“La vida a cualquier edad es desafiante, pero cuando pasás los 70 se vuelve un poquito más compleja”, dice Aimee McCrory, artista estadounidense que transita esa década y que ha experimentado en carne propia “la discriminación contra las personas mayores, como si el mero hecho de envejecer fuera una vergüenza”. Frente al edadismo, la fotógrafa responde con imágenes que ponen en jaque estereotipos perniciosos; por caso, las de su más reciente serie, pronta a publicarse en formato libro: Montaña rusa / Escenas de un matrimonio. En este proyecto, Aimee vuelve la cámara hacia sí misma y su marido, Don, que deviene cómplice y musa de imágenes que plasman su largo recorrido, que reflejan las alegrías y los retos que implica hacer crecido juntos. ¿Puede sobrevivir el amor y la pasión a cuatro décadas de convivencia?, parece preguntarse McCrory, y su trabajo va por la positiva al capturar una cotidianidad plena de sorpresas, sensualidad, divertimento; también –todo sea dicho– de monotonía, exasperación, aburrimiento…
De todo como en botica, en resumidas cuentas, al momento de representarse como seres que gozan, se enfadan, desean. “Con estas imágenes, quise mostrar cómo es estar en una relación en esta etapa de nuestras vidas, cuando ya llevamos tanto tiempo juntos”, explica la mujer con base en Houston, Texas, que define sus imágenes de Montaña Rusa como “íntimas, graciosas, esperanzadoras”. El proyecto, por cierto, empezó durante la pandemia, “cuando me sentí abrumada por el miedo –quizá irracional– de perder a mi marido a causa del Covid-19. En la fotografía, encontré la mejor forma de lidiar con mis emociones y afrontar la incertidumbre”, amplía Aimee, que asimismo se refiere a la obra como “una suerte de exploración cinematográfica”.
A su entender, cada pic oficia de “escena guionada, planificada, con su correspondiente puesta en escena, iluminación y vestuario”. Aunque, dicho está, la historia esté inspirada en hechos reales: cómo practican yoga, toman un cóctel, se preparan para salir a cenar, tienen sexo, discuten por una tontería, se besan y acarician, se pierden en la carretera, recogen los trastos, leen el periódico, ven en el televisor del living la -guiño, guiño- Escenas de la vida conyugal, de Ingmar Bergman… Los altos y bajos de una vida en común, en fin, registrados en un proyecto que –según su autora– “ha sido un viaje estupendo que nos ha permitir crecer como personas y como pareja al revivir y capturar los momentos ordinarios y extraordinarios de nuestro día a día”.