El 14 de noviembre de 2021, la vida de Zoe, una niña de 4 años, llegó a un abrupto y trágico final en La Rioja. Su cuerpo calcinado fue encontrado al costado de una motocicleta en una vivienda de la capital riojana.
La jueza de Violencia de Género y Protección Integral de Menores, Jesica Díaz Marano, determinó en agosto de 2022 procesar a la madre de la menor, Julieta J. Córdoba, y a su pareja, el pastor evangélico Andrés R. Bustamante, por la presunta coautoría material del delito de "Homicidio Agravado por el vínculo, Alevosía y Criminis Causa".
La historia de Zoe es compleja y refleja diversas circunstancias que contribuyeron a su trágico destino. La niña fue producto de un vínculo entre adolescentes y nació cuando sus padres eran menores de edad. Desde sus cuatro meses de vida, fue abandonada por su progenitora, y quedó al cuidado de hecho a cargo de sus abuelos paternos en Chilecito, La Rioja.
En diálogo con La Rioja/12, Oscar Rodríguez, abuelo paterno de Zoe, relató que jamás tuvieron el cuidado personal por vía legal, pero que eso no parecía ser un problema hasta que la progenitora reapareció para reclamarla.
A pesar de que la familia paterna la había criado desde temprana edad, y de las advertencias sobre la situación de vulnerabilidad de la madre biológica, la rigidez formal prevaleció sobre el bienestar de la niña, que fue arrancada de su hogar para vivir con quien la asesinó. Resulta que al nacer Julieta Córdoba no anotó al progenitor en los documentos de la niña, por lo que cuando la familia paterna quiso reclamar la responsabilidad parental, se encontraron que aquella circunstancia pasó a ser un impedimento que teminó siendo letal.
La progenitora de Zoe, procesada por el crimen de su hija, vivía en condiciones de extrema vulnerabilidad, dedicándose a la prostitución y enfrentando problemas de consumo problemáticos. La familia paterna había advertido a las autoridades sobre esta situación, pero sus alertas no fueron atendidas, y la tragedia se consumó.
El proceso instrucción reveló que entre las 22.30 y la madrugada del 14 de noviembre, la madre habría golpeado a Zoe en la zona del maxilar derecho. Ante la fractura provocada, solicitó la ayuda de su pareja, el pastor evangélico Andrés Bustamante, quien presuntamente también golpeó repetidamente a la niña. Para ocultar el asesinato, habrían intentado simular que Zoe había provocado un incendio, quemando su cuerpo debajo de una motocicleta en el patio interno.
La jueza Díaz Marano concluyó que hay "una alta probabilidad de que dos personas han participado en la muerte violenta de esta niña". Mientras el juicio aún no tiene fecha, la familia de Zoe espera que se haga justicia por la pequeña que, en vida, estuvo marcada por una serie de circunstancias que no la protegieron como deberían.
"Zoe no se quería ir nunca con ella", relata Oscar, y explica que a pesar de todo lo que ellos hicieron, la Justicia intercedió para entregarla con su asesina. Fue así que en febrero de 2021 se la llevaron de Chilecito por última vez y le perdieron el rastro. Zoe vivía en la capital riojana pero la familia paterna nunca supo donde hasta que fue demasiado tarde.
Ese año la niña solo pudo ver en dos ocasiones a quienes la criaron desde bebé, una de sus tías logró un encuentro con la progenitora en una plazoleta para el día del niño, y posteriormente el último encuentro con Oscar fue en septiembre en la plaza 25 de mayo. Entre lágrimas Oscar cuenta cómo Zoe le pedía por favor que no se fueran. Él explica que le pidieron a la progenitora que la dejara un rato más, pero que ella se negó y esa fue la última vez que la vieron con vida. Oscar describe cómo jugaron aquel día en la plaza y cómo lo revive en cada visita a la capital riojana arrepentido de no haber actuado diferente. "Estamos muy arrepentidos de hacerle caso a la Justicia", dice el abuelo.
A dos años del asesinato, aún no hay fecha de juicio y Oscar expresa mucho dolor por la diferencia del tratamiento en relación al caso Dupuy. Unas semanas atrás, Ramón Dupuy visitó La Rioja y fue recibido por muchas autoridades provinciales mientras Oscar sentía una diferencia importante en el trato, "me sentí como si me hubieran despreciado, no a mí, sino a mi nieta". En el contexto de un acto institucional en el Tribunal Superior de Justicia de La Rioja, el sistema judicial riojano expresó cuan conmocionados estaban por el caso del niño asesinado en la Pampa, Oscar describe la angustia de haber estado presente viendo que en ese marco nadie mencionaba a su nieta, ni a Thiara que recientemente había sido encontrada calcinada en un descampado.
"No le dan el mismo valor, es como una Jueza que escuche ahí que tiene una foto de Lucio en su escritorio y no va a tener una foto de Zoe que es de acá de La Rioja". Oscar dice que a le gustaría que existiera una ley Zoe que penalizara a quien violara los derechos de los niños a ser escuchados, porque "Zoe no se quería ir nunca con ella. Venía con la policía y la tenés que entregar y Zoe lloraba y lloraba y no se quería ir".
El abuelo de Zoe hoy plantea que el Estado es responsable de no haberla escuchado y es por eso que cree que "los legisladores riojanos podrían haber pensado en su caso, porque son muchos los crímenes evitables si los asesores de menores y los funcionarios valoraran las palabras de los niños y las niñas sobre los cuales deciden su destino". Para Oscar eso tendría que ser más importante que el documento o cualquier papel: "mi nieta era feliz con nosotros y nos la sacaron".