En la esquina de la clínica característica del conurbano, siempre hay un bar que es parada obligada para empezar a discutir anticipadamente la herencia del eventual caído en desgracia.
Pero también hay un mozo que es un libro abierto para entretener las mañanas con el colesterol al palo.
Allí, mientras pispeaba las pantallas de los móviles de las mesas que apuntaban al mostrador, se escuchó una voz virtual que venía de un totem de vigilancia, que anunció: el rock and roll de la pantalla !
“Vayamos por todo para conquistar nada”. Eso que se escuchó como una continuidad sin ninguna trayectoria pasional, me hizo reflexionar sobre la cantidad de batallas del ego con esa especie de épica en vano que muestran todas las pantallas de la vida perfecta .
De repente, la pantalla de una postal ideal asume un desembarco para un desayuno, y veo que todo está perfectamente ordenado en los otros. Entonces sigo pensando en todas las felicidades artificiales que nos rodean con esa vida perfecta, para ir frustrando más aún esta vida imperfecta llena de contradicciones. Que mantiene la magia de la belleza .
-Entre café con leche y tostado con jamón químico se renuevan las analogías-, me dice de espaldas el hombre calvo con delantal, que va moliendo los granos de café mientras maneja la cafetera de acero inoxidable, como si piloteara el Airbus de última generación.
Luego acomoda toda la vajilla blanca sobre la heladera mostrador, y se da vuelta como adivinando lo que flotaba en el local con mosaicos rojizos de antaño. En ese instante remata: -Sé que parece todo fuerte y perfecto cuando lo ven, pero no te comas esa pantalla porque está más pixelada que el salchichón primavera-.
Esa lucidez me sorprendió para pedirle una vuelta más de un café negro, algo mustio, que parecía lo que te ofrece un tarotista sin clientes.
Suena raro, pero se abre el debate en la mesa, cerca de la puerta que da a la calle donde se terminan todas las pantallas. Allí un vendedor ambulante con macetas de flores de estación dentro del cajón de manzana, visiblemente dolido dice, -La puesta en escena de la película que están viendo mostrará a los extras que salen en pantalla-.
Todo este copetín me trajo una reflexión que me dejó una ventana abierta. Se trata de esta manía de ver la pantalla perfecta en el jardín vecino y la riña del repertorio de nuestras frustraciones.
En definitiva, el desafío es descubrir una nueva sabiduría que no promueva los lutos innecesarios del ego que vive de las pantallas. Porque finalmente, todo se desmorona cuando la pantalla perfecta se va rajando de virtualidad.