Osvaldo está de espaldas. No me ve entrar al bar y yo me acomodo despacito en mi mesa preferida junto a la ventana. Es lunes bien tempranito, algunos caminan apurados a sus trabajos, otros pasean al perro, hay camiones descargando mercaderías y pocas bocinas. La semana se despereza de a poco. En el bar sólo cuatro mesas ocupadas. Gente con “cara de lunes”, la vista clavada en los celulares o perdida en el fondo de la taza de café.
Osvaldo ya no tiene los movimientos rápidos de otros años. El también despunta el lunes con pachorra. Va y viene con la bandeja en ristre para demostrar su destreza y su oficio, ordena tostados o medialunas y cambia saludos con los conocidos. Es amable pero no exagera. Y cuando algún cliente no le cae bien lo maltrata un poco para que no vuelva.
Esta mañana, mientras recorre las mesas, lo escucho silbar esa melodía tan pegadiza que ya es un nuevo himno argentino: “muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar”.
De repente me ve y se acerca apurando el paso.
–¡Don Hugo! ¿Se cayó de la cama o lo echó la patrona de su casa? ¿Qué hace tan tempranito por acá?
–Hola Osvaldo, ninguna de las dos cosas. Empieza el clima un poco más lindo y no dan ganas de estar encerrado. Además lo escucho silbar a usted ese estribillo y me levanta el ánimo. Los cuervos están contentos porque ganaron después de no sé cuántas fechas.
–Mire, si viene a traerme malos recuerdos mejor vaya para el bar de la otra cuadra. Ahí hay un mozo bostero. Vaya con la camiseta del “Flu” y entre hablando en portugués. Eso sí, el tipo es medio cabrón, así que tenga cuidado porque no le va a tener la paciencia de su amigo Osvaldo, que cuando lo quiere joder con servirle el café frío le alcanza. Es cierto que ganamos después de mucho tiempo. Pero antes le ganamos a Boca, y con ese golazo del Perrito Barrios que nos anularon porque la punta del cordón del botín de Girotti sobresalía de la lengüeta. Cómo nos afanaron, jefe, un robo a mano desarmada, sólo con las camaritas del VAR y esas líneas rojas truchas que las maneja Riquelme desde el vestuario. Pero claro, venían de perder esa final y no podían comerse el enganche del Perrito y ese bombazo al ángulo que sacudió la red. ¡No sabe cómo nos abrazamos con el Beto, mi hijo! Gritamos tanto que ni nos dimos cuenta de que lo habían anulado. Y cuando nos avivamos lo seguimos gritando igual. Los Cuervos venimos mal y cualquier gol lo festejamos a morir. Y sobre todo ese golazo, que además fue válido. Ahora resulta que si un jugador es narigón está más expuesto a estar en orsai que un ñato. ¡Dejenmé de joder con ese curro del VAR, carajo!
–Tranquilo Osvaldo, festeje el triunfo de ayer contra Defensa y Justicia y siga silbando el “muchachos, ahora nos volvimos…”.
–Pero Don Hugo, ¿usted se cree que yo silbaba por los Cuervos? No, mi viejo querido, no. Yo silbaba por Massita. Y sobre todo por el Beto y por Luciana, mi nuera. ¿Vio el debate anoche? Por sí o por no.
–Sí Osvaldo. Claro que lo vi.
–Qué paseo, jefe, qué paseo le pegó Sergio Tomás al Peluca. La verdad que a mí me alegra por los chicos. Por mi hijo y por la Lú. Usted no sabe cómo se rompen el culo haciendo campaña por Massita. Anoche se vinieron a casa con los “cumpas”, como dicen ellos. Mi señora y yo felices de tenerlos; ¡no sabe qué banda tan hermosa que es! Lo hacen creer en este ispa a uno que ya está de vuelta. El Beto me avisó que llegaban tarde porque iban a repartir boletas hasta última hora. Y me pidió que fuera a comprar las pizzas al “Cuartito” porque las cervezas las traían ellos. Allá fuimos con Olga, felices, y nos trajimos tres de muzza, tres fugazzetas y algunas fainá. Plata bien gastada. Ni siquiera Olga se quejó de los precios, con eso le digo todo. Corrimos las macetas, los malvones y cuando llegaron los pibes, que eran seis, pusimos la tele en el patio y las pizzas en el horno. Al principio todos en silencio, pero poco a poco la cosa fue tomando color.
Por sí o por no, apuraba Massa y Peluca balbuceaba. Por sí o por no, martillaba Sergio, y el Beto ofrecía las porciones haciendo suya la pregunta: ¿otra porción?, ¿otra birra? Por sí o por no, y se cagaba de risa. Esa frase ya es un éxito Don Hugo, los pibes la hicieron propia. Como pindonga, cuchuflito, morondanga y machirulo de Cristina. ¡Marca registrada!
Milei no pegó ni para dónde jugaba Cruyff. Y ahí se lució este mozo, que de política entiende poco pero de fútbol es una biblia. Les tuve que contar quién era el gran Johan Cruyff, supongo que usted lo conoce, jefe. Por sí o por no.
–Sí, Osvaldo, lo vi jugar y lo sufrí en el Mundial del 74. Los holandeses nos hicieron cuatro con dos goles de ese fenómeno.
–Zafó don Hugo, le renuevo la pasantía en este bar, no como a Milei, que le dieron salida del Central por burro. Y después Sergio siguió con el Papa, con Malvinas, con China, con Brasil, con las jubilaciones, con las indemnizaciones, con el comercio, la dolarización, la venta de armas, y ya ni me acuerdo más porque los pibes festejaban y no dejaban escuchar nada. Era un golpe tras otra como los de Monzón a Benvenutti. ¿Se acuerda de esa pelea, Don Hugo?, por sí o por no.
–Sí, me acuerdo Osvaldo y deje de tomarme examen porque esto no es un debate, usted no es Massa ni yo Milei.
–Mire, quiero ver si de deportes entiende algo. Yo de política sé poco y veo que usted también. Pero al menos no soy gallina. La última vez no me quiso dar su pronóstico para la primera vuelta. Y me dijo que si había segunda me pagaba un desayuno en Ouro Preto, así de entregado estaba. Ese ya me lo debe. Pero si gana Massa se lo perdono, y le digo más, lo voy a invitar a mi casa a comer unas pizzas con los chicos, a ver si le levantamos el ánimo, jefe. Ya sé que va a estar difícil, pero después de la primera vuelta y el debate, nos volvimos a ilusionar. Y ya que Milei les pide consejos a los perros, lo único que espero es que no hable con el Perrito Barrios, porque ese seguro que le bate la justa.
¿Por sí o por no, Don Hugo?