En la próxima elección se define el futuro del deporte amateur argentino. Hay un candidato que, con una motosierra en la mano, planea destruir todo acompañamiento del Estado a la comunidad deportiva. Esto llevará a que nuestros atletas tengan que buscar quién les pague las becas, compre sus equipamientos deportivos, pague sus viajes internacionales, que los clubes de barrio queden otra vez expuestos a la suba indiscriminada de las tarifas de luz y gas, que la infraestructura deportiva desaparezca de toda planificación nacional, que quede afuera el derecho a las políticas universales para todas las personas sin distinciones de etnias, sexogenéricas, discapacidades ni de ninguna otra índole y que el derecho a la práctica deportiva sea accesible sólo para ciertas elites privilegiadas.

El otro candidato tiene en su historial, cuando fue intendente, la creación de varios polideportivos, las mejoras en la pista nacional de remo y, en su plataforma presidencial, el deporte ocupa un lugar de importancia ya que le volvería a dar la autarquía financiera al Enard, ampliaría el programa Clubes en Obra; crearía el Plan 1.000 Polideportivos; entregaría un millón de becas deportivas para niños y jubilados; reglamentaría la Ley Nacional de Clubes; incorporaría a los atletas al régimen laboral y jubilatorio; impulsaría la tarifa social para todos los clubes del país; construiría centros regionales de alto rendimiento para federalizar el acceso a la práctica deportiva; desarrollaría un programa de detección de potencialidades y talentos; y jerarquizaría los Juegos Nacionales Evita.

Los dirigentes del Comité Olímpico Argentino y su comisión de atletas, los periodistas especializados en el deporte amateur y todo integrante de la comunidad deportiva tendrían que hacer escuchar su voz y tomar partido. Es un momento en el que no se puede ser neutral. El futuro del deporte amateur argentino está en peligro.

(*) Legislador de la Ciudad de Buenos Aires y ex secretario de Deportes de la Nación.