Desde que Emiliano Durand, con la venia del gobernador Gustavo Sáenz, decidió candidatearse para la intendencia de la ciudad más poblada de la provincia de Salta, el ex diputado nacional Javier David se mostró a su lado como uno de sus asesores. Más adelante, una vez consumada la victoria del abogado mediático sobre la actual jefa comunal, Bettina Romero, David fue el primero en denunciar falta de voluntad de diálogo para avanzar en una “transición ordenada”.

El también ex representante salteño ante el directorio de YPF habló con Salta/12 sobre lo que esperan encontrar el 10 de diciembre. Aseguró que hay un pasivo que supera los $3.000 millones, obras “que se decidieron caprichosamente” y que aún están inconclusas, y habló también de un derroche del erario público que se volcó en la campaña.

Si bien no se animó a dictaminar el final de la alianza entre la familia Romero y la coalición que gobierna la provincia, David aclaró que “hoy (los Romero) están en la vereda de enfrente” a la de Gustavo Sáenz. Y de cara al balotaje saludó la decisión de Juan Manuel Urtubey de acompañar a Sergio Massa, “son los momentos en los que un dirigente político no puede mirar para otro lado ni especular”, aseguró, a la vez que trató de personaje mesiánico al líder de La Libertad Avanza.

-¿Qué esta pasando con la transición municipal? ¿por qué tanta convulsión?

-Desde el mes de mayo, cuando se conoció el resultado electoral y donde la gran mayoría de los salteños eligió a Emiliano Durand, veníamos planteando la necesidad de trabajar una transición ordenada y responsable. Sobre todo teniendo en cuenta el estado en el que está la ciudad y la gran cantidad de problemas que tiene, y que tienen que ver con la propia ciudad y su infraestructura como con cosas vinculadas a la administración que se va. Hemos visto casos emblemáticos como es la plaza 9 de Julio, o la de algunas obras paralizadas como la del acceso al puente Ayacucho que nos preocupan bastante, y lamentablemente durante casi cuatro meses no hubo voluntad política de la intendenta de trabajar en conjunto la transición. Recién ahora, con el nuevo secretario de Gobierno (Federico Casas) logramos una primera reunión, sobre todo para buscar un método de trabajo que pueda ser beneficioso en esa transición, quedan estos días para avanzar con la información que se comprometieron a aportar. Pero donde vemos que no hay mucha voluntad es en entregar más datos de obra pública, justamente donde hay mayores complicaciones.

-Según Juan Manuel Chalabe (futuro jefe de Gabinete de Durand) el rojo con el que se encontrarán sería de unos $3.000 millones

-Probablemente un poco más, la verdad que el municipio a partir de la campaña electoral de abril gastó de más, y pasó de ser una administración que pagaba al día, con un fondo anticíclico depositado en el Banco Hipotecario de más de $1.000 millones, a pagar con retraso los sueldos. Lo tiraron en un ratito, y desde ahí comenzaron a tener muchísimos inconvenientes. Pero no solo nos preocupa la deuda financiera, sino también la deuda física, esto de obras anunciadas, iniciadas y que nunca se terminaron.

-¿Por qué se suscitaron tantos roces cuando ambos sectores, el de Durand y el de Romero venían de la misma coalición que lidera Gustavo Sáenz?

-Mirá, el gobernador allá por junio convocó a una reunión entre la intendenta saliente y el intendente electo para tratar de buscar un esquema de trabajo, pero finalmente no hubo voluntad de la actual administración. La intendenta siempre pensó que tenía que hacer como que la elección era en octubre, por lo tanto, empezar en noviembre con las mesas de diálogo y hacer valer la gobernabilidad hasta diciembre, cosa que nosotros tampoco discutimos, solo queríamos acordar un método de trabajo ordenado para que no sufra el salteño. Me parece que hubo un poco de egoísmo y celos; obviamente, el golpe de perder la elección debe haber sido fuertísimo, más con el apoyo popular tan bajo que cosechó. Pero me parece que eso no implica castigar a los salteños con una transición que no está a la altura de lo que se merece la ciudadanía.

-¿Y cómo van a encarar lo que viene? ¿Cuál será la impronta de la nueva gestión?

