EL OTRO HIJO - 7 puntos

Colombia/Argentina/Francia, 2023

Dirección y guion: Juan Sebastián Quebrada.

Duración: 89 minutos.

Intérpretes: Miguel González, Ilona Almansa, Jenny Nava, Simón Trujillo, Gabriel Taboada, John Hurtado.

Estreno exclusivamente en Cine Gaumont.

Nadie en su sano juicio se animaría a definirlo como un género cinematográfico en sentido estricto, pero aquellas películas que giran alrededor de la cuestión del duelo conforman un corpus ecléctico con elementos en común. El segundo largometraje del colombiano Juan Sebastián Quebrada – director de Días extraños (2015), rodada en Buenos Aires– se suma a ese universo de relatos en el cual la desaparición de un ser cercano y el dolor que trae aparejado empapa las vidas de aquellos que lo sobreviven.

En el caso de El otro hijo la muerte es aún más dolorosa, ya que los deudos –familiares, amigos, novia– deben llorar a un joven aún adolescente. Quebrada abre el juego con una escena íntima en la cual Simón y Laura se besan, semidesnudos. Ella no quiere dar otro paso más allá del jugueteo y dice que no; él le reclama algún escarceo con otro chico y la situación termina en reproches, algún grito y la separación. Más tarde, una fiesta en la casa de Laura los vuelve a reunir, hay nuevos coqueteos y roces, aunque nada hace suponer que Simón morirá esa noche luego de caer desde el balcón de la terraza.

A partir de ese momento, a apenas diez minutos de comenzada la proyección, la sombra de la duda atraviesa a todos aquellos que lo conocieron. ¿Se trató de un resbalón provocado en parte por el alto consumo de alcohol y otras sustancias o el muchacho tomó la decisión de quitarse la vida? Todo parece señalar hacia esa segunda posibilidad, pero el estado de negación es difícil de evitar y las elucubraciones de un accidente resultan un poco, apenas, más confortables. 

El otro hijo construye un relato realista, en términos formales y psicológicos, del día después y todos los que le siguen, destacando las reacciones y experiencias de la madre de Simón –sin duda la más afectada, al menos en términos de exteriorización del dolor–, su padre, su padrastro, la novia, los amigos más cercanos y el hermano menor, Federico. Ese “otro hijo” del título. Es su punto de vista el que lleva adelante el relato, basado en parte en experiencias autobiográficas del realizador, según consta en las diversas entrevistas que ha ofrecido luego del estreno mundial del film en el Festival de San Sebastián.

Los llantos y agresiones constantes de la madre, que no puede parar de observar en loop viejas grabaciones caseras de Simón bebé y comienza a consultar a videntes para entablar contacto con el hijo muerto, la obsesión del padre por encontrar respuesta a una pregunta que tal vez no la tenga, contrastan en cierta medida con el carácter hierático de Federico. “Todavía no lloraste”, le reprocha su madre. “Tomate tu tiempo para procesar las cosas”, le aconsejan los amigos en el colegio. El joven, que está a punto de terminar la secundaria, viene planeando un viaje de estudios a Francia desde hace tiempo, y esa parece ser su ancla emocional, el escape a la situación asfixiante del presente. Quebrada introduce un elemento perturbador en la trama cuando el acercamiento de Federico a Laura parece replicar/reflejar/reproducir la relación de esta con Simón, situación que parece incomodar a todos excepto a ellos mismos. “No uses las cosas de tu hermano, no te cargues con lo que no te corresponde”, le recomienda alguien en un momento bisagra de la historia.

Lejos del cine que tantas veces los festivales de cine europeo demandan de las cinematografías latinoamericanas como condición sine qua non para su santificación, la de El otro hijo es una historia de experiencias dolorosas centradas en aspectos psicológicos y no sociales. Los personajes del film son representantes de una clase acomodada, lo cual parece facilitar sus vidas en gran medida, aunque ese mismo trasfondo se transforma por momentos en una carga para el protagonista (notable interpretación del debutante Miguel González), quien no logra escapar de las redes de la dependencia económica y afectiva.