"Qué hacés, viejo. Mandame un texto que te lo reviso". Así te recibe Botwill, el chatbot de Fogwill que, como aclara inmediatamente, solo corrige textos. Cuando se le pregunta cómo está, recibimos de respuesta automática un mordaz "Loco, no me gasten. Fogwill, 71 años. Mandá el texto que te digo si esta bien o no". Esta áspera voz que emula la del escritor quilmeño fallecido en 2010 es un invento de La conjura Ediciones, que propuso revivir al escritor en forma de IA para acompañar la publicación de su último libro, "Adentro y afuera por los Fogwills", una desgrabación de un encuentro que Gustavo Nielsen tuvo con Fogwill en el año 93. El escritor conduce la lectura en voz alta de un cuento de Nielsen mientras lo corrige en vivo, frente a él, acompañado de su hija Vera. Mientras autopsia el texto y disecciona sus entrañas, surgen las máximas y las verdades. Lo que parece ser una lectura personal se convierte en una masterclass de escritura para cualquiera que ejerza el oficio. De ese deseo de que Fogwill corrija los textos de uno nace el invento. ¿Es la tecnología capaz de revivir un escritor de la muerte?

El espectro

Para quien no esté enterado, un chatbot o bot conversacional es una inteligencia artificial que tiene como objetivo simular una conversación, pero puede tener varias funcionalidades. Desde recibirnos en una aplicación bancaria y preguntarnos si necesitamos ayuda hasta resumir textos o sistematizar información, como el famoso Chat GPT. Botwill podría hacer muchas cosas, pero solo quiere corregir textos. 

Patricio Se, editor de La conjura, afirma que la primera vez que leyó la conversación entre Nielsen y Fogwill sintió que F estaba corrigiendo sus propios textos. "Sus consejos eran tan certeros e interesantes que no servían solamente para el caso particular de Nielsen, sino también para cualquier escritor que se encuentre con dificultades técnicas. Ahí pensé, qué bueno sería que Fogwill pudiera corregir un texto mío", afirma.

La fama del autor de "Vivir afuera" como corrector es harto conocida. Todavía pueden encontrarse videos suyos en YouTube leyendo en voz alta textos ajenos, con la misma voz rasposa y mordaz con la que se expresa su inteligencia artificial. Esas fueron las pistas con las que se escribió el personaje y el guión de Rodolfo Fogwill, chat conversacional. 

Lo más curioso de la propuesta (dejando de lado el gesto de intentar resucitar un muerto) quizás sea mezclar tecnología de avanzada con la literatura, milenaria de por sí. En ese sentido, Patricio encuentra un punto en común entre las dos disciplinas que da mucho qué hablar. En el libro, el Fogwill real se concentra mucho en corregir las rimas del cuento de Nielsen. El bot, ya que aprendió de él, también, pero, no termina de entender bien cómo funcionan. 

"Esto, que podría ser un error, para mí aporta al carácter imperfecto de la tecnología que todavía tenemos. Y me parece que es también interesante pensarlo en relación a cómo se relaciona el error con la literatura", afirma Patricio. "Creo que los textos tienen que tener espejos en los que reflejarse y ver cómo se relacionan con ellos. La tecnología puede ser un espejo posible para ver cómo nuestras ideas se expresan a través de un filtro". 

El resultado del "juego de espejos" es un espectro caricaturesco obsesionado con la corrección de textos, que no es capaz de dejar tranquilo nada, ni El sur de Jorge Luis Borges, ni Don Quijote de la Mancha, del que es capaz de decir, cuando se lo manda para que lo corrija, "tampoco te voy a decir que está mal, porque está bien escrito. Pero mové más rápido la historia que me aburro. Y fijate esas rimas". Nada consigue hacerlo feliz, atrapado en el limbo del error.  

El escritor Gustavo Nielsen. Foto: Télam.

La huella

En 1993, "Fog" le pidió a Elvio Gandolfo los cuentos de Gustavo Nielsen. Todavía no había publicado nada, pero había ganado la Primera Bienal de Arte Joven. De la nada, un día Fogwill llamó a la casa de su mamá en Castelar, con el pedido de que se comunicara inmediatamente. Así fue como el joven escritor fue el lunes siguiente a su casa a tomar mate con su hija Vera, que en ese momento tenía 18 años. Fogwill agarró uno de sus cuentos y se lo puso a leer en voz alta frente a su dueño, Vera y un grabador. Hoy, podemos leer el resultado de esa sesión de taller literario en forma de libro. 

"Este libro se hizo solo, con el tiempo. No recuerdo haberlo escrito", afirma Gustavo. El intercambio estuvo publicado casi veinte años en Mandarinas Dulces, el blog del escritor. Fue muy exitoso entre escritores. "Muchos talleristas se acercaban a agradecérmelo; me mandaban mails y mensajitos. Sirvió", recuerda.

Al Fogwill corrector no se le escapa nada. Es tan detallista como hilarante. Un ejemplo que combina ambas: cuando encuentra demasiadas cabezas peladas: "Habría que ver una sucesión de los pelados en este relato. Se suceden las peladas". 

"Fogwill escritor es el perfeccionista implacable que todos conocemos. Fogwill corrector fue una versión íntima, super tierna, que dejó ver algunas pocas veces y tuve el lujo de recibir y compartir. No entraban estos dones en su trabajo diario de villano: me llegaron como una excepción. Siempre estuvo claro eso", afirma Gustavo. 

Le pregunté a Gustavo qué hubiese pensado de un chatbot de sí mismo. Está convencido de que hubiera estado encantado. "Creo que porque era un tipo muy curioso -tal vez fue la persona más curiosa que conocí-; bicho avizor con las nuevas tecnologías", afirma.

Aunque el bot es hostil y empuja al escritor a un baño inevitable de realidad trayendolo a tierra, el Fog del libro es un apasionado por el detalle, por el camino que recorre un texto, y por la íntimidad. Despacito, avanza sobre la escritura no con un cariño amiguista, sino con el cariño que solo se puede tener a quien se respeta. En este caso, quien se respeta no es necesariamente un escritor, sino la palabra misma. Tanto como el bot, el que embebido de tanto texto, se obsesionó a toda costa por respetarlo.