-Primero habrá que ver cómo se pagan aguinaldos, pero Emiliano quiere concentrarse en lo que él tiene que hacer a futuro y por lo tanto algunos funcionarios trabajarán en tratar de ordenar la pesada herencia, mientras que él sabe que fue elegido para resolver problemas y se va a abocar 100% a eso. Hay muchas cosas que hacer y enfrentar, se viene la temporada de dengue y hay que avanzar con el descacharrado, que si no se hace en la previa tendremos un problema que no se resuelve de la noche a la mañana. Igual que la habilitación de los balnearios, que si no se habilitan antes, no vamos a poder tenerlos para el 11 de diciembre tampoco.

Todas esas cosas parecen dañinas a esta altura, en términos de lo que la ciudadanía espera, y que nosotros esperamos que en esta instancia de negociación que se abrió ahora se pueda acomodar un poco. Pero creo que la impronta de Emiliano viene de conocer los barrios y la realidad, lo vemos todas las semanas en distintos lugares, vive lo que le pasa a cada salteño y no a distancia, esa es una diferencia muy grande con la actual gestión en donde las obras se definen tozuda y caprichosamente, como lo hizo la intendenta gastando más de $300 millones en la plaza 9 de julio, que no era prioridad para los salteños, o en ciclovías en calles donde ya casi no entran autos y sin embargo no pasan bicicletas. Esta va a ser una gestión más cercana y que va a buscar atacar los grandes problemas que tiene esta ciudad.

-¿Se rompió la alianza que tenía Gustavo Sáenz con los Romero?

-Mirá, no conozco muy en profundidad, pero sí está claro por lo que se ve que son alianzas con vaivenes, en donde se acercaron al gobernador para conseguir algunas cosas, pero han planteado diferencias cuando no era de su conveniencia. Y lo vemos hoy por hoy con la elección nacional y dónde están parados.

-¿Cuál será su rol a partir del 10 de diciembre? ¿ocupará algún lugar en el gabinete?

-No tenemos previsto nada en ese sentido, con Emiliano nos conocemos desde hace muchísimo tiempo y solo estoy ayudando, pero no voy a ocupar ningún cargo, sino a ayudar desde mi experiencia.

-¿Cuál es el análisis que hace a nivel nacional de cara al balotaje y sobre todo después de la aparición de Juan Manuel Urtubey acompañando a Sergio Massa?

-Lo de Urtubey es coherente y razonable. Massa convocó a un gran acuerdo nacional, incorporando a figuras de distintos sectores, entendiendo que tiene que abrir una nueva etapa, que no es expulsando a nadie, sino incorporando a muchos, y me parece que son esos los momentos en los que un dirigente político no puede mirar para otro lado, porque entonces lo único que buscan es especular con su realidad personal, que muchas veces ya la tienen resuelta y no con la de un país que necesita que el próximo gobierno sea exitoso. Creo que nuestro país tiene que ir por un esquema razonable, donde no se gobierne para unos pocos que nos manden cuatro capataces desde Buenos Aires creyendo que el país se resuelve en una oficina de Puerto Madero. Por eso voy a votar a Sergio Massa, creo que ese es el camino y creo en su visión de futuro de país.

No se puede naturalizar que un personaje como Milei llegue a ser presidente. Hay que entender que los planteos que están detrás de sus ideas representan una Salta con problemas, sin fondo para el tabaco, sin conectividad aérea porque si no es rentable no sirve, sin coparticipación. Es decir, naturalizar que el que nace en un contexto adverso no puede progresar y el Estado no tiene que meterse. Los que tenemos otra filosofía creemos todo lo contrario, y ese es el camino de Sergio Massa. 

Hay que entender que hay mucha desazón, porque los argentinos la venimos pasando mal desde hace mucho tiempo, y si a eso le agregás que los sectores de la oposición y algunos medios fomentan el enojo y la división, eso hace un combo completo para que un personaje mesiánico como este, sin mucha profundidad de análisis, pueda empatizar con ese enojo. Pero Argentina merece una reflexión más profunda y no entregarle el poder a alguien que no está en condiciones de ejercerlo.