Elena sabe es una película “sobre” madres e hijas porque la adaptación de la novela homónima de Claudia Piñeiro orbita alrededor de la relación entre la mujer del título, una sexagenaria que padece un Parkinson rígido por el que a duras penas puede manejarse sola, y su hija Rita, que se hace cargo de ella y relega a un lejano segundo lugar de prioridades sus deseos y anhelos personales. Es también una película “de” madres e hijas, ya que las protagonistas, Mercedes Morán y Érica Rivas, comparten set con sus hijas, Mercedes Scápola y Miranda de la Serna. Y es, por último, un film que, pese a tener a la plataforma Netflix detrás -y la búsqueda de múltiples públicos que eso implica-, contiene el indudable sello autoral de la realizadora Anahí Berneri, quien vuelve a la dirección de largometrajes luego de siete años abocada a otros proyectos.

A estrenarse en cines este jueves tras pasar por la Competencia Internacional del Festival de Mar del Plata y previo a su desembarco en Netflix el 24 de noviembre, Elena sabe retuerce la lógica narrativa de su materia base, centrada en el periplo mental y emocional de Elena (Morán) durante un viaje en tren en el que afloran los recuerdos de la relación con su hija recientemente fallecida (Rivas) en el marco de lo que para todos, salvo para ella, fue un suicidio. “Fue todo un desafío adaptarla”, dijo la responsable de Por tu culpa, Encarnación y Alanís durante la charla posterior a la primera proyección en Mar del Plata, lugar al que volvió 18 años después de haber presentado Un año sin amor, su ópera prima.

Y explicó: “Tuvimos que cambiar el tiempo del relato. Como no podía suceder todo en un viaje porque había que inventar unas peripecias muy raras en el tren, transformamos el viaje en algo circular y muy interior. Pero no queríamos recurrir a flashbacks, porque se rompe la identificación del espectador cuando una va y viene en el tiempo, así que decidimos darle una continuidad espacial para que la película tuviera algo de fantasmal. Es como estar en la cabeza de esa madre en duelo. Con la producción decíamos que se impone el multiverso de Elena”. Para Morán, su personaje es “de esos paradójicamente soñados y anhelados”. “Es una mujer con una gran vulnerabilidad por su estado físico, pero al mismo tiempo con una entereza y un tesón enormes para seguir viviendo a pesar de todo. Fue difícil, pero todas las áreas de la producción abrieron la posibilidad de trabajar de una manera muy horizontal, se sumaron y se comprometieron artística y emocionalmente con la película”, contó.

A lo largo de ese viaje, Elena debe enfrentar la certeza de una ausencia irreparable mientras lidia como puede con las limitaciones físicas impuestas por una enfermedad que, entre otras cosas, la obliga a caminar con pasos cortos y lentos y a no poder levantar la cabeza. No fue fácil, afirmó Morán, meterse en la piel de alguien así. “Tuvimos entrevistas con médicos especialistas para entender cómo era el Parkinson, porque normalmente es más conocido por el temblor, pero éste es uno rígido, lo que limita a Elena en el traslado y en su campo de visión. Si tenía que llevar adelante la misión que se pone sobre los hombros, que es descubrir quién mató a su hija, que tuviera esas limitaciones lo hacía mucho más dramático”, dijo en el foyer del Teatro Auditórium.

A diferencia de La viuda de los jueves y Betibú, las otras novelas de Piñeiro adaptadas a la pantalla grande, aquí lo policial ocupa un lugar secundario, pues rápidamente queda claro que el asunto no irá por allí y que la teoría del asesinato es un recurso de Elena ante la imposibilidad de aceptar que, quizás, la muerte de su hija fue un acto deseado. Es que en el núcleo interno de Elena sabe anidan las capas de sentido que se construyen alrededor de la maternidad, un tópico recurrente en la filmografía de Berneri y que aquí refuerza con las participaciones de Miranda de la Serna (hija de Rivas) interpretando al mismo personaje que su madre durante la adolescencia y de Mercedes Scápola (hija de Morán), a cargo de un rol pequeño aunque de suma relevancia durante el acto final.

