Milei defiende el genocidio de la última dictadura militar, que implicó un femicidio masivo: plan sistemático de violación y tortura de mujeres por su condición de “guerrilleras”, “subversivas”, “montoneras”; robo de bebés recién nacidos y vuelos de la muerte. Terror de Estado patriarcal y gorila.

Quiere vender órganos y niñxs como si la vida fuera un mercado más: no vemos la diferencia con la metodología genocida. Robar, vender y transar vidas por dinero y maldad correctiva.

Se comprobó a través de los juicios y políticas de memoria, verdad, justicia --y no sin valientes testimonios-- que no obedecían órdenes: tenían saña y sed de venganza; más aún, se creían con la razón propia del machismo mesiánico.

Con el cuerpo de Eva ya habían tenido su bautismo de fuego necrofílico.

Milei quiere deshonrar la política pública en salud y educación: no olvidemos que a las mujeres y disidencias les costó mucho esfuerzo y militancia poder ingresar en las universidades como estudiantes/docentes y son las principales usuarias del sistema estatal de salud.

Banaliza la brecha salarial entre varones y mujeres, está más acá del techo de cristal: a este la motosierra ni lo roza, develando menos impotencia que selectividad xenófoba.

Rechaza y tergiversa necesidades (y deseos) de mujeres de sectores populares, los anula cual infante más acá del Edipo. Son las mujeres y niñxs quienes más padecen la injusticia social y la concentración económica. Su “libertad” excluye cualquier forma de cuidado y solidaridad, de ahí su odio a la “teta del Estado”.

Y tiene una idea fija, elevada a leitmotiv, su única propuesta novedosa aunque avinagrada: ir contra “la casta”. ¿Quién es la casta sino una mujer?

En clave freudiana, horror básico a la mujer: el temor de ser contagiado por la feminidad, quedar debilitado y mostrarse incompetente. La mujer es un tabú porque su mera presencia entraña algún peligro. Según Freud, dicho peligro se funda en que el varón la halla eternamente incomprensible y misteriosa, ajena y por ello hostil.

Las grandes mujeres de la historia política son santas desexualizadas, “fálicas” o están muertas. La mujer que está viva y ejerce el poder representa la lujuria, la imprudencia, la deshonestidad, lo exagerado, desmedido, desproporcionado. Eva, que a sus 33 no termina de ser matada; Cristina, una fusilada que vive.

Si solamente hubiera aquí coincidencia homofónica, un jugueteo semántico, hablaríamos de psicoanalismo o salvajismo interpretativo. Pero la materialidad de su decir amenazante, reiterado una y otra vez en decadente stand up, lo torna siniestramente significante. Anhela una mujer casta, que tenga miedo... y sino, ¡afuera!

Milei desconoce con pasión ignorante este país, es decir, la Argentina, que para él es un país de mierda. Las únicas mujeres que merecen su respeto son Margaret Thatcher --criminal de guerra y adalid del neoliberalismo--, Victoria Villarruel --quien trabaja orgullosa de nena de papá genocida y se distingue por la crueldad hacia sus congéneres-- y “El jefe”, su hermana. Su última o actual novia es una comediante mediática que se hizo famosa por imitar con tanta precisión técnica como tilinguería a Cristina...

No sólo es reaccionario y violento, su ignorancia machista puede llevarnos a un retroceso en derechos humanos y de las minorías pero, antes bien, en materia de libertades individuales y pactos sociales básicos, debiendo tener presente que el retroceso de un derecho implica el retroceso de otros: diversidad y soberanía nacional igualmente amenazados. Retornar a la clandestinidad del aborto o el aliento de su diputada electa a que progenitores puedan desaparecer sin consecuencias legales, es la punta del iceberg del patriarcado en su máxima (im)potencia: la libertad obligatoria de dominación tanto individual como colectiva.

Terraplanismo de mercado, individualismo zombie, corralito negacionista, ahistoricismo nostálgico, esoterismo antiderechos, reivindicación ignorante contra la diferencia, casta antipolítica, policiamiento de la conducta popular, gorilismo TikTroll, precocidad amordazante, machismo pornográfico: frente a todas estas formas de injusticia patriarcal, y en constante volver hacia esos anacronismos potentes, “pueblo” y “sujeto”, necesitamos democracia con justicia social, es decir, una Patria para vivir el conflicto y la diferencia en comunidad.

Sofía Rutenberg y Julián Ferreyra son psicoanalistas, autorxs de Psicoanálisis, Feminismo, Peronismo... (Hacer-Clínica / Editora, 2023).