La propia vida puede ser materia poética. Una sonoridad que se despedaza y se convierte en un bricolage de secuencias que podrían cambiar de lugar. Un coro que es, en realidad, un equipo de tramoyistas que, al diseñar la forma técnica de esta obra quedan envueltos afectivamente con el protagonista.
Ariel Osiris cuenta su vida y compone con ella un poema desvariado. Los datos están allí, contundentes, una biografía marica anclada en la política argentina, la dictadura, la guerra de Malvinas y los años ochenta. Hay un dolor que no sucumbe ni ante la festividad más gloriosa. El amor es un camino raudo, una belleza que se encuentra y desaparece. En Cantata para una rumia mental, la ciudad es una zona a conquistar, un territorio de amores varios, un lugar a donde el protagonista desea encontrar a los hombres que amó.
La obra que forma parte de la alianza creativa que conjugan hace tiempo Ariel Osiris y Jorge Thefs invoca al under de los 80: “Sentí que se volvía una necesidad revisar los sótanos con una generación mucho más joven”, explica Ariel Osiris.
La historia personal es política
“Recuperar esa cuestión de militar con el cuerpo que en los 80 sucedió como una especie de impulso natural.” En relación a la construcción dramática Ariel Osiris agrega: “Yo no había abordado demasiado el tema de la escritura y en los últimos años tuve la necesidad de contar ciertas experiencias, de percibir una poética en la manera de vivir las cosas. Yo pensaba: ¿a quién le va a importar esto? El equipo de esta obra me ayudó a ver que no soy únicamente yo, un individuo puede ser una muestra de un momento político de un país. Ahí aparece la mirada de Jorge, yo escribía cosas sueltas y se las mandaba como si tirara una botella al mar, después Jorge me propone darle un sentido dramatúrgico.”
Tomar la escena por asalto era una característica del under de los ochenta. En lugares como el Parakultural. Urdapilleta y Tortonese se apropiaban de la impronta de los recitales de poesía desde un arrojo que construyó una escuela de actuación. Un elemento que define esa estética es la potencia del intérprete que crea un estilo. Alejandro Urdapilleta tenía muchísima formación pero hizo de esa potencia técnica un medio para que apareciera esa dimensión poética.
Reflexiona Ariel: “Yo fui al Parakultural desde que se inauguró. Un poco por casualidad y también porque estudiaba danza con María José Gabin que era una de las Gambas al ajillo. Fue todo medio mágico. Era salir a patear la calle con amigos y encontrar esos lugares extraordinarios. Uno de los textos que digo en la obra es: 'Nos quedábamos sin aire, rebotábamos contra los cordones y nos armábamos rápidamente'. Pero eso también fue producto de la brutal represión que vivimos, yo pasé toda mi adolescencia durante el proceso y la primerísima juventud siendo colimba y soldado. No me tocó ir a la guerra de Malvinas pero estaba la posibilidad, algo que para un muchacho de 18, 19 años es de un horror enorme. Eso marca la identidad de una época y de una generación.”
La forma del varieté impregnada por los usos y costumbres de los partners jóvenes que acompañan a Ariel en escena y que reconocen en él a una gloria del universo artístico de Buenos Aires, rompen con la melancolía. Hay momentos donde Ariel se emociona como si descubriera secuencias de su vida en ese instante, otros en que se vuelve confesional. El retrato personal siempre se deja impregnar por lo histórico político: “El primer libro que me dan para leer en el secundario es de Haroldo Conti y la profesora lo tiene que cambiar porque unos meses después Conti pasa a formar parte de los 30 mil desaparecidos”.
Una entrevista que le realiza Jorge Thefs corta la escena. Lo inmediato del contexto político hace su aparición y también se unen escenas de diferentes temporalidades cuando Ariel recuerda los edictos policiales (que estuvieron vigentes hasta el año 1994 cuando se reformuló la constitución y la ciudad de Buenos Aires consiguió su autonomía).
Ariel recuerda a Carlos Jáuregui y describe una de las acciones que el primer presidente de la CHA instrumentaba en los últimos años de la dictadura y los comienzos de la recuperación democrática “Yo tengo guardado por ahí un panfleto que Jáuregui tuvo la idea de repartir en la calle, concientizando que la policía no tenía derecho a pedirte el documento. Era como una pesquisa, íbamos caminando por Santa Fe, veíamos a alguien que nos parecía que era gay y le dábamos el papelito y salíamos rápido porque cualquier policía te podía llevar preso. Si vivías poniendo el cuerpo de esa manera imaginate en el escenario, era una continuidad . Yo a veces jodo con que no me vestía, me desvestía para salir a escena. Esa cosa de exhibir el cuerpo también tenía que ver con un acto de militancia pero en ese momento era un impulso vital, con el tiempo lo pude ver con más claridad. Eso era algo muy particular de la época, primero se hacía y después alguien le ponía una definición. No había una cátedra de teatro revulsivo.”
Ama la libertad
Lo bello es que, gracias a los procedimientos que imponen afectuosamente los artistas más jóvenes, la fatalidad se desvanece. Hay algo mesurado y placentero, más natural en la juventud de hoy que puede vestirse como quiere, ser no binaria, andar pintada y con tacos. “Yo veo a los chicos en la calle y se me llenan los ojos de lágrimas. Igualmente yo era bastante libre. Hacía lo que quería, incluso corriendo el riesgo de ir preso. Los derechos se tardan mucho en conseguir y se pueden perder muy rápidamente. Que no nos vengan a vender espejitos de colores con libertades extrañas”.
Cantata para una rumia mental tiene algo de proyecto. Juega con mostrar la preparación como si se tratara de una suerte de ensayo teatral sobre la vida de un hombre que hace del recuerdo un presente. El material audiovisual, con la edición de Florencia Labat tiene la entidad de un documento, especialmente cuando vemos las imágenes del programa 24 horas por Malvinas que se emitió en ATC en pleno conflicto bélico pero también cuando aparecen secuencias de la película Crecer de golpe de Sergio Renán, el film que un Ariel púber fue a ver con su mamá al cine.
“En esto fue clave el aporte de Jorge en la dirección y de cada uno de los integrantes. Resulta muy atractivo mostrar lo que generalmente se oculta, quién mueve la escenografía o quien me alcanza un vaso de agua o me ayuda a cambiar de ropa. Es un procedimiento que refuerza esta idea de hablar en primera persona, esa decisión de exposición donde lo que se expone es el mecanismo que hace posible el hecho creativo”
La síntesis se encuentra en ese juego de dibujar sobre la imagen (un tratamiento del material audiovisual de Federico Casalinuovo. Cuando solo queda el dibujo como un bosquejo sentimos que allí está el código de esta obra, en ofrecer ese esqueleto desnudo para ser completado. Los dibujos también aparecen en el vestuario (a cargo de Camila Ferrin). En ese traje blanco de novia dislocada diseñado por Ana Paula Fernández que tiene unos arabescos virtuosos como un modo de convocar el hechizo de una ceremonia.
Cantata para una rumia mental, de Ariel Osiris y Jorge Thefs, se presenta los miércoles a las 20.30 en Casa Sofía.