El pensamiento anticipatorio, muy en boga, propone que las narrativas son un escenario privilegiado para comprender los imaginarios que los grupos sociales tienen sobre sus futuros. Nuestro lema "El patriarcado se va a caer" puede ser entendido bajo este prisma. Ahora bien, si el score de la marea verde connota optimismo -los logros de los últimos años en materia de derechos lo abonan- también es cierto que escribimos en la inminencia de un escenario electoral con propuestas que amenazan con plebiscitar derechos, retirar políticas afirmativas de paridades y cupos, y desfinanciar la salud sexual y reproductiva, que pueden resultar victoriosas. Entonces, ¿y el futuro?
La idea de que el patriarcado se va a caer no sentencia la necesidad de ese evento. La frase constituye una expresión de deseo; de un deseo colocado –como nunca antes– en el centro de la esfera pública. Apunta a reabrir las posibilidades del futuro y expresa de algún modo lo que el antropólogo Arjun Appadurai (2015) llama la "política de la posibilidad": la anticipación no es describir un destino ni reflejar una causalidad, sino manifestar la posibilidad de hacer algo para transformar el futuro que parece evidente. Esto implica terciar en el devenir temporal a partir de cierta hipérbole ficcional que, precisamente por su pertenencia al género literario, se aleja de lo que mediáticamente se llama “campaña del terror”. Las utopías, las ucronías y las distopías nos acercan conceptos clave para el ejercicio anticipatorio. Veamos qué conceptos nos ofrece una de nuestras distopías favoritas, El Cuento de la Criada, la novela de Margaret Atwood transpuesta a serie de televisión por Bruce Miller.
El término distopía remite a las ficciones que esbozan una sociedad totalitaria, mediante una inversión perniciosa de la utopía, donde aquello que mentamos como ideal se distorsiona y vuelve una pesadilla. La narrativa distópica contiene una mirada crítica y contrahegemónica de la sociedad del presente, por lo que encierra, implícita, una advertencia. La novela de Margaret Atwood describe la sociedad de Gilead, conmovida por una masiva infertilidad que ocasiona una vuelta de la religiosidad conservadora. Una casta de militares y políticos teócratas destituye el gobierno democrático e impone una dictadura que esclaviza a las mujeres fértiles; prohíbe la participación pública de las mujeres y criminaliza la diversidad sexogenérica. Para nosotras, Gilead constituye una advertencia: el fenómeno de la esterilidad generalizada es una metáfora del control de la propia reproducción que hemos ganado las personas gestantes desde la lucha feminista (punto de partida de la llamada “segunda ola”). En efecto, las teorías radicales sobre el origen del patriarcado giran en torno a esta hipótesis: la voluntad de los varones de controlar el poder reproductivo de las mujeres. Y si la utopía de Shulamith Firestone consistía en una dictadura de la clase reproductiva (las personas con capacidad gestante) y la retención de los medios de reproducción, El cuento de la criada se presenta como su reverso especular. Juega con la idea de una reapropiación reaccionaria de ese poder por parte del patriarcado. La lectura y la circulación de este texto en un escenario como el actual nos permite dar con un diagnóstico crítico del presente y se vuelve un elemento racional de anticipación: sí, en efecto, estamos amenazadas.
¿Cuáles son las amenazas? En el presente, La Libertad Avanza y sus candidatos, Javier Milei y Victoria Villarruel. Al interior de una agenda ultraliberal, libremercadista, antiestatalista, negacionista y reaccionaria, pero también, en sus intervenciones públicas, la plataforma encarna un discurso antifeminista belicoso, con condimentos del oscurantismo típico de las derechas radicales. La posibilidad de un triunfo electoral y un gobierno de esta fuerza política amenaza sin tapujos la vida de las mujeres y personas LGBTIQ+. Nos remite a la distopía de Atwood como un horizonte latente y nos devela las relaciones necesarias entre utopías fallidas, distopías y catástrofe. Las ficciones distópicas, en un contexto de amenaza, sirven para hacernos comprender los peligros del futuro. El canto-deseo "El patriarcado se va a caer" no debe perder su sentido, pero ahora debe ser evocado con su reflejo perturbador. Sabíamos que el patriarcado no iba a caer mansamente, sin antes dar coletazos furibundos de reacción. En el contexto de nuestro país, esa reacción se encarna en las propuestas antifeministas de la nueva ultraderecha “libertaria”.
Pero ¿y el futuro? El pensador senegalés Fellwine Sarr (2019) viene refiriéndose a cómo la hipertrofia del presente se liga con dos intenciones del neoliberalismo: instalar la idea de no alternativa (un futuro sin promesas) y la omnipresencia de las narrativas donde el único horizonte pensable es un futuro posthumano. A contrapelo de esa hipertrofia, propone la idea de "re-abrir el futuro". La consigna feminista que augura un futuro donde "el patriarcado se va a caer" implica nombrar el deseo, salir de un tiempo sin promesas, investir el presente y el futuro de sentido. ¿Cómo lograrlo? Sarr afirma que la clave es la construcción de colectividades que emergen con la intención de controlar su destino; el camino es la acción colectiva: en las grupalidades, en las calles, en el estar juntas-juntes-juntos. Porque si bien las amenazas están a la vuelta de la esquina, entendemos junto a muchas otras que el "Futuro es feminista".
(Este texto forma parte de una investigación conjunta, que será publicada próximamente en un volumen colectivo coordinado por Salomón González Arellano, que se ocupa de distintas problemáticas sociales y urbanas desde los estudios sobre anticipación.)
*Docentes de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), investigadoras del Conicet.