“El sistema económico social funcionará si el 90% de los impuestos vigentes se eliminan junto con todos los subsidios”, dice alguien a un país con el 40% de pobreza. Algunos le creen: son los problemas del entusiasmo ante la novedad, que ya existía antiguamente. Una inscripción oficial de la ciudad de Aso (hoy Turquía) afirmaba: “Desde la coronación de (Calígula, 37 d.C.), (...) la era más feliz de la humanidad ha llegado”.
Había asumido el trono un hombre en estado de alerta por años de miedo (su familia había sido aniquilada por conveniencias sucesorias), emocionalmente inmaduro, y ansioso de disfrutar de la vida. Aunque fuera su obligación, no podía interpretar el papel de emperador. Sufría (y hacía sufrir) trastornos de ansiedad, paranoia, depresión, bipolaridad, y comportamientos violentos. Una exuberante caja de herramientas para el exceso.
Los comportamientos locales y actuales en el escenario público tienen el rasgo extravagante de la patología. Lanza-perfumes de ira, lluvias tropicales de violencia verbal, postales prostibularias color sepia, previsiones para años que se hacen añicos en minutos por la codicia y la incontinencia. El domingo 29 de octubre, dos mil ciudadanos disfrazados de Spiderman, tratando de merecer un récordde Guinness, colisionaron en el Obelisco con manifestantes que denunciaban fraude electoral: el Jardín de las Delicias en versión austral.
Según Alejandro López Mieres, cerca de 238 mil millones de pesos les costó a los tahúres haber apostado en la primera vuelta electoral a un salto del dólar oficial. O sea, al triunfo de La Libertad Avanza (LLA). Al mismo tiempo, desde la Asociación Empresaria Argentina, hacían docencia selectiva, tope de gama: “El sector privado es clave para el desarrollo”. Nadie lo puso en duda, pero no es la única clave, como está a la vista.
Banalización, frivolización, negación. A nuestro país no le sobran los consensos básicos, la fortaleza de las instituciones. Malvinas, la salud y la educación públicas son eso. Los que se construyeron se deben fortalecer; es excesivamente riesgoso dinamitarlos, y suplantarlos por un ancestral desvarío para pescar pasmados.
Y es precisamente de esa crisis de la que se nutre la rabia, que dragó un canal electoral en el anarcocapitalista y miniarquista Javier Milei, quien se proclama como “lo nuevo”, aunque en sus ideas “lo viejo” campee a sus anchas: el dogma neoliberal en pelotas; el negacionismo de la dictadura genocida; el desprecio misógino hacia las mujeres.
Es cierto que, tras una campaña contra Britania mal dirigida, Calígula mandó azotar el mar y volver a Roma con una colección de caparazones selectos (con algo tenía que volver). También es cierto que no tardó en enfrentarse con la élite. No menos cierta es la idea de privatizar las calles (con algo hay que llegar) y las ballenas, y la proclama de acabar con la casta.
Calígula llamaba “bestias” a los senadores. Solía decir: “Ojalá el pueblo romano tuviera una sola cabeza para cortársela de un solo golpe”. Aquí y ahora, hay un modesto progreso semántico: “casta” en lugar de ”bestias”, pero en cuanto a la eliminación prima la convergencia: “estoy dispuesto a terminar con el kirchnerismo”.
A Calígula se lo ha retratado a los 13 años como traicionero, cobarde, lujurioso, vanidoso y posesivo. Lo más probable es que no fuera un monstruo, que no padeciera epilepsia del lóbulo temporal, hipertiroidismo, enfermedad de Wilson, o esquizofrenia. Pero --lo aprendimos hace tiempo-- el mal a primera vista parece anodino.
Sufría acaso de un trastorno bipolar (depresión maniática), porque la historia registra episodios en los que le costaba concentrarse, encierros en los jardines de su madre, retiros prolongados a sus villas (al decir de la generación Z, un NPC, Non Playable Character, alguien neutral). Como esos personajes a los que Moria Casán llama “decorado”.
Pero las fuentes también nos recuerdan lapsos en los que apenas dormía, agresividad y euforia, disposición a correr riesgos y adicción al sexo, desasosiego y paranoia. Un no-NPC (personaje jugable, no neutral), alguien que causa impacto sobre la realidad. Entre las especies aborígenes tenemos a los que producen una corrida de 248 mil millones de pesos, o a los que tratan de crear un panic-show en la vida cotidianaimplorando que estalle de una vez por todas la economía.
La sociedad argentina tiene demasiado “lunes” encima y necesita imperiosamente algo de “viernes”. Esta cazuela blasfema de spaghettis “pelo de guitarra” que es LLA, no se lo va a dar, porque consiste precisamente en el enloquecido y enloquecedor barullo delos miércoles por la mañana. “Me votan por alborotador, ¿cómo no seguir alborotando?”, es el razonamiento.
Para colmo, añadió a la olla una pizca de perversión y otra de resentimiento. Lo que no se entiende tiene, para el desconocedor, una tendencia iniciala ser consideradouna bocanada de esperanza.