En la región del Catatumbo, una de las más afectadas por la guerra en Colombia, los paramilitares, "el actor más violento del conflicto en este territorio", perpetraron más de 115 masacres y 5.000 asesinatos entre 1999 y 2004, una crueldad que destrozó el tejido social, según un informe del Centro Nacional de Memoria Histórica.
Titulado 'El estallido de un trueno ajeno: memorias de sobrevivientes al Bloque Catatumbo', el informe recoge declaraciones de 686 exintegrantes de las ya disueltas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y 96 ejercicios de toma de información a 116 personas que fueron testigos o víctimas de este grupo armado, así como información revelada por el exjefe paramilitar Jorge Iván Laverde, alias 'El Iguano'.
Los paramilitares llegaron al Catatumbo de una forma violenta y premeditada: en 1999, varios vehículos con paramilitares de las AUC que atravesaron cinco departamentos, desde Córdoba hasta Norte de Santander, en el recorrido cometieron 13 masacres que dejaron 118 personas asesinadas, además de saqueos y desplazamientos con la permisividad de la fuerza pública.
Con esta incursión lograron crear los frentes La Gabarra, Móvil, Tibú, El Tarra y Fronteras, con los que lograron controlar las economías ilegales y tener presencia en 30 municipios de Norte de Santander. El Bloque Catatumbo estuvo liderado por Salvatore Mancuso y Armando Alberto Pérez Betancourt, alias 'Camilo'.
En el informe se concluye que esta fue "una incursión exógena, invasora y mercenaria que cambió para siempre el tejido social y el territorio".
El Catatumbo, una región selvática y montañosa que abarca la mitad septentrional del departamento de Norte de Santander, está conformada por los municipios de Tibú, El Tarra, Sardinata, El Carmen, Convención, Teorama, San Calixto, Hacarí, La Playa, Ábrego y Bucarasica.
La violencia paramilitar
El documento, que consta de dos tomos, "cobra relevancia por los retos surgidos de las irregularidades identificadas en el proceso de desmovilización de esta estructura, que a su vez sentaron las bases para la persistencia del fenómeno paramilitar, por medio de otros grupos armados, y para la continuidad del conflicto en general", indicó el Centro de Memoria Histórica en un comunicado.
Despojo, desplazamiento, violencia sexual, ejecuciones extrajudiciales, masacres, desaparición forzada y el uso de hornos para estos fines y la persecución a los líderes sociales, entre otras formas de violencia de la degradación del conflicto, impactaron a las comunidades del Catatumbo, recoge el informe.
Las relaciones con actores políticos y funcionarios
Pero los paramilitares no solo ejercieron un fuerte control social, "también establecieron relaciones con actores políticos e incluso cooptaron a funcionarios del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) y de la Fiscalía, entre otras instituciones", revela el documento.
De hecho, el Bloque Catatumbo "tuvo una estrecha relación con el Ejército y la Policía en casos de ejecuciones extrajudiciales" y algunos de los altos mandos paramilitares eran exmilitares. Según pudo establecer el Centro de Memoria Histórica, el 52 % de los paramilitares tuvo vinculación con algún organismo de seguridad, de los cuales el 43 % perteneció al Ejército.
Narcotráfico, torturas y violencia sexual
"Estableció en el territorio un gran teatro de operaciones para el ejercicio del narcotráfico, usando poblados despojados para establecer bases, escuelas de entrenamiento, centros de acopio, lugares de tortura, fosas comunes, hornos crematorios y sitios de repliegue".
Por ejemplo, en los caseríos del Sesenta y El Cuarenta, en La Gabarra, funcionaron bases y centros de tortura y desaparición forzada; la toma del caserío de Filogringo, en El Tarra, vino acompañada de una masacre que dejó 20 víctimas y la quema del pueblo dos veces, lo que provocó el desplazamiento de más de 5.000 personas.
Se suman los casos de Luis Vero, en Sardinata, donde la violencia sexual llegó a "proporciones altas" o en Las Mercedes y Pacelli, donde establecieron centros de tortura tras el asesinato de pobladores y arrasamiento de las casas. Otro lugar de terror fue la base La Campana, en El Tarra, desde donde se desplegó el accionar del Frente Móvil de esta estructura paramilitar.