“Ahí estuvo el ojo de la productora Vanessa Ragone para convocarme. El sufrimiento del cuerpo y su padecimiento, aunque no sea por la enfermedad, y la maternidad son cosas que atraviesan enormemente a las mujeres y, al menos para mí, de los acontecimientos más significativos de la vida. Aquí me tocó abordarla desde otro lugar, desde el cuidar a una madre y el pensar hasta qué punto las madres creemos que nuestros hijos son nuestra posesión. A veces, a las mujeres fuertes, o a las que tuvimos que hacernos fuertes para ocupar un lugar en la sociedad, nos cuesta ver a mujeres que consideramos más débiles. No podemos mirar con buenos ojos la debilidad de nuestras hijas, de nuestras madres”, reflexionó Berneri, quien luego habló junto a Morán y Rivas con Página/12.

-Tanto Érica como Mercedes se sumaron al proyecto en la etapa inicial. Anahí, ¿cambia la manera de pensar una película el hecho de ponerle rostro a los personajes desde el comienzo?
Anahí Berneri: -Creo que una escribe viendo el rostro de una actriz, pero a la vez acá se trataba de una adaptación. Sabía que tenía que pedirle muchísimas cosas a Mercedes para que hiciera una composición. Intentaba imaginar su voz en esta Elena soberbia, negadora y con una capacidad hermosa de incomodar a los demás diciendo todo lo que cree y piensa.

-Rita también tiene una corporalidad importante porque transmite la sensación de que vive abombada y sobrepasada por las circunstancias. ¿Cómo lo trabajaron?
Érica Rivas: -Lo primero fue hacerme un cuerpo distinto y que estuviera pensado como algo que había sido dejado de lado hace mucho tiempo. Rita está siempre en otra; no está en ella, está en su mamá. No tiene un resquicio para ella, salvo en momentos muy puntuales en los que vemos algo de lo que es ella sin la influencia materna.

-Elena despierta una empatía muy grande, pero también incomodidad ante sus comportamientos. ¿Qué mueve a Elena a actuar de la manera que lo hace?
Mercedes Morán: -Una cosa que me llamó mucho la atención, más allá de la enfermedad y de todo lo que eso implica, de por sí un montón, es la capacidad de la disfuncionalidad del vínculo de interpelar a todos. No hace falta tener a alguien cercano con una enfermedad para poder verse en ese espejo. No siempre alcanza con las mejores intenciones. El vínculo entre madres e hijas es mucho más complejo que la imagen edulcorada y publicitaria. Hay un carácter y una imposibilidad muy grande en Elena de manifestar cariño, además de una condena amorosa, como tenemos todas las madres, que aquí se suma a la complicación de que una mujer joven tenga que pasar a ser "madre" de su madre. Eso, por lo general, sucede cuando ya tenemos gran parte de nuestra vida hecha.

-La película se sitúa en un entorno social de clase media laburante. ¿Eso condiciona el comportamiento de los personajes?
A. B: -Sí, totalmente. Intentamos retratar qué sucede cuando hay que cuidar a una persona enferma, una tiene que seguir trabajando y no tiene asistencia ni la forma de que alguien se quede con ella. Por otro lado, está la cuestión de qué sucede con las obras sociales, con el sistema de discapacidad y el sistema médico. Hay una desprotección dada por la clase social. Eso lo pensamos mucho con la coguionista Gabriela Larralde: ¿cuáles son las opciones de esa hija? ¿Meterla en un geriátrico para seguir su vida o condenarse a vivir para su madre?

-Mercedes caracterizó a su personaje como una mezcla de vulnerabilidad y tesón, una dialéctica muy presente en varias de las películas previas de Anahí...
A. B: -Es que a veces somos muy valientes y otras, muy vulnerables y cobardes. El relato de Elena es el de una mujer fuerte -en la película se cuenta que ha sido profesional- que ha conseguido lo que pudo en un sistema patriarcal. Es hacerse un lugar a los codazos, ser más macho que los machos. Eso genera que en muchas mujeres aparezca un desprecio, un no reconocimiento de la vulnerabilidad hacia las mujeres más débiles que actúan de otra manera. Es le pasa a Elena con Rita: tiene una mirada muy juiciosa que hace que crea que sabe qué es lo mejor para su hija.

