La llegada de Candida Hofër a Buenos Aires tiene que ver con una vieja ilusión del director de la feria porteña de fotografía BAPhoto, Diego Costa Peuser, y también de su tenacidad. Encontró aliados en el Malba y en el Instituto Goëthe para traer a la alemana, integrante de la Escuela de Düsseldorf, quien estará una semana en Buenos Aires, ciudad que ya conoce. En su obra acuña su mirada de la Casa Rosada y del Teatro Cervantes.
En sus fotografías puntillosamente luminosas e iluminadas ella parece conseguir lo imposible: fotografiar el silencio. Para lograrlo primero estudió con los mejores y se atrevió a los retratos de hombres y mujeres.
Hija del periodista Werner Höfer, comenzó a trabajar en periódicos como retratista. Comenzó sus estudios en la Werkkunstschule de Colonia antes de ingresar, en 1973, en la Kunstakademie de Düsseldorf, donde permaneció hasta 1982. Durante su estancia en esta institución, estudió primero la disciplina cinematográfica junto a Ole John. Sus maestros en fotografía fueron Hilla y Bernd Becher, considerados los padres de la fotografía contemporánea. Sus instantáneas se hicieron famosas por salvar de la destrucción edificios industriales que aún no habían sido descubiertos como testigos de la época.
Aunque su verdadero prestigio se debe a la docencia en la escuela de Düsseldorf, convertida en referente de varias generaciones de artistas fundamentales. Así es, su importancia no se debe exclusivamente a su propia obra sino también a su actividad docente en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf. En 1976 Bernd Becher se convirtió en el primer catedrático de fotografía artística que daba clases en una academia de Bellas Artes alemana.
Su mujer, Hilla, también desarrolló una labor muy importante en el campo de la enseñanza. Los primeros estudiantes de sus 30 años de actividad docente fueron Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Ströth a los que se sumaron Petra Wunderlich, Andreas Gursky –el fotógrafo contemporáneo más cotizado– y Jörg Sasse. Entre ese grupo se encontraba nuestra invitada, Candida, que recuerda de esos tiempos que “la docencia de Bernd y Hilla no se desarrollaba como una enseñanza al estilo tradicional. Ambos nos invitaban a estar abiertos a las experiencias y a valorar el arte en general. También nos enseñaban a no limitarnos solo a la fotografía y a mantener los ojos abiertos, así como a debatir y a tener conciencia política”.
LOS ESPACIOS Y LA GENTE
Los primeros ensayos de Hofër están dedicados a los ambientes cotidianos de las calles de Liverpool y a la comunidad turca en Alemania. En este último trabajo percibió la incomodidad de los retratados y principalmente la suya, probablemente un acto de pudor. Así lo narró en una entrevista reciente en el diario español ABC: “Durante mi proyecto sobre los turcos que viven en Alemania me di cuenta de que, por muy amablemente que me recibiesen, me resultaba incómodo importunarles. Al mismo tiempo, era impresionante ver cómo mis anfitriones habían recreado su propio entorno en sus restaurantes, tiendas y espacios cotidianos para sentirse más en casa. Aquello me mostró la importancia del entorno creado”. Esta serie llamada “Turcos en Alemania” junto con otras como “Liverpool” o “Pillbal”, están centradas en el retrato y constituyen los primeros trabajos de su carrera. Luego de estas incursiones en comunidades diversas abandonó para siempre la figura humana en sus obras.
Se concentró en registrar esos interiores a los que le gusta llamar “retratos de espacios”. Elige los espacios públicos, allí donde se urde la vida de las comunidades: desde teatros a iglesias, también bibliotecas, palacios y museos. Recientemente agregó un nuevo rubro, los casinos, un dato que marca la importancia de estos centros en la vida contemporánea de este capitalismo boqueante, interiores de paños verdes y brillos concentrados de las maquinitas devoradoras de fichas, interiores donde la diversión se disfraza de estafa.
Sus fotografías parecen querer investigar las formas y estructuras de los espacios, así como detalles que la integran, aunque ella rechaza ser considerada una fotógrafa de arquitectura.
