Un sonido reconocible pero también nuevo, un paisaje familiar pero también extrañado: el de El punto de costura es un tramo emocional que empieza en el negocio textil de una familia siria en el barrio de San Cristóbal y sigue evocando la historia de un lenguaje previo a la oralidad: la hilatura. Cynthia Edul le da la mano al público y lo lleva a un lugar inexplorado, uno que atraviesa como un rayo a las diosas griegas, a Homero y a Circe pero también a nuestro pasado, a los pañuelos blancos de nuestras propias heroínas y al trabajo colectivo que hay atrás de todo lo que nos viste, lo que nos nombra y lo que nos traspasa.
Es también una corriente eléctrica que toca a nuestro país y sus costumbres fóbicas con lo extranjero, una genealogía trabajadora, una pequeña historia personal que la autora y directora teatral va tejiendo con palabras que, sabemos, previamente escribió para decirlas sin estridencias y mirando al público con la máquina de coser y sus resonancias estéticas y áureas detrás de ella, cerca de todos. Con Guillermina Etkin como coequiper musical, lo que hace Edul en El punto de costura es una obra de teatro pero también es un experimento performático que de repente parece una conferencia académica pero sin esa solemnidad, y con mucha ternura y emoción.
Cuenta Edul que este proyecto tan particular que ya es un éxito teatral y que se estrenó en el marco de Paraíso Club en junio de 2023, se consolidó como tal cuando Paloma Vidal le pidió un texto sobre mujeres y trabajo en nuestro país. Antes Mauro Libertella le había encargado un cuento para La perla del oeste sobre los escritores en pandemia. “Yo estaba en otra, me estaba haciendo cargo del negocio familiar y no estaba ni pudiendo leer un libro. Como venía trabajando en lo textil se unieron ahí dos certezas, por un lado que las mujeres somos históricamente las trabajadoras de la hilatura y eso tiene un componente social muy fuerte, que fue uno de los trabajos peores pagos de la historia de la humanidad por el tiempo que lleva hilar. Y por el otro que las mujeres hacían esos trabajos de manera domestica: cuidaban e hilaban, cocinaban e hilaban, iban de compras e hilaban” dice y reafirma ese otro borde poderoso sobre el que camina la pieza: la historia textil es inescindible de los cuidados. “Para un jean se necesitan 10 kilómetros de hilo, para una sábana 250, para la vela de un barco una mujer tenía que hilar un año entero durante 8 horas por día”.
Y esas mujeres no están mencionadas en ningún manual de historia…
--La hipótesis de la obra es que porque pudimos hilar pudimos hablar: el lenguaje textil es anterior a la escritura. Ahí aparece la posibilidad de avanzar en la civilización. Y algo que no digo en la obra es que, a diferencia de otros inventos, el textil se armó a través de pequeños inventos que se hicieron a lo largo de la historia. Es un trabajo colectivo. Las mujeres son las tejedoras silenciosas y lo siguen siendo. El textil lo que permitió, por ejemplo en el caso del Islam, es que se propagara a través del algodón. Y detrás de eso estaban las mujeres, entonces hay una cuestión de la reivindicación de ese trabajo que es comunitario, que no puede ser individual. Esta fue la primera motivación de la obra y después lo que me interesaba es mostrar las resonancias del tiempo social en el tiempo personal, ese entramado. En este momento donde todo parece que es eventual, la historia de la industria textil atraviesa completamente mi historia personal. El momento más grato de todo el trabajo fue traer a los narradores, a los que más me gustan. Todos tienen algo para decir. La textil es una metáfora enorme: la hija de Madame Bovary después del quiebre de su madre termina trabajando como hilandera en una fábrica textil. Y como esa historia, miles. Entonces trabajar con las voces de mis poemas y libros preferidos, también fue hermoso.
¿De qué se trata el género conferencia performática?
