Más allá de un ballottage (o de un peloteo o desempate, si queremos hablar en buen español argentino), es decir una decisión de elegir entre dos personalidades políticas que han llegado al final de la contienda por mayoría de votos para la Presidencia, lo que viene ahora, o ya estaba subyacente, es un enfrentamiento entre dos concepciones: del Estado, de la sociedad, de las relaciones económicas y sociales, de la educación, de la familia y la persona, de la cultura toda en la Argentina.
Bien lo manifiesta Alberto Benegas Lynch (padre), privilegiado consejero por igual del tándem Macri-Milei: “Me parece que ahora se presentan dos posiciones antagónicas. Por un lado el proyecto autoritario de Unión por la Patria, que se basa en los atropellos al derecho constitucional de la propiedad, en un contexto de endeudamiento astronómico, inflación galopante, un enjambre cambiario de una densidad colosal, una marcada inclinación a asociarse con gobiernos criminales, una legislación laboral que atenta contra el trabajo, un manejo de la pauta oficial descarado que aplasta la libertad de prensa y un unitarismo que avasalla la concepción federal”. Y por el otro lado, claro está, “un cambio verdaderamente importante y significativo hacia las ideas de la libertad”.
He aquí un enfrentamiento, que no podía ser más nítido, entre el poder económico, disfrazado de liberal y hasta de libertario, y las tendencias democráticas y distributivas de todo el espectro social. Como se sabe, y está cada vez más difundido en la Argentina, esta contraposición no es original nuestra, sino que viene dándose en muchos países de Occidente con resultados temporarios alternados: la ultraderecha no pudo pasar por el momento en España pero sí en Italia; en Grecia toma otra vez las riendas en sus manos; en Hungría y en Austria las mantiene; Portugal, en cambio, vive con altibajos una experiencia progresista nueva. América latina es, en ese sentido, un mosaico: cae Bolsonaro en Brasil y suben Bukele en El Salvador y Noboa en Ecuador, mientras Bolivia, Chile, Colombia siguen experiencias nacional-populares de diferente magnitud.
Aquí, tenemos la fortuna de enfrentar a un adversario histriónico, inestable, cuyo programa es inverosímil por lo disparatado. Deja aprender el casi infinito Borges en "Los teólogos" que tales diferencias debieran ser más sutiles: "Las herejías que debemos temer son las que pueden confundirse con la ortodoxia", advierte. Y Milei es inconfundible. Hasta para Techint.
Se les pongan los títulos que se prefiera, el enfrentamiento es siempre el mismo: progresistas o reaccionarios, demócratas o totalitarios, populistas o republicanos, izquierdas o derechas, despojados o poderosos. Se juntan, de un lado, todos los partidarios del statu quo, aún bajo el disfraz de “cambiadores”, desde los patrones más ricos hasta Margarita Barrientos (la nueva Tío Tom de los argentinos) contra todo lo que puede representar al pueblo.
El corte, con cualquier título, subraya una enorme responsabilidad. Por ello han reaccionado positivamente todos los sectores democráticos de la sociedad, y seguramente lo harán muchos más el día de las elecciones. Está en juego, simple y llanamente, un modo de vivir en la Argentina.
* Mario Goloboff es escritor y docente universitario.