La huelga de inquilines, también conocida como la huelga de las escobas dio la vuelta al mundo: en septiembre de 1907, 120 mil vecinos y vecinas de los barrios porteños de San Telmo y La Boca (el 10 por ciento de la población de la ciudad en ese entonces) se organizaron para luchar contra las condiciones sanitarias, de hacinamiento y las constantes subas en los alquileres. Hoy la situación habitacional en Buenos Aires vuelve a ser noticia por sus precios altos como los rascacielos y por sus edificios sin gente y su gente sin casa. Por eso desde el espacio artístico Tripas Corazón decidieron contar el pasado y el presente de esta lucha exponiendo escobas en la esquina de Humberto Primo y Bolívar.
Símbolo de lo doméstico, las escobas se volvieron emblema de lucha, portadas por mujeres y niños como autodefensa para resistir a los intentos de desalojo. “Barramos con las escobas las injusticias de este mundo” se le escuchó decir a Miguel Pepe, un joven anarquista de 15 años asesinado por la policía en una de las represiones de principios de siglo XX.
"Ni gente sin casas, ni casas sin gente", se lee en los pasillos de la Calle Santa Cruz 140, en pleno barrio de Parque Patricios, donde una comunidad de más de 300 familias resiste al desalojo. Otro de los colectivos organizados es la multisectorial La Boca Resiste y Propone que denuncia desde hace años la deficiencia habitacional y de estructura edilicia y los desalojos como estrategia de vaciamiento del barrio para favorecer la especulación inmobiliaria. Por eso reclaman la declaración de emergencia habitacional en el barrio y la implementación de la ley 2240 que brinda las herramientas para mejorar la situación habitacional. “Esta muestra trae un hecho histórico para volver a mirar el presente. Es memoria, es denuncia y también es sueño y deseo de nuevas formas de habitar la ciudad y el mundo”, dicen sus artistas.
Otros lenguajes que denuncian la crisis habitacional de Buenos Aires
La instalación nació entre mate y mate en el taller de Estudio Barracas (la casa de Cecilia Leegstra) y el espacio de arte de Silvina Babich. Ambas artistas consideran a sus talleres como núcleos barriales, donde se construye conocimiento, se preserva y se transmite un oficio, y se politiza la historia y el presente de un territorio. “Entre vecinas, decidimos contar que vive con fuerza en nuestro imaginario la Revolución de las Escobas de1907 y que en la ciudad de hoy nos encontramos tejiendo comunicación con las herramientas del arte sobre las problemáticas habitacionales que duelen”, explica Cecilia Leegstra. Y Silvina se suma: “este entramado nos pone a pensar estrategias donde la gráfica y otros lenguajes puedan vencer el cerco de la indiferencia y la desinformación. Ni gente sin casas ni casas sin gente”.
Y en la apertura de la muestra, en la calle, mientras sonaban tangos y chacareras, Iliana Llanos, integrante de la asamblea de la Santa Cruz, dijo: “Si no es en red una está abocada a la supervivencia, a lo inmediato y no conoce o no puede tomar conciencia de sus derechos y puede terminar creyendo que merece ser desalojada e ir a la calle”.
Con las escobas detrás, Natalia Quinto de la Boca resiste y propone, agregó: “nuestro espacio es de resistencia pero también propositivo. Hace 110 años que estamos trabajando como comunidad organizada tratando de resolver la problemática de la vivienda. Construir la lucha lleva mucho tiempo pero tiene un sentido, cuando marcamos la línea 108 (la línea estatal que lograron gracias a la lucha para denunciar desalojos) y escuchamos la opción 5, sentimos que tiene un sentido porque todos los aportes chicos y grandes ayudan mucho”.
Cada escoba de la vidriera guarda relación con la obra, la historia y los materiales de trabajo de cada artista. La de Rosario Cárdenas es una escoba choza o una escoba casa. “Digo choza porque el palo abajo queda a la vista. El parante, la estructura de la casa a la vista es propio de una choza, pero también, del conventillo. Da la sensación de una cierta desnudez, despojo, fragilidad, que se revierte al unirse con otres en una red, una trama, como en la vidriera que las escobas forman una barrera infranqueable. Creo que mi escoba tiene que ver con una búsqueda de nuevas formas de habitar la ciudad y el mundo, con más conciencia de nuestra condición de naturaleza”, explica la artista. Le agregué una punta de lanza", dice Rosario, como muestra de la defensa del territorio y de la vivienda: “me gustó esto del protagonismo de las escobas, como objetos que se rebelan a una situación y se unen a las mujeres para defender la casa, como liderando ellas la lucha”.
Las de Isabel Mozzoni están hechas con ramas y papel torzado (técnica de cestería) pero también con fieltro y género. “Hecha de formio, lana, teñida con cochinilla, la mía es para volar. Y a vuelo de pájaro, que todo lo ve, tomar decisiones”; dice Guadalupe Piqué. También está la escoba para relajarse y barrer el estrés y la ansiedad. Realizada con ramas de canabis, manzanilla y otras plantas medicinales y aromáticas, es la de Julia Martínez Herrera. La de Marcela Calamita está hecha con junco y tela de algodón y remite a la historia de la artista, vinculada al taller textil en la fabricación de indumentaria. La de Felipe Gaglianone está hecha en junco siguiendo el modelo tradicional de escobas artesanales. “Yo trabajé con material de recicle, con bolsas de plástico y de red, tomé a la escoba también como un objeto de poder, de defensa, como un objeto de limpieza, de cambio de energía”, explica Isolda Portilla Núñez. También se pueden ver dos escobas sin palos, que vienen de Mozambique y representan otras formas de habitar y de barrer, ya que en la mayor parte de Latinoamérica, África y Asia se barre sin palo.
Durante la inauguración, Corina Buschiazo recitó el poema "El desalojo", de Manuel J. Castilla, acompañada del bandoneón de Julio Locatelli. Las colaboraciones gráficas son de Laura Xamena, Ailen Possamay, Leila Rosa, la serigrafía es de Orilleras y Tinta Migrante y las fotografías, de Agustina Salinas (@agustina.byrne).