--Es un tipo de performance, un formato, que muchos artistas usan para traficar varios saberes. Soy muy admiradora de una serie de artistas libaneses que trabajan sobre ese formato: Rabih Mroué y Walid Raad. Un poco aprendí de ellos, que indagan en una especie de archivo de la memoria de la guerra de El Líbano, que fue muy larga. Son trabajos de creación artística vinculados a la investigación, no una investigación académica pero sí una investigación que tiene que ver con procesos creativos ligados a otros saberes. Y tiene algo de otro género que me interesa mucho que es la opera hablada. Ahí entra al trabajo Guillermina, que empezó el proceso desde el principio: yo leía en voz alta, ella escuchaba y así fuimos construyendo juntas.
También es una obra que tiene muchas resonancias actuales. ¿Cómo pensar la historia del trabajo textil poniéndolo en contexto, por ejemplo, con las voces fascistas del siglo pasado que intentan perpetuar sus discursos?
--Para eso me sirvió mucho el formato: tomar los relatos orales y la mediación de instancias emocionales, de momentos sensibles. Algo ocurre porque la obra se encuentra con el corazón. Frente al discurso de la destrucción, que a mí me tiene muy angustiada por más que podamos zafar, pero la instalación del discurso de la destrucción, pone en evidencia que es mucho lo que se construyó para destruirlo así nomás. Tuve la necesidad de escribir esto, por más que la obra no lo dice así abiertamente.
Otra línea del texto es la del linaje migratorio, la musulmana es un tipo de migración invisible.
--Es una migración no narrada, eso me importaba mucho: ponerle voz a esa migración, hacer una puesta en valor de esa migración. En momentos tan extremos de neoliberalismo empiezan a aparecer subjetividades muy particulares en términos de inmediatez, de indiferencia, y pensar que mis abuelos se fueron muertos desde allá, cruzaron Europa, cruzaron el océano, los recontra discriminaron cuando llegaron… me inspiró mucho. La primera migración que fue la de mi abuelo paterno fue más o menos en 1910 y la de mi abuelo materno fue en 1925/26. Indagando en ellos me fasciné bastante con todos los discursos circulantes que ejercían el racismo explícito: volver a esos discursos permite entender cómo el fascismo opera cambiando de sujeto pero de forma cíclica.
¿Cómo fue el trabajo actoral siendo la directora y también actriz de la obra?
--Yo no actuaba hace veinte años, estudié teatro pero no soy actriz. Soy muy buena leyendo en voz alta y doy clase hace mucho tiempo. Eso es algo a favor, y lo otro lo tuve que construir. El texto está escrito para ser dicho en voz alta y está muy cuidado. Y creo que si yo estoy tranquila y me conecto sensiblemente con el texto, funciona. La música termina de armar ese escenario de escucha.
¿Cómo decidiste convivir con Guillermina en escena y las imágenes que se proyectan durante la obra?
--Hay una trenza ahí. Lo que más me importaba era el trabajo de Guillermina. En los textiles hay unas posibilidades sonoras que ella pudo explorar, y desde la composición se acompaña la lectura y se refuerza el cuento. La música da clima, es un acento perceptivo que amplifica el campo sensorial. Yo quería trabajar con una artista mujer y las dos mesas que hay en escena tienen el espíritu de las mesas de corte; se confecciona esta textualidad entre las dos y la imagen. Con respecto a eso, hay un video que filmé cuando viajé al pueblo de mis abuelos, en las montañas de Al Qalamoun. También tenía las fotos de los inmigrantes sirios que me gustan mucho y a partir de ahí fui construyendo la apoyatura documental de la obra. Creo que estos elementos ayudan al espectador y le dan otra fuga al texto. Como performer soy un canal para que empiecen a suceder cosas y la atención del espectador se reparte. Las arpilleristas chilenas tienen una historia impresionante, de cómo confeccionaban esas arpilleras entre todas y eran una forma de denuncia. Quería mostrar el trabajo de Feliciano Centurión, entonces cuento brevemente su historia y esa es una pequeña apertura a su obra, que es increíble. Muchas cosas quedaron afuera pero lo que pude hilar, lo fui hilando.
Una de las citas más hermosas de la obra es la de Tamara Kamenszain. ¿Podrías decirla para nuestrxs lectores?
--"Coser, bordar, cocinar, limpiar, cuántas maneras metafóricas de decir escribir". Es de El texto silencioso de 1983.