“Disco es cultura”. La frase, que el tiempo y las circunstancias pusieron más allá del empático eslogan y hoy distingue una manera de pensar y hacer la música, es de las que moviliza a Marco Sanguinetti, un artista que no deja de pensar en el disco como una confluencia de distintas fuerzas creativas. Por estos días el pianista, compositor y productor, publica y presenta Diez, un álbum de música propia, un desprendimiento de una idea personal de jazz que con gesto clásico va en busca del diálogo con otros sonidos y otras maneras. Editado por Club del Disco, desde el viernes Diez surca el nubloso cielo de las plataformas digitales y este sábado tendrá la primera presentación. Será a las 21 y a las 23, en Prez, el club de jazz de Anchorena 1347. Sanguinetti estará al frente de su quinteto, que se completa con Belén Echeveste en violoncello, Ezequiel Dutil en contrabajo, Tomás Babjaczuk en batería y Migma en la bandeja de vinilos.

El proyecto se despliega en Diez. Una escritura musical colectiva, un disco-libro que incorpora la mirada de cien ilustradores en torno a la música del disco, en un trabajo dirigido por la diseñadora e ilustradora Laura Varsky. Para esta artesanal edición habrá una segunda presentación, el viernes 1º de diciembre a las 19 en el Aula Magna de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA (en el Pabellón 3 de Ciudad Universitaria).

El Diez

Diez, el octavo disco de Sanguinetti, completa la tríada que comenzó en 2013 con Ocho y siguió con Nueve en 2017. Un arco de tiempo en el que el compositor puso a punto una idea original de música. “Con este disco se cierra una etapa”, asegura Sanguinetti en diálogo con Página/12. “En este proyecto compositivo busqué tramar un estilo propio, arraigado en el paisaje contemporáneo de esta ciudad, tratando de evitar la impostura a la que a menudo nos llevan los géneros. En definitiva, ir distinguiendo los rasgos más auténticos del material sonoro que fui encontrando”.

Una precisa identidad melódica, sumergida en los climas cambiantes elaborados por el quinteto, sostiene la propuesta sonora de Diez, un trabajo en el que se escucha el empleo del estudio de grabación como instrumento. “Toda la trilogía tuvo procesos muy largos de edición y mezcla. Trabajé con Manza (Mariano Esain), que es un productor más del palo del rock. Intervenimos la música del quinteto con sonidos de la calle y de objetos de distinta naturaleza. El sonido acústico se nutrió, en un proceso de manipulación de la grabación muy jugado, tal vez más propio de la música pop que del jazz”, continua Sanguinetti. “En el vivo la cosa es distinta, los efectos se producen desde otro lugar, porque la música está pensada en principio para ser tocada y después intervenida. Por ejemplo, las intervenciones del DJ con la bandeja adquieren un rol particular en este sentido”.

Clásica y después

También el violoncello caracteriza el sonido de Sanguinetti. Se trata de una elección interesante, que de alguna manera contrasta con la bandeja del DJ. “Yo vengo de una formación clásica y siempre me atrajo la música de cámara, en particular los compositores franceses del inicios del siglo XX, como Ravel y Poulenc. Me atrae ese concepto de conjunto de solistas. En este sentido la presencia del violoncello está muy relacionada con esa mirada, con ese sonido”, explica el compositor. “En el mismo sentido la bandeja me interesa porque nos permite traer al siglo XXI este conjunto de cámara modelado sobre la música de inicios del siglo XX. El contraste entre lo acústico y lo electrónico me resulta muy atractivo, sobre todo porque lo que hace Migma como DJ es muy innovador. Él es una gran investigador de los fraseos y para componer me pone en situación de tener que escuchar otras músicas, como el rap o el hip hop, para compenetrarme con su lenguaje”, agrega Sanguinetti.

Improvisiones, de 2005, fue el primer disco de Sanguinetti. Le siguieron Los procesos de Franz (2008) y El otro (2011), antes de comenzar la trilogía en 2013. En tanto, el pianista se ejercitó sobre temas de otros con Cómo desaparecer completamente (2016), sobre temas de la banda inglesa Radiohead, e Inmoral (2019) una personal mirada sobre la música de Gustavo Cerati. En Diez, como en toda la trilogía, el compositor no pone nombre a los temas, no los asocia con palabras, simplemente los numera, como una manera de dejar abiertos los significados. “La edición en vinilo de Diez es un disco-libro, con una gran producción de imágenes. Me pareció una buena decisión evitar las palabras, traducir el sonido a la dimensión gráfica y que cada oyente complete la escucha desde ahí”, dice el pianista.

Música ilustrada

Para la realización de Diez. Una escritura musical colectiva, el disco-libro realizado junto a Varsky, invitaron a 100 ilustradores para que dibujaran la música mientras la tocaban, en la cúpula del centro Cultural Kirchner. Las ilustraciones seleccionadas para cada uno de los temas del disco se incluyen en la edición de 200 ejemplares numerados, en lo que definen como toda una apropiación colectiva alrededor de los temas de Diez

“Soy un compositor, me interesa la música y disfruto de los conciertos, de la presencia del público. Pero por otro lado soy un producto de la cultura del disco. Desde que tengo uso de razón compro discos. Amo el objeto, el ritual de la gamuza y la púa”, dice el pianista. Después de llegar a ese objeto amado, fueron por otro: "Siempre después de la grabación, el proyecto de un disco continúa. En este caso dimos un pasito más: además del disco, hay un libro”.