“Allá en la escuela me hicieron dividir / entre hombre y mujer no voy a decidir (…) Me levanto a la mañana, empiezo a caminar / no sé qué estoy sintiendo, solo vuelvo a comenzar. / La noche es mi techo, es mi protección, / mi vida es al margen, mi colchón es un cartón”, rapea Paz Berti con voz angelical en español, portugués y mapudungún (legua mapuche) cuando las luces se apagan. Pero ahora es temprano y Paz espera sentado en el recoveco de un bar de Constitución. Cubre con una campera, un buzo y un poncho tejido su cuerpo diminuto pero marcado por el baile: “Es algo que tenemos los mochileros de alma, eso de llevar todo encima”. En sus videos y en sus shows son solo unos segundos los que necesita para hacer volar el poncho por los aires, quedarse en minishort para contorsionarse al ritmo del reggaetón, el funk, el trap (“un subgénero del rap con toda la potencia de lo nuevo, lo último que está sonando en Brasil y que empieza a llegar acá de a poco) y al ritmo de los temas de Patagonia emergente, flamante disco en el que viene trabajando desde hace dos años este músico viajero, radicado en Brasil, oriundo del Alto Valle de Río Negro y alojado transitoriamente en La Plata.
Después de presentar el disco en Buenos Aires, el 28 de este mes, Paz se llevará su música a Cipolletti, Valparaíso, Florianópolis y, de ahí, al norte y más: “Está bueno porque el disco está producido por entero por músicos y artistas de la Patagonia. Habla de muchas cosas, pero entre esas muchas está la cuestión mapuche”, que está presente en las letras en forma de vivencias de lo que está ocurriendo ahora en la Patagonia, región con la que nunca ha dejado de tener contacto. “No sé si somos muy conscientes de eso pero las luchas y resistencias ancestrales de la Patagonia son algo por lo que se está preguntando la región y el mundo”.
¿Por qué ese título, Patagonia emergente?
-Allá se está dando una gran gesta, una erupción, que si bien está en la primera plata de los diarios, no es de ahora. Las cuestiones mapuches tienen que ver con una batalla latente presente desde la colonización. La resistencia nunca ha mermado y ahora se consigue nuevamente activar una semilla que fue despertando en muchas personas que somos descendientes de indígenas, amerindios. La defensa de la cultura mapuche, de la nación, viene desde hace mucho y ahora lo que explota es la defensa del territorio.
¿En qué sentido aparece esa emergencia en tu trabajo?
-Para empezar canto en español, portugués y mapudungún. El disco habla de mis raíces pero también de los actuales barrios suburbanos, que no son temas separados: cualquier barrio popular hoy está compuesto por mestizaje indígena. También hablo de mí como una persona que no se identifica como hombre ni como mujer. Todo eso está emergiendo en la Patagonia. Todo eso hoy palpita en Allén, en Alto Valle de Río Negro, cuidad donde crecí, con 35 mil habitantes.
¿Cómo fue tu infancia allí?
-Siendo marica no binaria la Patagonia, por lo menos entonces (hoy tengo 29 años), no era fácil porque no había referencias. Era imposible ver una travesti de día en el pueblo, sólo aparecían de noche y en la ruta. Hoy tengo amigas que viven allá que estudian, que trabajan. Cómo yo iba a conseguir hackear ese sistema que nos imponen era mi gran pregunta de infancia. Ser marica en la Patagonia hasta el día de hoy es autocrearse con la información que llega de afuera, y contraponerla todo el tiempo con la cultura de la masculinidad campestre, el macho de chacra. Y así como la información no entra tampoco sale…
¿Qué querés decir?
-Me refiero a la cultura y silenciamiento de la trata de personas por ejemplo. Es un fenómeno gravísimo, pero se tapa, hacemos como que no ocurre y esa data no sale de la región. Un poco por todo eso yo me fui a Brasil. Pero no corto, ni niego, siempre vuelvo para tratar de llevar otras cosas al lugar de donde provengo. Hago mis shows para mostrar otras músicas, otras ideas. Ya con ir a mostrar mi cuerpo es un montón.
¿Sos descendiente mapuche?
