La primera semana de diciembre está marcada en rojo en el calendario del radicalismo. Los miembros de la convención del partido centenario serán convocados –aún sin fecha exacta definida– a renovar autoridades. Como es habitual en la UCR, se espera que “vuelen vasos”, como graficó una fuente partidaria a Página/12. La pelea por la conducción creció en intensidad en los últimos días y tiene como protagonistas a dos bloques internos bien definidos. Por un lado, todo indica que el senador porteño Martín Lousteau se postulará en tándem con el actual presidente, Gerardo Morales, quien en una suerte de enroque pasaría a ser su vice. Por el otro, el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, asoma como la cabeza de un sector apoyado en el denominado “grupo Malbec” de Alfredo Cornejo, que está dispuesto a plantarse y dar batalla. El asiento en disputa está más caliente que nunca: el botín es una estructura de cinco gobernaciones, la segunda minoría en la cámara de Diputados y unos 400 intendentes e intendentas de todo el país. Una acumulación de poder impensada años atrás y que entusiasma a los radicales con encabezar la oposición al próximo gobierno, sea de Sergio Massa o de Javier Milei.
A la par de la disputa por el poder interno, cada bando tiene además sus propios intereses respecto al balotaje, lo que le agrega un condimento extra a la riña. Las primeras tensiones en ese sentido ya se dejaron ver esta última semana. Morales, uno de los que se mostró públicamente más lejos de Milei, dijo que en caso de que gane el libertario “no vamos a poder pagar los sueldos a los empleados públicos” provinciales, debido a un eventual recorte de la coparticipación federal. Enseguida, Valdés salió a cruzarlo: “No estoy de acuerdo”, lo enfrentó. “La coparticipación la tenemos garantizada”, atizó, y avisó que presentará junto a Cornejo “un planteo ante la Corte para que se nos reintegren los recursos que nos corresponden y que recortó unilateralmente este gobierno, del que Massa forma parte”.
Esa discusión desnudó que si bien el radicalismo logró consensuar una posición “neutral” respecto de la segunda vuelta, sus principales dirigentes sufren y sufrirán cada vez con más fuerza la presión externa –tanto del massismo como de la alianza Macri-Milei– para posicionarse abiertamente por uno u otro candidato. Por ahora, sigue primando la idea interna de ceder lo menos posible, con el objetivo de conservar una unidad –al menos en las formas– que valoran a futuro más allá de los intereses del corto plazo. Esa cohesión, entienden, es un valor frente a la implosión del PRO.
Por esa misma razón, la renovación de la conducción se fijó para después del balotaje. Varias voces partidarias coinciden en que el resultado del 19 de noviembre tendrá una influencia decisiva no sólo en la elección de las autoridades sino en el perfil político que tendrá el partido frente al próximo gobierno. No es lo mismo ser la oposición de la “unidad nacional” a la que probablemente los convoque Massa, en un contexto de diálogo institucional, que serlo frente al ajuste brutal, el caos social y la reconfiguración política que --muchos entienden-- caracterizará a un hipotético período libertario en la Rosada.
El mapa interno
En lo concreto, puertas adentro se trazó una línea divisoria muy clara: el sector de Evolución, encabezado por Lousteau, el diputado Emiliano Yacobitti y el gobernador electo de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, coincide con Morales en su apoyo solapado a Massa; mientras que Valdés, junto a Cornejo y el gobernador electo de Chaco, Leandro Zdero, ponen por delante su antikirchnerismo y no ocultan su inclinación por “el cambio”, aún si lo representa Milei. Cornejo ya dijo que fiscalizará en su provincia para el libertario. Valdés viene de juntarse con el armador libertario Guillermo Francos, que suena como ministro del Interior de un gobierno de LLA. Morales, en tanto, continúa con su guerra intestina contra Mauricio Macri.
En el medio quedaron “sueltos” algunos dirigentes cordobeses, como Rodrigo De Loredo, hoy más cercano a Evolución. Facundo Manes, que en 2021 cosechó más de un millón de votos en la provincia de Buenos Aires, encontró cobijo bajo el paraguas de la “neutralidad” partidaria. Otro jugador de peso en la provincia, Maximiliano Abad, quien jugó fuerte con Patricia Bullrich y asumirá como senador nacional, reunió esta semana a su tropa con miras a parar un bloque bonaerense, sin alusiones al balotaje. El cordobés Mario Negri, en tanto, anunció su retiro de la política partidaria. El pacto Macri-Milei, confían puertas adentro, fue el punto cumbre de su “hartazgo”. Este jueves publicó un Tweet en el que condenó las posiciones antidemocráticas de Victoria Villarruel tras el debate de vicepresidentes.
Vuelan vasos
Cerca de Lousteau dan por descontado que su acuerdo con Morales, que se consolidó a partir de 2021 y el juego conjunto detrás de la candidatura presidencial de Horacio Rodríguez Larreta, les aporta los delegados necesarios para imponerse. La palabra favorita en ese espacio es la “renovación” partidaria, aunque algunas voces les reprochan que, con el jujeño como vice, tal cosa sería contradictoria.
El tándem Morales-Lousteau viene de romper en duros términos con Mauricio Macri luego del pacto de Acassuso con Javier Milei. Básicamente, lo echaron de Juntos por el Cambio. Macri contragolpeó acusándolos de tener un acuerdo con Massa, que Morales se encargó de negar. Lousteau redactó de su puño y letra el documento de la ruptura y que fijó la posición de neutralidad. Valdés y Cornejo, cuando se enteraron que el escrito hacía mención, con nombre y apellido, a Javier Milei como un peligro para la democracia, pusieron el grito en el cielo.
Ese día volaron los primeros vasos. En Mendoza, la provincia que Cornejo volverá a gobernar a partir del 10 de diciembre, Milei cosechó un 40 por ciento de los votos, muchos de los cuales también lo votaron a él como gobernador. Hay un electorado compartido. La misma situación atraviesa a Pullaro y Zdero, aunque en menor medida. Por eso, también, impulsaron la reunión de los diez gobernadores de Juntos por el Cambio que hizo una caracterización general de la situación política, sin nombres. El equilibrio es complejo.
Valdés, en tanto, ya hacía correr su interés en competir por la presidencia del partido desde antes de las generales de octubre. “Hace rato que está generando ruido interno, está en todo su derecho, pero no llega. Capaz lo que busca es hacerse un poco más conocido colgándose de los demás”, le bajan el precio desde un sector del partido, donde también recuerdan que “Cornejo hablaba pestes de él” antes de sellar el acuerdo.
Respecto del futuro de Juntos por el Cambio, las visiones en el radicalismo son pesimistas. “La alianza se rompió hace rato. En las reuniones de mesa chica del año pasado invitaban hasta a los choferes de los dirigentes, ya era cualquier cosa. Dejó de ser un espacio de toma de decisiones. Habrá que ver si eso se puede recomponer”, dicen.