El reconocimiento de la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas en el país se incluyó formalmente en la Constitución Nacional de 1994. Sin embargo, en la práctica, el cumplimiento del registro institucional del Estado argentino es batallado por los ciudadanos descendientes de aquellos pueblos en todo momento, con resultado irregular. No es para menos: más allá de las cuestiones jurídicas, recae sobre ellos un peso cultural que fue formado y construido por las “élites” argentinas desde tiempos inmemoriables. La denominada “Campaña del desierto” encabezada por Julio Argentino Roca en el último tramo del siglo XIX fue, sin dudas, su acción más violenta, tanto por los asesinados como por el secuestro de personas de pueblos indígenas que fueron llevadas vivas al Museo de Ciencias Naturales de La Plata, exhibidas en vida como piezas de colección viviente y una vez muertas como trofeos en sus vitrinas. La serie documental Cautivos de la ciencia, que el lunes 13 a las 21 se estrena en Canal Encuentro, relata las trágicas historias de esos hombres y mujeres, para entender con mayores herramientas en qué consistió el exterminio de los pueblos indígenas.
Conducida por la actriz y cantante Charo Bogarín, Cautivos de la ciencia pone el foco en la historia de maltrato y violencia que sufrieron los pueblos originarios en territorio argentino. Y lo hace centrando su mirada en un aspecto poco conocido pero elocuente sobre cómo estas comunidades fueron históricamente despojadas de sus derechos más básicos, como la de vivir libremente e, incluso, acceder a los restos de sus seres queridos para darle un funeral acorde a sus creencias. Un trabajo documental que cuenta con el aporte inédito del historiador Osvaldo Bayer, analizando -como solo él podría hacerlo- las motivaciones reales detrás de la “Campaña del desierto”.
“Cautivos de la ciencia aporta una mirada crítica y reflexiva sobre acciones de exterminio de los pueblos originarios en territorio argentino, donde en pleno siglo XIX, hombres, mujeres y familias enteras fueron tomados como prisioneros, como rehenes, para ser llevados a museos y ser estudiados por hombres de la ciencia”, le cuenta Bogarín a Página/12. “La serie nos masajea el músculo de la memoria. Esto es muy importante para las nuevas generaciones para que se den cuenta de que estamos atravesando nuevos paradigmas. Estos contenidos nos hacen más humanos como sociedad al reconocer conductas que no están bien, que no debieron ser, que no se deben repetir, que requieren un resarcimiento. La serie señala que hay nuevos paradigmas propios de nuestro siglo y planta bandera: el respeto a lo diverso, el reconocimiento a las culturas ancestrales con sus valores, su cultura, su modo de vida. Se reconoce la barbarie la cometieron los supuestos hombres civilizados”.
En la Argentina, durante el último tramo del siglo XIX, se llevó adelante la llamada “Campaña del desierto”: muchas personas de los pueblos indígenas fueron asesinadas, pero también muchas que fueron capturadas y llevadas vivas al Museo de Ciencias Naturales de La Plata por supuestos “motivos científicos”. A medida que fueron muriendo, sus esqueletos pasaron a integrar la colección que se exhibía en las vitrinas del museo hasta no hace mucho. En los últimos años, a la par de los cambios de paradigma de la ciencia, un grupo de antropólogos se dedicó a identificar los más de diez mil restos humanos que se encontraban en los depósitos del Museo de La Plata y, también, en otros museos del país, con el objetivo de restituirlos a sus comunidades de origen para que puedan ser sepultados de acuerdo a sus creencias y sus ritos.
Producida por La Lechuza, Cautivos de la ciencia se compone de cuatro episodios. En “La llegada de los cautivos de la ciencia”, el documental se concentra en la historia del cacique Inacayal, que fue capturado y llevado al museo junto a su familia. Su caso es emblemático porque la restitución de sus restos a su comunidad de origen en 1994 fue la primera ordenada por ley. Sin embargo, años más tarde un grupo de estudiantes de antropología de la Universidad de La Plata descubrió un macabro hallazgo en los sótanos del Museo de la Plata: se conservaban restos de Inacayal y su familia que no habían sido devueltos a su comunidad. En el segundo episodio, titulado “Prisioneros del fin del mundo”, la serie pone el foco en dos cautivos que era exhibidos en el Museo platense y que fueron restituidos: Seriot, un integrante de la comunidad selknam asesinado en Tierra del Fuego, y Maish Kensis, un joven yagán del siglo XIX que fue capturado en una misión científica realizada en Ushuaia.
El tercer episodio se titula “El robo de niños” y muestra el caso de Damiana Kryygi, capturada con solo 2 años en el siglo XIX, y obligada a trabajar como criada en la casa del filósofo y psiquiatra Alejandro Korn. Los antropólogos Herman ten Kate y Robert Lehmann-Nitsche la tomaron como objeto de estudio y la fotografiaban desnuda hasta que murió a los 14 años. Sus restos fuero diseccionados, trasladando su cabeza a Berlín para ser estudiada y exhibida. Por último, en “Imágenes encontradas: Las expediciones científicas del Museo de La Plata”, el documental cuenta la historia de la recuperación y el rol del Colectivo GUIAS en las negociaciones para restituir a tres integrantes de la comunidad wichí, asesinados entre 1881 y 1921 en los ingenios de Ledesma y La Esperanza.
Bogarín señala que formar parte de Cautivos de la ciencia le caló hondo en lo personal. “Me pone orgullosa como mujer guaraní poner la cara a estos contenidos tan necesarios, para mostrar y recordar de dónde venimos y distinguir hacia dónde vamos o queremos ir -asegura-. Generar una narrativa oficial de estos hechos debe ser un compromiso, en el que la historia de los pueblos originarios sea revisada con respeto, con sentido crítico, con seriedad. Es una serie que propone una relectura histórica de hechos atroces, que fueron normalizados bajo otro tipo de construcción de una Nación. A su vez, me estruja el alma recordar lo que han padecido los primeros nativos de esta tierra, cuya sangre corre por nuestras venas”.
La cantante y actriz considera que la serie cumple un doble rol, que tiene que ver con un paradigma de transformación que encabezan las nuevas generaciones respecto de los derechos de los pueblos originarios: por un lado denuncia aquellas atrocidades, pero por otro pone de relieve el trabajo de antropólogos jóvenes que buscan transformar el relato de la historia a partir de la ciencia. “La serie no se queda en la mera denuncia sobre hechos que ocurrieron y siguen ocurriendo generando polémica (caso de los niños de Llullaillaco en Salta); también pone de relieve la tarea de un grupo de jóvenes antropólogos de la nueva generación (el Colectivo GUIAS) que contribuyeron a esta nueva página de la historia, identificando los restos guardados en sótanos de los museos para que sean restituidos a su lugar de origen. Aún falta mucho por hacer pero el camino está iniciado. Somos parte de una generación transformada para bien, con nuevos valores, nuevas misiones por cumplir, nuevos desafíos”, concluye Bogarín.