-Descendencia de cultura y de sangre. Mis abuelos maternos nacieron en la Cordillera. Son mestizos, amerindios. Mi abuela es hija de italiano con mapuche, y mi abuelo de turco con mapuche. De parte de mi papá tengo a mi abuela que es de ascendencia Tehuelche. Esto lo sé porque con mis primos decidimos reconstruir el árbol genealógico y fue apareciendo toda esta historia de la familia, súper silenciada. Cuando mis abuelos bajan de la Cordillera a la ciudad enseguida se dan cuenta del nivel de racismo que existía entonces de esa herencia no se les habló ni una palabra a mis padres y tíos. No era fácil ni para la generación de mis abuelos ni la de mis padres identificarse con sus raíces ancestrales. Esto es algo común a la mayoría de las familias de la Patagonia. Mi ascendencia no es ninguna rareza pero sí un tabú. Y más allá de la cuestión, si querés, de sangre, yo tengo una cuestión activista con el tema.
¿En qué consiste ese activismo?
-El movimiento mapuche viene teniendo una organización muy fuerte y equilibrada, sostenida además por la resistencia ancestral. Si lleva resistiendo los siglos que lleva, no se va a acabar ahora. Se lucha por las tierras porque la Nación Mapuche ya existe. El Estado intenta deslegitimar y exterminar algo que ya existe, una cultura anterior a cualquier Estado. El desconocimiento o negación que la gente de la Patagonia pero también del resto del país tiene de la rama indígena de sus orígenes no es casual, es una tarea sistemática emprendida por el Estado. Por algo todos conocemos con detalle las ramas europeas de nuestros ancestros. El Estado no es ingenuo. Por ejemplo le da 20 hectáreas a un empresario, por decir un número, dos hectáreas a una comunidad indígena, y del otro lado, otras 20 a otro empresario. Es una estrategia para que esa comunidad quede aislada. Asfixiarla hasta que alguno de los dos empresarios logre quedarse con ese pedacito de tierra también.
Teniendo una pata en el artivismo lgbti y otra con los pueblos originarios, ¿ves los puntos de contacto entre ambos?
-La colonización trajo entre otras cosas en binarismo. Para el pueblo mapuche existe la machi, que es la guía espiritualmente a la tribu. No puede ser denominada ni hombre ni mujer y puede relacionarse libremente con cualquier otro ser sin distinción. Esta visión de los géneros no era exclusiva de los mapuches sino que era aceptada en líneas generales por todas las tribus. El problema llega con la evangelización, con la imposición cultural y religiosa de Europa.
Te tocó estar en el sur cuando fue la represión a los mapuches en enero y ahora estás en el país siguiendo de cerca la desaparición forzada de Santiago Maldonado, la marcha del viernes 1º de septiembre, la posterior cacería de manifestantes…
-Es tristísimo pero no me sorprende una desaparición forzada en este contexto. Es la coherencia del horror. Tampoco es que en Brasil se esté en la Panacea. Es el país con más desapariciones y crímenes de odio de travestis en el mundo. Al mismo tiempo es el país que más pornografía con travestis tiene circulando en la red. Las circunstancias políticas y de violencia estatal que atraviesan Brasil y Argentina son parte de lo mismo. Hay un proceso regional. ¿Qué vamos a hacer frente a estos regímenes? La estigmatización de los pueblos indígenas nos tendría que llevar a buscar nuestras raíces. Eso te puede dar más herramientas de posicionamiento político. Escucho cosas como que la desaparición de Santiago Maldonado es producto de la grieta y es para reír y llorar. ¿La grieta? Profundicémosla, que sea un Boca-River. El Estado “amarilliza” este tema y la política en general para embrutecernos y sacar provecho. ¿De qué otro modo se explica si no que de pronto Santiago del Moro y Fantino sean “periodistas” políticos? ¿Por qué motivo inventaría Patricia Bullrich que los mapuches quieren crear su Estado aparte? Es el pánico a la autogestión, miedo a que la gente se organice.l
El jueves 28 a las 21 Paz Berti presenta Patagonia emergente y comparte escenario con Sentime Dominga en el Xirgu Espacio Untref, Chacabuco 875. A partir del 24 de septiembre el disco se podrá escuchar en plataformas digitales (Spotify, iTunes).