Entre las carpas de las Feria del Libro de Salta, Selva Almada camina imperceptible, como escondiéndose entre los libros, o siendo esencia de ese trazo que va de sus manos de escritora, pasa por las manos de un librero hasta que llega a las manos del lector.

Ese trayecto podría caracterizar cabalmente a Selva Almada, una de las escritoras contemporáneas más importante de Latinoamérica, pero también librera y gestora que apuesta a la literatura y a los autores y a autoras de las provincias.

Es una noche cálida y acepta que nos refugiemos en uno de los cafés armados para la feria en el predio de la Usina Cultural. Invito a tomar agua, y se sorprende como si esperara escuchar una palabra más sensitiva en medio del calor: cerveza hubiera cumplido tal vez con esa epifanía.

Pero en el lugar ya no queda ni agua ni cerveza, y me viene a la memoria esa historia de atmósfera densa y de un clima bochornoso en su novela El viento que arrasa.

“La historia empezó como un cuento, por eso creo que hay pocos personajes, está todo muy concentrado en unas pocas horas en la vida de esos personajes”, recuerda Almada sobre cómo se fue gestando. “Después empecé a tener muchas dificultades para cerrar ese cuento. Lo dejaba descansar un tiempo, y cada vez que volvía el relato se seguía abriendo, y bueno, la figura del pastor que en un principio era un chanta y de una idea como más común que es a la que estamos acostumbrados, el pastor que engaña a la gente para sacarle dinero, empezó a convertirse en un personaje que realmente cree, que tiene verdadera fe y predica. También empezó a tener más protagonismo el personaje del mecánico, los chicos y empecé a darme cuenta que eso que yo quería encorsetar en el género del cuento era una novela, y que el mismo relato estaba pidiendo un poco más de espacio”.

Persiste en esa novela un relato contenido, la sensación de que algo va a explotar en cualquier momento…

Tiene mucho que ver con el universo de ese relato, del pueblo chico, de la ruralidad, donde parece que nunca ocurren grandes acontecimientos, pero todo está como latente todo el tiempo, sobre todo la violencia. En las grandes ciudades la violencia es más visible y en estos lugares no es que no son violentos, sino que hay una violencia que se va cocinando despacito, por debajo, y de vez en cuando eso sale a la superficie y explota. En la novela está esa inminencia, como que algo va a pasar, después realmente es una novela de acontecimientos pequeños.

¿Crees que en el actual auge de escritoras mujeres, hay otra Argentina que se cuenta que no era la que se venía narrando en las voces de los varones?

Totalmente, ya sea desde los géneros, como lo que trabaja Mariana Enriquez o Samanta Schweblin, que trabaja más con la literatura fantástica, como desde el trabajo con el lenguaje. Creo que ese es un rasgo muy marcado, somos escritoras que trabajamos mucho el lenguaje de nuestros textos y ponemos especial cuidado, no solo en la trama, que hay muy buena trama también, sino cómo se cuenta esa peripecia.

¿Importa más el cómo que contar grandes acontecimientos?

Y a mí me parece que eso es interesante y es un rasgo distintivo en la escritura de las escritoras contemporáneas argentinas. Por ahí puede parecer una obviedad porque trabajamos con la palabra, pero en la literatura que escriben mis compañeros varones me cuesta más encontrar esa búsqueda de estilo, de un laburo importante sobre el lenguaje y lo encuentro en general en todas las escritoras que hoy podemos nombrar como más leídas y conocidas.

Se habla del boom de escritoras latinoamericana, ¿lo ves así?

Hay muchas escritoras en Argentina y en Latinoamérica, una corriente muy potente que me gusta mucho. Un proceso que se dio en toda Latinoamérica. Pensemos en Mariana Enriquez y en Samanta Schweblin, que por ahí fueron un poco la punta de lanza, al mismo tiempo que en México estaba surgiendo Fernanda Melchor, por ejemplo, y Cristina Rivera Garza.

Yo lo del boom de las escritoras mujeres lo pongo un poco en cuestión para dentro de los países, sobre todo de Argentina que es lo que más conozco. Porque está esta visibilidad de muchas de nosotras que ganamos premios afuera, que somos traducidas, pero en la Argentina los premios más importantes lo siguen ganando los varones, las tapas de los suplementos siguen estando en su mayor parte los escritores varones. Entonces yo siempre cuestiono un poco lo del boom, quizás hacia afuera sí, pero no lo veo con tanta fuerza dentro de Argentina.

Lo que sí es verdad que desde que yo empecé a escribir a principio de los 2000 hasta ahora, hay una presencia muchísimo más fuerte de escritoras mujeres y también una diversidad, que es lo que hace tan rica esa literatura: no escribimos todas lo mismo, no escribimos todas iguales.

¿Qué es Salvaje Federal?

Es una librería que está enfocada en la literatura que se escribe y se produce en las provincias del país. Tiene una tienda online, y hace un año tenemos un espacio físico en Buenos Aires, donde hacemos presentaciones, invitamos autores y autoras de las provincias. Hemos hecho un festival en Rosario el año pasado, hemos intervenido en otros festivales en Resistencia, ahora en Venado Tuerto.

www.salvajefederal.com

¿Tiene un club del libro también?

Sí, de paso aprovecho para invitar a los lectores del diario, porque tenemos un club del libro que es por suscripción y todos los meses recibís una novedad literaria de una de estas editoriales que tenemos en el catálogo, ahora por ejemplo llega un libro de Emma Barrandéguy, escritora y periodista entrerriana y que dos editoriales pequeñas se unieron para publicar su libro. Entonces siempre hay alguna novedad editorial y algún otro libro objeto, para conocer autores emergentes de las provincias.

https://salvajefederal.com/suscripcion/

¿Esto te ha permitido tener un mapa de la narrativa argentina actual?

Es como un mapa que siempre se está renovando gracias a venir a estas ferias que me permiten conocer libros y autores. En algunas provincias hay movidas más grandes, como Córdoba que tiene muchas editoriales hace mucho tiempo y un catálogo fuerte, pero también veo que en Tucumán han florecido un montón de editoriales pequeñas, dirigidas por jóvenes. Este año estuve en Salta, en La Rioja, en Santiago del Estero, en Tucumán y veo que hay una movida en el noroeste que yo no conocía, pero sobre todo autores y autoras jóvenes. Estas ferias son muy importantes estas para conocer y crear redes, sobre todo en un mercado muy pequeño como es el mercado del libro argentino.

¿Sigue existiendo la periferia en el campo literario?

A veces me cuestiono esta dicotomía Buenos Aires vs. las provincias, porque ¿tiene que pasar todo por Buenos Aires?, porque si no de alguna manera estamos alimentando la idea de centralismo si pensamos que tenemos que estar en Buenos Aires. Bueno, no soy el mejor ejemplo, pero me parece que hay que volver a pensar de una manera nueva las literaturas regionales, valorarlas. También los lectores tienen que tener ganas de leer o descubrir a los autores de sus provincias.

También comprendo que los lectores se llevan por la vidriera, pero asumir más riesgo a la hora de leer también es la premisa de nuestra librería, entrás ahí o a la página y los libros no están catalogados por género, sino por región. Entonces tenés que ser curioso y ver qué escriben en Salta, entro ahí y busco un autor salteño, una autora y me arriesgo a saber qué escriben en Salta, porque probablemente no encuentren que Beatriz Sarlo habló de ese autor o que Cristina Mucci lo invitó a Los Siete locos