La primera vez que lo vi, estaba caminando por una calle de tierra, metido en un gabán de pobre, con la barba corta, extremadamente flaco y una sonrisa apenas tímida. Caminaba solo. Miraba un campo que estaba marcado por unos palos donde había que hacer un barrio nuevo. Atrás y lejos había mucha gente haciendo otras cosas mientras él cultivaba el arte (o la costumbre) de pasar desapercibido. Tranquilamente podría ser un personaje de Arlt o de Discépolo.

Tiempo después lo vi en Ranchos, (allá donde el virrey Ceballos había marcado la línea de frontera) entregando un barrio y cuando le pasaron el micrófono casi no habló: “No es momento. Es un instante muy emotivo, yo me emociono, la gente está emocionada y feliz y yo la veo que agradece y llora y se le extiende la mirada hacia un futuro sólido. No es momento de hablar, de discursos. Mirá, justo la semana pasada Axel me decía que él puede tener el peor de los días, pero si le toca entregar viviendas, se le arregla el mundo. A mí me pasa lo mismo. Y la gente sabe que esa casa se la construyó el estado”.

El que habla es Agustín Simone, ministro de Hábitat y Desarrollo Urbano de la Provincia de Buenos Aires, hijo de trabajadores y de la educación pública, a la que sintió que tenía que defender en el año 1992 porque “querían poner una ley de educación que era un desastre” y así probó por primera vez los gases lacrimógenos. Claro que no estaba solo, llevaba consigo a la familia de la mamá, muy peronista, el abuelo, ferroviario de Perón, el bisabuelo ferroviario y concejal socialista que trabajaba en La Fraternidad antes de la nacionalización, y después, ya nacionalizados los ferrocarriles, fue a la secretaría de transporte como director del San Martín, se tuvo que ir con Onganía y volvió con el peronismo. Con todo eso adentro probó a los catorce años de su edad la utilidad de los pañuelos con jugo de limón.

“Con Axel nos conocimos en el '97, militábamos en TNT, una sigla sin significado, decían que era Tontos pero No Tanto, la sigla era un chiste, nos reíamos diciendo que éramos el coyote del correcaminos porque todo nos salía mal y el fuerte era el humor. Era la época de franja morada en pleno menemismo, claro que no estábamos en franja morada y era difícil hacer trabajo político sin ser catalogado de menemista. De ahí salieron todos economistas, menos yo, que estudié administración” cuenta mientras se ceba otro mate en una oficina desprovista de todo, salvo su libreta y un mapa de la Provincia de Buenos Aires que conoce bien “entre otras cosas porque en el año 2016 salíamos del Ministerio de Economía y Axel me sugiere ir a la ciudad de Mercedes, porque hacía falta un administrador. Estuve dos años en un pueblo de setenta y cinco mil habitantes, donde todos se conocen, y fue una gran experiencia. Todavía mantengo contacto con personas de la que me encariñé mucho, y además una cosa es Nación donde ves cifras y otra distinta es tocar, vivir el territorio. Ahí se aprende de verdad, con la gente y sus necesidades. Por eso vamos, vemos, hablamos. Axel es implacable en eso: hay que ir, ver, conocer de verdad. De ahí nace también la unidad del equipo que armó el gobernador, todos estamos atentos a aprender más y que eso después sirva para hacer un aporte al gobierno y a la gestión. Somos gente con ganas de aprender siempre para aportar al trabajo”.

De la infancia recuerda el departamento en el barrio del Abasto en la calle Jean Jaurés y los fines de semana en una quinta de Moreno, los libros de Herman Hesse, de García Márquez “y a Aída, una maestra de quinto y sexto grado, una mujer joven y llena de rulos que nos daba clases de teatro y nos hacía leer cosas interesantes con profundidad social” y después, ya en la secundaria, un profesor de historia y otro de biología que los metió a todos en el operativo Malimán, un sistema donde una escuela de Capital Federal apadrinaba a una escuela de frontera a donde además había que ir. Aquello duró dos años, y aquel contacto con otra realidad “también te transforma, te educa, te enseña que hay otros chicos que van veinte días a la escuela en medio de la nada y los restantes diez vuelven a trabajar con sus padres en el campo, sembrando, cosechando o arriando animales. Tomas noción no solo de lo enrome que es la Argentina, sino que hay realidades que si no las vivís no las podés imaginar”.

No es fácil hablar con Simone en términos estrictamente políticos, a pesar de ser una persona absolutamente política, pero resulta que “no podés decidir sin política. La entrega de las casas, hechas bajo directiva de Axel, es gestión y política unidas. La política son hechos. Y nosotros bajo esa idea le damos más bola a la gestión. Por ejemplo cuando asumimos, Axel me dijo que había que hacer diez mil casas, y ya hicimos veinte mil, y ahora gracias al voto de la gente, tenemos cincuenta mil en proceso y eso no viene de la nada, viene de la gestión que parte de pensar políticas de estado para la gente. Por eso creo en cómo gobierna Kicillof, por eso digo que si él dice que tiene que ser azul, yo quiero que sea azul. En el gobierno yo quiero lo que quiera Kicillof, por una razón muy simple: funciona”. 

Pero nunca deja una idea que le parezca buena. Puede esperar el tiempo que sea necesario. Con la política le pasa como con los libros: “leo varios libros al mismo tiempo, algunos los termino rápido, otros que merecen más concentración puedo tardar años en terminarlos, pero los termino, no suelto”. Lo mismo que con la política en la que cree desde aquella tarde de los gases lacrimógenos en la plaza: “cuando tenés una idea en la que creés, tenés que pelearla, seguirla, estar encima” pero lo dice con esa sonrisa casi supersticiosa, como si pidiera disculpas, tratando de que no se note que puede tomar decisiones duras que merezcan rigor mientras se ocupa de aclarar que “para viviendas nunca faltó plata. Lo más difícil a veces es encontrar los terrenos en los municipios, entonces hay que estar, insistir, ir a los pueblos, hablar con las autoridades pero también con la gente, preguntar todo el tiempo. Para nuestro gobierno, que la gente tenga su casa definitiva es fundamental, por eso Kicillof presiona siempre con la gestión, pregunta, insiste y mi trabajo es correr para lograr sus objetivos, que son los nuestros. Nosotros entramos corriendo de atrás, porque en mi caso, Vidal había dejado en ruinas barrios que estaban listos para estrenarse y tuvimos que reconstruirlos o hacerlos de nuevo, después Axel apurando las casas que quería hacer. Ahora que ganamos la elección hay que hacer rápido y bien, las casas que espera la gente. Y fíjate, todo es correr y hacer, correr y hacer, todo el tiempo, por eso siempre digo que la política no es una carrera de velocidad, la verdadera política es una maratón”.