925, durante el Mandato británico, dio cuerpo a la idea binacional con una organización llamada Brit Shalom (cuyos estatutos estaban redactados en hebreo, árabe e inglés). Desde 1918 hasta 1965 (año de su muerte) abogó por una forma de cooperación. En 1946, cuando la Comisión anglo-americana de investigación llegó a Palestina para conocer el sentir de la población respecto al plan de partición de la tierra, fue visitada por Buber, Magnes y Smilansky. Estos tres profesores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, contrariamente al posicionamiento de la conducción sionista -que pretendía representar a todos los judíos-, convencieron a esa Comisión de no partir la tierra. Les explicaron que el modelo de estado nacional no era idóneo para la región y que lo más adecuado era una confederación de comunidades autónomas en la cual ninguna mayoría determinara a ninguna minoría. Debía llamarse (como era conocido el lugar: en árabe Bilad Hasham) Confederación de la Gran Siria… Pero más allá del convencimiento de esa comisión, la ONU decidió dividir para gobernar (otorgándole a un número menor de habitantes una tierra más amplia que al número mayoritario). Allá por los años 50 Buber se atrevió a decir que el único socialismo factible era el utópico (porque el real había fracasado), cultivaba una utopía que Ernst Bloch llamará “utopía concreta”. Era un filósofo de acción, creativo y valiente. Tenía una autoridad moral bastante difícil de soportar por líderes pragmáticos (inmorales) como Herzl o Ben Gurión.