De la confluencia entre las compañías Teatro del Bardo (Paraná) y Estudio Barnó (Santa Fe) surge Hamlet, bueno para nada; versión de la obra de Shakespeare, con dirección de Walter Arosteguy y actuación de Pablo Tibalt. Hoy a las 20.30 en Teatro de la Manzana (San Luis 1950) se podrá disfrutar de una última función, dentro de la gira que -gracias al Instituto Nacional del Teatro- llevará a la obra a las localidades de Santa Fe  y Entre Ríos.

“Estuvimos a principios de año, en mayo, en el Teatro del Rayo, durante la Semana del Teatro Independiente de Rosario. Ahora volvimos con estas dos funciones (la primera, el domingo pasado) en Teatro de la Manzana, cuyo espacio le da al espectáculo un plus, por su escenario, que tiene en altura, y por las características mismas de la obra. Pudimos jugar y divertirnos”, comenta Pablo Tibalt a Rosario/12.

-¿Cómo surge este encuentro, Hamlet mediante, con Walter Arosteguy?

-Fue un proceso, en el cual, durante el comienzo, me acompañó Valeria Folini, además compañera del Negro Arosteguy. Yo tenía la idea de trabajar un unipersonal sobre Hamlet, con ciertas ideas iniciales, y le consulté a ella sobre quién podría dirigirlo. Yo estaba decidido a que fuera un director varón, porque el espectáculo hace pie en el vínculo entre padre e hijo y de alguna forma me parecía que eso se potenciaba entre un director y un actor. También tenía la intención de trabajar con el grupo de Teatro del Bardo, con quienes hemos trabajado mucho en Estudio Barnó, y ella me propuso entonces al Negro. El Negro también tenía muchas ganas de hacer Hamlet, y así empezamos este proceso, de poner en juego nuestras miradas sobre el teatro. Y me parece que el resultado tiene esa dualidad, porque el recorrido de Teatro del Bardo sobre el hecho teatral incluye la participación del público, a partir de una mirada teatral más antropológica; y nuestra mirada, tal vez, lo sitúa al público de manera un poquito más distante. Nosotros trabajamos mucho lo emocional, el análisis del texto y del personaje. En el caso de ellos, hay una mirada más amplia de lo que pueda ser el personaje, y el texto siempre está supeditado a las acciones. Creo que el espectáculo quedó con la huella de estos dos recorridos. A partir de mi idea inicial, planteamos a un actor que tiene problemas con su director, a punto tal de tener que hacer la función y no saber si la hace o no. Con el Negro fuimos trabajando el resto del espectáculo y de la dramaturgia, lo que nos ha permitido reflejar la tragedia original, cruzándola con situaciones que tienen que ver tanto con él como conmigo, con nuestras propias historias de vida, para generar algo que es de absoluta ficción.

-El atractivo que implica Hamlet es inevitable, pero también está el desafío de abordar una obra siempre revisitada.

-Hacer Hamlet siempre es un desafío, es un texto muy visitado, representado y estudiado, y es difícil encontrar algo nuevo que pueda decirse a partir de ese material. Nosotros creemos, con absoluta humildad, o al menos es esto lo que nos moviliza a trabajar con Hamlet, que podemos hablar de nuestros padres a partir de esta propuesta. Hay como una interpretación que nosotros hacemos sobre la tragedia, y es la de que el padre de Hamlet ha sido un padre ausente. El desarrollo del espectáculo tiene que ver con esta idea: el rey Hamlet no intervino mucho en la vida del muchachito, después de muerto vuelve para pedirle algo y espera de él determinadas cosas. Ahí hay como una especie de extrañamiento en el personaje. Alrededor de eso fuimos trabajando. Es un poco esto lo que ha sucedido en nuestras propias historias, por eso el espectáculo camina por esa línea siempre finita de realidad y ficción. Además, la obra pone en discusión al teatro dentro del teatro, ¿dónde termina la realidad?, ¿dónde empieza la ficción? Es interesante poder desdibujar esa línea, para potenciar lo que queremos contar.

-La metateatralidad de Hamlet ustedes la asumen desde el mismo personaje, ya actor.

-Ahí el Negro encontró también algo maravilloso. Justo en ese momento en el que aparece en la tragedia el teatro dentro del teatro, él decidió que nuestros actores dentro del unipersonal sean el público. Abrimos una diferencia nueva en el trabajo. Está ese momento de metateatralidad, pero potenciado, porque los cómicos son los mismos espectadores. Ese juego solo podría haberlo resuelto el Negro, por la mirada de teatro que tiene, en donde el público está formando parte del hecho teatral. A la vez, para mí como actor, hay un gran desafío; primero de hacer actuar al público, y después que ese momento funcione. Cuando resulta, está buenísimo y es un juego para el espectador.

-¿Cómo es trabajar entre dos compañías, Teatro del Bardo y Estudio Barnó?

-Es un vínculo de mucho crecimiento. Con Barnó formamos parte de un espacio teatral que tiene poquitos años, si bien yo hago teatro desde hace más de 10 años. A Teatro del Bardo los tuve siempre como referentes, sus espectáculos me encantan. Poder involucrarnos con un grupo de teatro con 20 años de trayectoria, con quienes nos entendemos y a quienes admiramos, es muy provechoso. A la vez, nos queremos y respetamos, podemos conversarlo todo; y eso es algo que sostiene el trabajo, sea en este caso puntual como también en otros proyectos. Sabemos que no es muy común que esto pase, y que la mayoría de los grupos trabajamos solitos, haciendo un recorrido individual y cuidando lo que hacemos; pero desde nuestra mirada, siento que podemos generar vínculos con otras disciplinas artísticas y con otros grupos, y el resultado es enriquecedor, de crecimiento y aprendizaje.

Hamlet, bueno para nada cuenta con dirección Walter Arosteguy, actuación de Pablo Tibalt, diseño de iluminación de Gabriela Trevisani, vestuario de Ignacio Estigarribia, y entrenamiento corporal de Paula Copello.