El humo azul irrumpe parte del campo de juego del estadio Mario Alberto Kempes, los jugadores de Independiente Rivadavia saltan y levantan el trofeo de campeones. Consiguieron el ascenso a la máxima categoría después de ganarle a Almirante Brown y la hazaña le puso punto final a 41 años de espera.
Maximiliano Gagliardo, arquero de la Lepra, llora, levanta los puños y se abraza con su familia. Con este nuevo logro, suma su tercer ascenso a Primera. Antes lo hizo con Arsenal en 2019, y con Barracas Central en 2021.
“Me sentí mucho más útil en esta final y la disfruté más que las anteriores. Tenemos un grupo de muchos chicos y cuando pasa eso, te tenés que hacer cargo de la posición que ocupas. En el entretiempo, cuando había ansiedad, le pude poner calma y dentro de la cancha, cuando nos estaban atacando, estuve para ayudar al equipo y serenar”, dice, y entre risas aclara que tiene el pelo azul por una promesa que debía cumplir si se daba el ascenso.
Gagliardo tiene 40 años y fue uno de los responsables de que su equipo salga victorioso en la final. Cuando le tocó responder ante las situaciones de peligro del equipo de Isidro Casanova, demostró la serenidad de su experiencia para disputar este tipo de encuentros. “Para algunos jugadores era su primer ascenso. Uno por ahí ya sabe que es más para disfrutar, que jugas un partido de fútbol contra un par. Que si no fuese una final es un partido más del torneo. Eso te da mucha más tranquilidad”, explica.
Antes de aterrizar en la Lepra mendocina, tuvo pasos por distintos equipos del ascenso, donde le tocó defender el arco de El Porvenir, Flandria, Platense, Morón, Atlanta, Los Andes, entre otros. Con el Milrayitas también consiguió un ascenso y los de Lomas de Zamora dejaron la B Metropolitana para jugar en Nacional B. Eso fue en 2014. El logro le valió un mural en las cercanías del estadio Eduardo Gallardón, donde lo homenajearon con la siguiente frase: “El numero uno de Lomas”. “Jamás pensé estar en un mural. Fue el reconocimiento más grande que me hicieron”, confiesa.
No solo, entonces, es un experimentado por la edad, también por las horas de vuelo que sumó en las distintas categorías del fútbol argentino. “Lo que te enseña el ascenso es la fuerza de voluntad y a lograr objetivos con pocas cosas. Ahí entendes que haces un deporte grupal y no individual. Por ahí en Primera se ve mucho más el yo y no el nosotros. Eso te lo da el ascenso. El amor y la familia que hay en las canchas es algo hermoso. Pasan generaciones y generaciones”, explica.
Y agrega: "El ascenso ha crecido muchísimo. No es el mismo de cuando empecé allá por los 2000. Hoy la Primera Nacional es casi la Primera. Sacando 12 o 13 equipos que están muy por encima, después es muy similar y está muy parejo. Hay más jugadores de ascenso que juegan en Primera, más clubes de ascenso que suben y no bajan más".
Además, tenes nutricionistas, psicólogos, odontólogos. Está mucho más profesionalizado. Antes era más a pulmón y hoy esas cosas se respetan.
Esta chance de jugar en Primera con la Lepra lo entusiasma y reconoce que tiene algunas cuentas pendientes antes de marcharse del fútbol. Por ejemplo, jugar una copa internacional. La edad no lo condiciona y hace mención de algunas referencias que demuestran modelos a seguir. Solo por nombrar dos recientes: José Sand, que acaba de jugar su último partido a los 43 años; o Fábio Deivson Lopes Maciel, el arquero de Fluminense que con 43 calendarios acaba de ser campeón de la Copa Libertadores.
“De un tiempo a esta parte, la carrera se estiró mucho más. Los jugadores estamos mucho más atletas a comparación de lo que era antes. Sin duda, con alimentación y entrenamiento, se puede estirar un poco más. Los arqueros, igual, tenemos un poco más de margen que los jugadores que están en constante roce”, dice el arquero de la Lepra, sin pasar por alto su actual momento. “Me siento bien, muy pleno. Vine en busca de este logro deportivo, de quedar en la historia”, aclara.
-¿Por qué decidiste incorporarte a Independiente Rivadavia?
-Me llamaron por intermedio de mi representante. Fue un cambio para mí y para mi familia. Estuvimos un tiempito separados, porque mis hijos estaban terminando el colegio y no los podía llevar allá y que se pierdan el último año de escuela. Pero después se acomodó todo y lo hice. Sabía que era un club grande y que podía quedar en la historia para siempre.
-¿Con qué tipo de club te encontraste?
-Un club muy grande, con gente que hacía tiempo venía sufriendo estar tanto tiempo en Nacional B. Un club en pleno crecimiento que había tenido años duros. Arrancamos el año con 1200 socios y lo terminamos con 17 mil. Eso habla del crecimiento que tuvo.
-¿Qué fue lo que se hizo para crezca tanto la masa societaria?
-Era un club que tenía algunos problemas en las tribunas. Puso derecho de admisión y volvió la familia a la cancha. Para entrar a la cancha, puso la condición de ser socio. La infraestructura también creció desde lo deportivo. Se le pusieron las luces led en la cancha, cuando ni equipos de primera por ahí lo tienen.
Gaglairdi se crió en Chivilcoy y a pesar de que su padre siempre se interesó por los autos, él optó por el fútbol gracias a un primo que era arquero en un equipo de su ciudad. Una tarde lo fue a ver, se quedó sorprendido por el cariño de la gente y no dudó. “En ese partido anduvo bien, la gente lo aplaudía, lo ovación aba y ahí nomas dije que quería ser como él”, cuenta.
Dentro de sus influencias, además de ese primo, también están Oscar Córdoba, Marcelo Barovero y agradece lo que ha hecho "Dibu" Martínez. “Lo que hizo ese chico por el puesto de arquero es algo hermoso. Le dio el protagonismo que debe tener. Está bueno que las nuevas generaciones quieran ser arquero, es un puesto muy lindo”.
-Se dice que hay que estar loco para ser arquero, ¿es así?
-Hacemos un juego que consiste en hacer goles y nosotros somos los encargados de evitar toda esa alegría. Nos vestimos diferente, somos los únicos que podemos agarrar la pelota con la mano. Estamos un poco locos, sin dudas.
-¿Qué cosas crees que modificaron los arqueros desde que empezaste a atajar?
-Cuando arranqué a jugar al fútbol no existían los entrenadores de arquero, hoy no hay categoría que no lo tenga. Se fue mejorando la profesión también. Empezamos a usar otras partes del cuerpo, y somos un jugador de campo que utiliza las manos. Si evaluamos el crecimiento de los jugadores al de los arqueros, el arquero ha crecido muchísimo más.
-¿Qué es lo que más te gusta del fútbol?
-Soy un apasionado de esto. Los sentimientos que se viven acá no pasan en ningún otro lado. El otro día (se refiere al día de la final con Almirante Brown) lloré con mi vieja, con mi señora, con mi hija, con mi hijo. Esos sentimientos que te da un partido de fútbol y tener toda una familia detrás, es algo puro. En Argentina es lo único que lo transmite.