Pienso que el juego es un modo que el adolescente encuentra para evadir lo oculto que lo atormenta, descifrar eso oculto que lo empuja al acto desaforado de esa acción repetitiva es un trabajo que solo se desanuda con el encuentro con un analista.

El psicoanálisis responde a esta conducta desde el marco de la singularidad de cada caso, sabemos que el adolescente tiene una variedad de significaciones sociales, culturales, institucionales y familiares, se cree que el sujeto en esos momentos de su vida y frente a determinadas situaciones cotidiana responde disruptivamente, muchas veces generando un estrecho coqueteo con la muerte. Las pulsiones están al servicio de la rigurosidad super yoica generando un tormento en sí mismo. ¿Pero cómo pensar el origen o el núcleo sintomático que lleva al adolescente a tomar diferentes salidas subjetivas?

Para responder a dicha pregunta vamos hacer un poco de historia psicoanalítica. Freud en tres ensayos de una teoría sexual infantil menciona: “El niño exterioriza de diversas maneras la sexualidad infantil, el autoerotismo es una practica sexual en donde la pulsión no esta dirigida a otra persona, sino que se satisface en el propio cuerpo”. Aunque la pulsión sexual no posee un único objeto definido, posee componentes designados como pulsiones parciales que están dirigidas a otras personas como objetos sexuales unos de los ejemplos son: las pulsiones de ver y de exhibir, la pulsión de crueldad, estas las pulsiones parciales aspiran a conseguir placer cada una por su cuenta enteramente desconectada entre sí.

El sujeto pasa por distintas maneras de hacer validar el desarrollo psicosexual en las que se producen cambios en el mismo y con los demás, la libido es la energía que corresponde a la sexualidad, por tal motivo el individuo busca distinta forma de satisfacción ya sea por vía de la fantasía, o por vía del acto. ¿Ahora como pensamos el encuentro que tiene los jóvenes con el juego?

Si seguimos la línea de la sexualidad y las operaciones que el sujeto atraviesa, podemos pensar que el juego es el encuentro con lo más singular de cada uno con su propia sexualidad y su ambivalencia. Ganar/Perder tiene un marco fantasmático con un predominio pulsional para satisfacer el engaño del juego, engaño donde el sujeto con cada apuesta desaloja lo insoportable de la angustia que emerge bajo los vestigios históricos.

Ganar-Perder, pares opuestos que se deslizan a modo de una banda de moebius donde el recorrido dentro-fuera es un movimiento metonímico sin fin, la repetición de la jugada pone a prueba estas operaciones resultando una doble formación y reacción es una solución y un fracaso, tratamiento y veneno. El síntoma en relación al goce genera el encuentro repetitivo en cada jugada, donde la fantasía de ganar satisface el goce autoerótico dejando al joven por fuera de toda posibilidad de establecer lazos sociales y lazos de amor, ya que para acceder al campo del otro hay que renunciar al goce autoerótico, y esta renuncia no es sin ciertas costos subjetivos.

 

*Psicoanalista. Participante Eol Rosario. Integrante Grupo TyA Rosario.