-Más allá de la cuestión del duelo, también es la historia de una madre que no conoce a su hija, ¿no?
A. B: -¿Quién conoce realmente al otro? ¿Quién puede estar en otra cabeza? Sobre todo, en el caso de las madres, que creemos saber todo de nuestros hijos y pensamos que los entendemos profundamente, pero no dejan de sorprendernos. Hay algo del orden de la pertenencia en juego, de hasta qué punto está la fantasía de que tus hijos son "tuyos" cuando, en realidad, son personas con sus propias elecciones. Elena hace ese clic entendiendo que su hija eligió hacer lo que hizo, que nadie tomó las decisiones por ella.

-¿Cómo surgió la idea de convocar a Mercedes Scapola y Miranda de la Serna?
A. B: -Recuerdo que le dije a Vanessa que se me había ocurrido llamar a Mercedes para esa escena. Después hicimos el casting abierto para el personaje de Rita joven, y enseguida nos dijimos que tenía que ser Miranda. Estoy muy agradecida por la comunión de madres e hijas, porque es lo que está en crisis en esta película: la mirada de una madre que cuando es desaprobatoria puede hacer mucho daño, más allá de que quiera ayudar o hacer más por su hija.
M. M: -Para mí fue una felicidad enorme. Era una escena muy importante porque había algo que mi personaje iba a hacer por primera vez. El saber que lo iba a hacer con Mei me tranquilizó mucho. No lo hacemos habitualmente, pero cuando nos toca trabajar juntas nos retroalimentamos bien, jugamos lindo. En determinado momento habíamos pensado que Elena se pudiera dejar ganar por lo emocional, pero no sabíamos cuál era la forma que iba a tener. Sabíamos qué sucedería, pero tuvimos un margen de libertad expresiva muy grande. Miranda y Mei son ese tipo de actrices que están presentes y te hacen más fáciles las cosas. También sumó porque las charlas y comentarios eran funcionales a lo que estábamos haciendo. A Érica la conozco desde que era muy joven, así que en Miranda volví a ver a aquella Érica. Todo eso resultaba muy inspirador para desarrollar las escenas.
A. B: -Hicimos mucho trabajo de ensayo y de charlas sobre nuestras familias. Le pusimos una carga emotiva y personal enorme. Era importante entender el tipo de relaciones que tenemos con nuestras maternidades y con las de nuestras madres.

-Miranda interpreta a Rita de joven. Érica, ¿preparaste el papel con ella?
E. R: -Sí, estuvimos pensando gestos y tratando de agarrar cosas de otras personas que se parecían a lo que Anahí quería que hiciéramos. Fue un proceso muy lindo porque muchas veces el trabajo de ver cómo cambia tu personaje lo hacés sola. En este caso, lo pensamos entre todas. Anahí quería que tuviera una determinada forma de moverse, así que pensamos eso juntas durante mucho tiempo en casa.

-Anahí dijo hace poco que cuando dirige se siente una coreógrafa, que cuando trabaja con actores que comprenden su papel las indicaciones son de ese orden. ¿Aquí fue así?
A. B: -Con todo el equipo, pero especialmente con Mercedes, tuvimos que ser muy guardianes de qué pasaba en cámara con el cuerpo y de la elección de planos para reflejar el esfuerzo. Por ejemplo, en la escena que se levanta de la cama tuvimos que cambiar muchas cosas para que se notara ese esfuerzo. Según el plano, el esfuerzo se ve de una manera u otra. Si elegíamos uno muy general, los traslados eran lentísimos.
M. M: -Había un comportamiento corporal que condicionaba el ritmo de la película, porque una cabeza para abajo no era vista por una cámara ubicada en los lugares habituales. Fue un comportamiento que complicó muchísimo el trabajo de cámara, de luces, de ritmo narrativo.
A. B: -Incluso tuvimos que poner luces en el suelo para que los ojos de Mercedes reflejaran el brillo. Fue un trabajo muy arduo en el que tuvimos que ser muy cuidadosos del cuerpo y de la puesta, no sólo en lo coreográfico.
M. M: -Pero Anahí tenía toda la película en la cabeza, así que fue sencillo en ese sentido. Volviendo a ver la película me acordaba de cosas del fragor del rodaje, como que me dijera que empezara con la cabeza en determinada posición. Ella tenía hasta la edición pensada. El trabajo de Anahí, empezando por adaptar la novela, fue tremendo.