Uno

Como si el universo fuera la fiesta de la decimocuarta semana, el pulpo pasa de una lengua a otra para medir el vacío abierto entre nosotros y la ostra. Las moscas vienen a husmear. Son muchachas diminutas buscando aromas de flores nunca olidas.

Traduzco lo que es lenguaje figurado a lenguaje irrazonable.

¿Qué pasa aquí?, pregunto. ¿Qué ostra en el otro?

 

Dos

Comienza una cosa empezada en otro tiempo y que entra por un boquete astral, en un segundo. La ostra se ha encorvado sobre su caparazón. El pulpo está mitad adentro, mitad afuera. Es él quien ha gritado mi nombre. Vuelve a tomar aliento. Tronco horizontal, piernas separadas, dobladas las rodillas, mismo grito, mismo nombre. Voy. No tengo más que levantar los ojos para que el pulpo sepa lo que quiero. La ostra vibra delante de nosotros como si el temblor fuera lo contrario de la bravura.

 

Tres

De la flaqueza de mis propias manos, el pulpo alcanza la anatomía imaginaria. Palpa, abre una lluvia benigna que cae de mí para sus propios ojos y fricciona el sentido convencional del tiempo narrativo, como si lo perfecto pudiera ser lo contrario de lo imperfecto.  Silenciosa, la ostra se ha puesto a la luz de su ser ostra y supongo que debo ir hacia ella con un resoplo. Se me ocurre que el primer jadeo es puro placer y el segundo, nos llevará a la locura.

 

Cuatro

Exactamente como si fuera una flor, el pulpo levanta a la ostra‑otra hasta mi nariz. Tal vez, debería aprender a nadar. A sumergirme y contener la respiración. A respirar debajo del agua. El pulpo tiene algunas ideas. La ostra se entusiasma. Un allegro ‑me susurra‑ se convierte en un hábito. Yo no puedo pensar en otra cosa y cierro los brazos como un cangrejo.

 

Cinco

La ostra gira sobre sí misma como si lo finito fuera lo contrario de lo infinito. El pulpo no retrocede ante el otro‑ostra. Con sus ocho cerebros la piensa de un modo tan acompasado y tan labial que en tres minutos la ostra‑otro es otra con su nuez de Adán orbitando lejos del género, desmintiendo que lo natural sea lo contrario de lo sobrenatural

 

Seis

Sin pensar siquiera que las espinas de una rosa pudieran ser la trampa del lenguaje, me entrego a la ilusión del eco, deseando lo imposible como si fuera lo contrario de lo posible.

  

Siete

Termino por abrasar una de las cabezas del pulpo y me dice, yo he visto, yo he llegado, abrimos el portal de otro universo. Me tumbo junto a él, mirando en sus enormes ojos la vía láctea, otra vez, esta noche. Observo a la ostra. Mirala bien, le digo al pulpo. Es una hermosa letra minúscula al inicio de cada verso. La ostra se comienza a desviar dándonos una perspectiva perturbadora. El pulpo gira despacio sobre su eje. Donde quiera que mire hay una ostra temblando. Ella le clava los dientes en un tentáculo y el pulpo se recoge sobre sí mismo. Esto no es más que un preparativo. Algo amarronado viene después, como si lo peor fuera lo contrario de lo mejor.

 

Ocho

Un puente asombro al caer en un deslumbramiento interior, brilla. Sola y desnuda brilla la ostra‑otra sin reflejar nada dentro de su pensamiento. El pulpo echa la cabeza hacia atrás y los dientes dentellean. Sus ochos cerebros se mueven en movimientos fecundos. Todo lo que me dice es el eco de una palabra sodomita. Como si una fémina fuera lo contrario del varón.

 

Nueve

Con una voz blanca y jugosa, la ostra murmura por centésima vez mancebas tropelías circenses. Se reubica y encuentra nuevas posturas. Le enseño a hablar una lengua que tengo en la cabeza, que habita en mí, que quisiera acabar hoy mismo, que me tiene acorazada, intratable. Pero no oye.

 

Diez

El pulpo huele mi pensamiento en el aire y alza la cabeza. Girando siempre sobre su nudo rosa imita la realidad y hace que la inercia dure hasta el alba. ¿Quién sabe? La pregunta carece de sentido. Creo que no hay por dónde equivocarse. El deseo es la facultad más natural que existe. Y la imaginación. Y los diamantes que hacen silencio en el infierno, como si lo mortal fuera lo contrario de lo inmortal.

[email protected]