Sus series de interiores incluyen el Louvre, la galería de los Uffizi o la Scala de Milán y representaron a Alemania en 2003 en la Bienal de Venecia. Desde entonces su trabajo se visibilizó internacionalmente e instituciones de países como Portugal o Rusia la convocaron para recorrer y fotografiar esos recintos públicos donde la quietud y la grandiosidad arquitectónica, con ayuda de la fotografía, se pueden transformar en una especie de experiencia ritual.
DETRÁS DE LAS PAREDES
La realización de estas obras monumentales implican un gran empeño y se percibe su mirada obsesiva. “Soy una perfeccionista impaciente” confiesa y agrega: “Los formatos grandes requieren mucha organización y preparación a causa del tamaño mayor de la cámara. Este es uno de los motivos por los que, aunque sigo haciendo proyectos de gran formato, ahora utilizo cada vez más una cámara de bolsillo para las obras más pequeñas y abstractas, y así disfruto de la libertad de no tener restricciones organizativas”.
Efectivamente, en sus trabajos recientes más abstractos, Candida Höfer se centra en la importancia de los detalles y su papel en la percepción estética del espacio. Para la presentación de su trabajo no sólo utiliza la fotografía tradicional en tamaños variables ajustados a las exigencias de la composición, sino que también muestra su trabajo en proyecciones recordando su participación temprana en el cine y su apreciación de secuencias de imágenes, un enfoque que también toma en sus publicaciones de libros que ve los espacios de exposición secuencial. “Me interesan, sobre todo –afirma– las relaciones visuales que hay dentro de cada espacio singular y las capas de uso visibles en dicho espacio. Si con el tiempo el conjunto de mi obra contribuye a ampliar las percepciones, eso sucedería a mis espaldas, por así decirlo, delante de las fotografías en su tamaño original, no las que se ven en un libro, lo que puede surgir, incluso en espacios con una carga histórica, es la sinceridad y la claridad. A veces también el humor del espacio, que no invita a la nostalgia sino que tan solo muestra la fuerza del presente en el espacio”. Todas estas tomas, conllevan una estricta disciplina, que se repite cada vez: tienen el mismo ángulo frontal, luz -natural o artificial, pero siempre real- llena el espacio por completo, no hay modificaciones de ningún tipo, ni siquiera focos añadidos, tan sólo el uso de equipos de alta calidad y tiempos de exposición larguísimos, que permiten fijar todos los pormenores de la escena y conseguir la sensación que todos los elementos están sumergidos en el mismo baño de luz cenital.
“Sus imágenes nos invitan a tomar tiempo para descubrir y reflexionar sobre qué hacen los espacios con nosotros y que hacemos nosotros con ellos”, informan desde el centro de prensa de BAPhoto. Sin embargo la empecinada simetría de sus tomas, la limpieza casi ficcional de cada interior, su prolijidad tan poco humana, su luz real pero muchas veces inverosímil, podrían hacer pensar que en el contra campo de esos espacios donde se reza, se lee, se gobierna, se celebra la música, el teatro y se resguardan las artes visuales, más que feligreses, lectores, gobernantes, artistas o ciudadanxs sin etiquetas que frecuentan los interiores de los edificios que elige preservar preciosamente con su trabajo, en ese contra campo o bien no hay nadie o bien existe un equipo de asistentes mudos muñidos de aspiradoras y plumeros. La vida parecería no vibrar. Ya pasó o pasará. Pero allí no parece percibirse. Hay quienes interpretan en estos lujosos vacíos huellas de desamparo. Más bien parecen espacios suspendidos, en tiempo el tiempo. Sin presente. Reconstrucciones de un pasado esplendoroso o tentaciones para un futuro prometedor. Considerada una de las representantes más influyentes de la llamada nueva objetividad, en estos movimientos rigurosos de su trabajo es como consigue quizá su mayor conquista: dar luz, color y forma al silencio. ~
Hofër se presentará mañana a las 12 del mediodía en el Auditorio del Malba en una conversación pública con Valeria González.