Una mujer le roba el auto al hombre que la violó y le pide ayuda a su amiga, una chica trans, para huir juntas. A Marlene y Yes, las Thelma y Louise del Río de La Plata, las mueve el deseo y también la necesidad de estar en otra parte. “Somos como las cigarras que revivimos”, dice Yes. El primer cuento de La parte extraña, de Andrea Centeno, publicado por la editorial Equidistancias, preludia una atmósfera donde nada de lo extraño resulta ajeno porque es como la respiración de la vida cotidiana. No es casual que este libro hipnótico y adictivo, por el modo en que despliega el drama y la risa en cada una de las catorce historias, abra y cierre con mujeres en tránsito. La protagonista del último relato, mientras prepara la valija para abandonar su casa, tiene la impresión de que su vida es “un compendio de momentos que no sucedieron”.
Aunque es su primer libro de relatos publicados, Centeno se mueve como pez en las aguas del cuento. Sabe cómo aguijonear certezas y poner el foco en las astillas de realidades ominosas. La esencia de algunas historias consiste en una simultaneidad muy compleja de lograr: se trata de mirar y encontrar un tono, una voz que pueda dar cuenta del irresistible deterioro del tiempo. La escritora que nació en San Nicolás (Argentina) hace diecisiete años que vive en San Pablo (Brasil). La autora de la novela Nadie me llevará flores, publicada en México por Literálika, trabajó en revistas, diarios rosarinos, porteños y paulistas, y suele escribir contratapas de ficción en Rosario/12.
“Ser extranjero es siempre sentirse fuera de lugar, ser extraño al paisaje aunque a la vez llegues a sentirte en casa en tu propia casa. Más cuando hasta el idioma es otro”, plantea Centeno desde San Pablo. “Aunque una se acomoda no se acostumbra del todo, porque siempre hay una parte, no necesariamente la extraña, que falta. En casa seguimos cenando con el horario argentino, tarde, mientras nuestros amigos cenan a las siete y te dicen buenas noches a partir de las seis de la tarde. ¡Eso me molesta tanto!”, confiesa la escritora. “Basta que diga bom dia y una frase corta en cualquier ascensor para que me pregunten de dónde soy. Y aunque el problema que escucho que cuenta una señora en la panadería pueda ser igual a alguno de los que tenía mi mamá, aquí suena raro y hay como una lucecita interior que se enciende a cada rato y que dice que sos extranjera. Ser extranjera es mi cotidianeidad. Como escribo solo en español, supongo que con la escritura y en cada personaje me desquito de alguna forma”.
-En “Telma Luz” revisitás la historia de la emblemática película “Telma & Louise” en clave rioplatense y con una chica trans. ¿Qué te interesaba trabajar en esta reescritura?
-El comienzo de ese cuento se me ocurrió mientras estaba en la ducha, las primeras frases fueron un solo impulso y la verdad es que cuando lo comencé a escribir, así tal como fue la primera idea, inmediatamente después de que cerré el agua, no me hice ningún planteo. Pero luego, cuando ya estaba sentada frente a la pantalla, lo que más me interesó fue jugar con la diversidad, que es sensacional y nos permite explorar terrenos que no son parte de nuestro cotidiano más cercano. Por lo menos no en mi caso. Yes, la chica trans, bien podría ser una chica como su amiga Marlene o incluso un hombre, pero me gustó la idea de meterme adentro de un personaje que me exigía varios planteos más íntimos, con una personalidad brutal que le suma atractivo y le da protagonismo, pese a que el hecho trágico que desencadena la historia le ocurre a la otra. Sus cualidades la llevan a robar la escena y eso me sedujo, como el que sea paraguaya y ese detalle, por sí solo, genera riqueza en los tonos de los diálogos. No tuve ese propósito desde la primera frase, pero la meta, a lo largo de la escritura de la historia, fue mostrar que la cuestión de género es una parte más de su identidad y que puede vivir historias que vayan más allá de eso. ¡Basta con el cliché de que una trans solo está condenada a ser la puta de la trama!
-En al menos dos de los cuentos de “La parte extraña” hay personas que desaparecen, la tía Marta, la tía Nora. ¿Qué ecos y resonancias tiene la palabra desaparición en estos relatos?
-Imagino que esa desaparición de la tía, y que en ambos casos se trata de la tía preferida, puede traducirse, por lo menos en mi mente, como la pérdida de la ingenuidad, la interrupción de la inocencia de la niñez. Cuando una es chica cree que lo que está sucediendo, sobre todo si es feliz, va a seguir siempre así. Siempre vamos a ser felices, las personas que nos rodean siempre van a permanecer allí y, si no lo hacen, habrá espacio para un duelo en la mayoría de los casos. Un duelo que un niño no comprende como tal. Pero cuando hay una desaparición abrupta se genera un trauma. Algo se rompe y lo que era normalidad se convierte en dinámica extraña. Esas historias buscan hurgar en esa extrañeza primera que es la falta de un ser querido con el que estábamos acostumbrados a convivir. Los dos cuentos son tal vez el asalto de la inconsciencia, ese escribir sobre algo que no se sabe que está latente y aún duele. Escribir ficción se trata de llenar los blancos con lo que no sabíamos que sabemos, a diferencia de escribir una crónica periodística. En estos casos, como decís, puede haber resonancias de la memoria: una tía que quería mucho se ahogó cuando yo era nena y de un día para el otro simplemente la dejé de ver. Y por la edad, imagino, no entendía el por qué, pero no me acordaba de ella conscientemente hasta este momento.
-A propósito de lo que dice uno de los personajes, “que lo bello puede ocultar una esencia horrenda, que la perfección a veces es siniestra, que hay gestos amorosos que disfrazan la atrocidad”, pareciera que en esta frase anida una reflexión sobre la familia, ¿no?
-No es a propósito, aunque sé que la frase entera bien puede servir para describir más de un puñado de familias. En el cuento, la narradora la utiliza para referirse a su primera relación amorosa. A su primer novio, alguien a quien afortunadamente se puede dejar, sobre todo dejar de elegir, si es que le atañe esa reflexión. Pero a la familia a veces no se la puede dejar, es lo que nos tocó y muchas veces, aunque sea siniestra, una amenaza o de terror, no puede relegarse. Siempre va a seguir siendo la familia, presente o no, cerca o lejos. Como diría Charly, “bancate ese defecto”. En esa historia, ella lucha por salir de esa relación abusiva y no siempre lo logra, pese al esfuerzo en hacer foco en los agujeros del vínculo, como lo hacen muchos adolescentes -y la historia está narrada por una adolescente- al intentar ver solo lo feo de la familia que les tocó en suerte, si la madre grita mucho u opina demasiado o si el padre deja tiradas las medias en el medio de la sala. Aquí, en este cuento, es mejor ver los detalles horrorosos sin ver el resto. Y en este caso es un romance horroroso y si anidase una reflexión sería también sobre una familia horrorosa, sin dudas. Aunque haya parejas o familias que no merezcan ni una sola línea.