El atraco de una sucursal de banco se realiza por la puerta de entrada, con un atracador encapuchado y con un arma auténtica o simulada en la mano; pero si se trata de apoderarse del banco entero, con todo su dinero, hay que atracarlo a cara descubierta, bien trajeado, a través del consejo de administración situado en un despacho de la última planta. Es el modelo. Lo dicen los libros. Esto le sucedió a una entidad financiera de Newcastle por operar junto al Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita en la compra del club de fútbol de la ciudad. El Fondo se quedó con el equipo, con la entidad, y con el espíritu de miles de aficionados del club centenario. Son los llamados fondos soberanos, o fondos “buitres”, o fondos “golondrinas”. Da igual, al final, todos se te cagan encima. El fútbol cotiza, seduce, y se ha convertido en la representación exacerbada del modelo “ultraliberal”.
¿Cuántas veces Mauricio Macri soltó los tanques en la calle en busca de la privatización del fútbol argentino? Uno se pierde ante tanta espesura. Ahora Milei, esa abstracción desmesurada, lo vuelve a proponer. Hace algunos meses lo negó, luego lo confirmó, lo volvió a desmentir y lo volvió a confirmar, y vuelta a empezar. En ese ir y venir, en ese donde dije, digo, digo, anida la recomposición de sus más viscerales manifestaciones. Algo que con ironía se lo recuerdan las redes sociales, ahora que necesita, desesperadamente, de una cascada de votos: “¿Pato? Cariño. Habla Javier. Te quería decir que lo de montonera tirabombas lo dije con admiración. ¿Sabés?”.
El duo Macri-Milei acaban de ganar la Copa Libertadores de América. La derrota de Boca ante el Fluminense abre en carne viva la lucha fraticida por el control de la entidad “xeneize”. Una victoria del líder libertario en la segunda vuelta reabriría el proyecto de ley que hiciera posible la llegada de las Sociedades Anónimas Deportivas (S.A.D.). En todo proceso de privatización de un club es necesario deshumanizar al hincha de su componente emocional, dejarlo sin conciencia crítica, sin memoria, sin recuerdos, y envasarlo al vacío como fenómeno social y de consumo detrás de un proyecto de éxito futuro. Un sistema de dominación sostenido en el ensimismamiento centrado en lo superfluo, en la autosatisfacción de deseos, y en la mercadotecnia de un yo exacerbado.
El fútbol se ha convertido en un imán para el dinero. La tipología de los nuevos actores se ha sofisticado. Han entrando fondos especulativos, gigantes del capital riesgo, bancos de inversión, conquistando nuevos caladeros de rentabilidad en la explotación de los estadios, los derechos de televisión, la financiación de competiciones o el lucrativo nicho de las apuestas.
De la mano de Milei se nos viene encima un nuevo personaje fútbolístico de la modernidad: el “fachabrava”. Barras caucásicos, de odio pardo, salvaje, negacionistas del genocidio, misóginos, con ese odio de clase y de género que los “ultraliberales” de raza llevan inoculado en el hígado. Esa violencia congénita en la deshumanización del otro que el mundo del fútbol sabe sublimar muy bien detrás de sus más oscuras pasiones.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979