“He oído ahogarse el gemido de

la verdad en los aullidos

del fanatismo” 

Becaria

A menudo en la Argentina se recrea y se pretende instalar una discusión sobre el pasado dictatorial, desde un reclamo revisionista con la finalidad de legitimar la represión de la dictadura a partir de la teoría de los dos demonios.

Otra de las estrategias utilizadas hasta el cansancio es cuestionar la cifra de víctimas de la represión, con la evidente pretensión de banalizar el horror de la dictadura: “Después de todo, no fueron tantos”. Allí esta uno de los instrumentos más comunes que utiliza el negacionismo: cuestionar la cantidad. Ya se vio con el nazismo. “No es de extrañar que el tema del número se haya convertido en el pilar del negacionismo (...) Se trata de una declaración política que, al amenazar el pasado, socava el futuro y que, al agredir la memoria, compromete ese vínculo del que surgieron sobre las cenizas de Auschwitz, las democracias europeas (...) La intención del negacionista es forzar el recuento del horror y el control morboso de los misterios para que la gente pierda de vista la enormidad del exterminio…” (Si Auschwitz no es nada, Donatella Di Cesare). 

Ese es el nudo gordiano del problema, el ataque a la democracia cuya fortaleza está anclada en el Nunca Más. El mecanismo de poner en crisis la cantidad es la constante donde hace pie el negacionismo, acompañado de la teoría de los dos demonios.

Por otra parte, es fundamental tomar conciencia de que negar el crimen se inscribe en el propio proyecto.

Reyes Mate: “Lo que hace de Auschwitz un crimen único no es la cantidad de víctimas cuanto el proyecto de olvido". 

La reducción del número es estratégico, de ese modo se priva de significación al crimen que termina olvidado.

El negacionismo es la contracara de la memoria, que es atacada por mantener viva la injusticia no saldada: “Abre expedientes que el derecho considera olvidados”, sin memoria: “El verdugo seguiría venciendo y ni los muertos estarán seguros” (Walter Benjamin). Sería terrible la consecuencia de no advertir lo que persiguen quienes militan por el negacionismo.

Ahora, a la luz de los discursos negacionistas que por estos días se insinúan en un sector de la política, es perentorio tomar recaudos, entre los que resulta cardinal sancionar una ley contra el negacionismo, que, en rigor, no es otra cosa que la estrategia de ocultación. Es la coartada. Al final, la última estación del negacionismo es el olvido, que como se dijo arriba, es la terminal del proyecto.

Hay que blindar el Nunca Más, como un insumo para la democracia, porque la violencia es la hidra de mil cabezas.

Es oportuno y necesario recordar que los ejecutores de la maquinaria criminal de la dictadura, durante los juicios por sus crímenes, se reivindican y se perciben como héroes, ellos acarician la escarapela. “Se pavonean como vencedores” (Malamud). Del otro lado, el dolor por los desaparecidos, víctimas del terrorismo de Estado.

Reyes Mate: ¿Qué significa el “deber de memoria”? "El 'deber de memoria' nace con el fin de los campos de exterminio. Cuando los deportados supervivientes son liberados, en esa liberación ocurre un fenómeno curioso: sin ponerse previamente de acuerdo los supervivientes, se les oye decir en los distintos campos: ´¡Nunca Más!”. “La memoria es la lectura moral del pasado”.

* Ex titular de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad.