Los sondeos de los encuestadores arrojan un escenario muy parejo para el 19 de noviembre, una fecha bisagra en la que el país elige entre dos formas diametralmente opuestas de manejar el rumbo de la sociedad. Una disputa que no ocurre solamente en el plano económico sino principalmente en el ideológico, en el cual los sectores conservadores y de extrema derecha apuestan por desteñir los logros de 40 años de democracia.
Este punto es sin lugar a duda el elemento más traumático de lo que se juega en las elecciones del próximo domingo. Sin embargo, no tiene la trascendencia mediática que merece. Se trata de una diferencia importante respecto de lo que ocurre en el plano de las políticas económicas, donde las críticas a las propuestas del candidato ultraliberal Javier Milei son abiertas y llegan de todas las corrientes (no sólo desde los sectores de la heterodoxia local).
La semana pasada hubo una catarata de rechazos a las estrategias de cerrar el Banco Central, dolarizar y achicar el Estado a la mínima expresión. Una de las declaraciones en esta dirección llegó de economistas internacionales a través de una carta que resumió el medio inglés The Guardian.
“Las propuestas de dolarización y austeridad fiscal de Javier Milei pasan por alto las complejidades de las economías modernas, ignoran las lecciones de las crisis históricas y abren la puerta a acentuar desigualdades que ya son graves”, detalló la publicación. La carta lleva la firma de más de 100 economistas entre los que figuró el best seller francés Thomas Piketty.
El autor de El Capital en el siglo XXI se transformó en una referencia obligada sobre temas vinculados a la distribución y desigualdad de las sociedades. Se trata de un economista que se dedicó a estudiar en profundidad la historia del pensamiento económico y posiblemente le resulten incomprensible las propuestas de Milei, quien asegura que hará cosas distintas basándose en ideas y teorías de tiempos en el que Charles Darwin era un ignoto.
Suponer que en un planeta de más de 8 mil millones de personas la planificación, la regulación y los Estados no tienen utilidad resulta un insulto para el sentido común. Como diría el historiador israelí Yuval Harari, es un insulto en un mundo en el que por primera vez las grandes brechas entre los seres humanos pueden dejar de ser exclusivamente materiales y de riqueza. Si no existen regulaciones, los avances de la biotecnología y la inteligencia artificial podrían generar brechas aún más impactantes.
Harari no habló sobre Milei, posiblemente no lo tiene en el radar ni lo conoce, pero en algunos de sus libros hace planteos que dejan en ridículo las teorías del espacio libertario basadas en el individuo y el libre albedrío.
El historiados asegura que los avances de las ciencias de la vida demuestran que no es lógico argumentar que los individuos tomen decisiones, encuentren pasiones y definan su destino en forma libre. En el mejor de los casos, según el paradigma de la biología moderna, las decisiones de las personas son resultado de procesos determinísticos o aleatorios.
Claramente las elecciones del próximo domingo transcienden los problemas coyunturales del país y los nombres particulares. El tema no es Milei en su rol de economista, de candidato o de mediático. El problema son sus propuestas paleolíticas que se presentan como soluciones mágicas para el futuro, mientras que detrás de esas ideas se ocultan anhelos oscuros (e inconfesables) vinculados con la dictadura y el pasado más triste de la Argentina.