En vísperas del balotaje, la Argentina se encuentra en una situación macroeconómica compleja, con una presión inflacionaria, y una situación social acuciante. En ese marco, y a diferencia de otras elecciones presidenciales previas, hay discursivamente dos modelos de país que se contraponen notoriamente. No es la idea de estas líneas ahondar sobre las ideas de cada uno, porque son bastante públicas, pero claramente refieren a modelos de países antagónicos: uno donde el Estado tiene un rol protagónico e impulsor del desarrollo, y otro donde opera la libertad extrema, sin necesidad del Estado planificador, promotor y regulador, donde el libre juego de mercado, ergo oferta y demanda, sería el motor de la mejora en las condiciones de vida de la sociedad.

Ahora bien: ¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Podríamos decir que parte de la sociedad argentina cambió su identificación o ideología volcándose hacia la ultraderecha? Los más politizados piensan que sí. Pero, si ello fuera así, deberíamos explicar entonces, cómo esta ideología ultraderechista en las elecciones presidenciales de 2019, identificada a través de José Luis Espert, y quien fuera aliado de Javier Milei hasta hace poco tiempo, haya sacado apenas el 1,47 por ciento de los votos, mientras que en las elecciones actuales, el candidato por la Libertad Avanza haya sacado casi el 30 por ciento de los votos. 

¿Puede la sociedad virar tanto su ideología en tan solo cuatro años? La respuesta es que no. Y el motivo central es debido a que la sociedad vota por su realidad actual, sin mayor análisis. Premia y castiga. Claro que existe un votante más ideologizado, politizado, que vota más allá de su coyuntura, pero no es el representativo. Por lo tanto, habría que preguntarse las causas que permitieron que ese caudal de votos haya cambiado hacia una mirada extrema.

En ese sentido, hay que remarcar que la sociedad viene de años de estancamiento de la economía y de continuas crisis. Los últimos tres mandatos presidenciales no pudieron o no quisieron enfrentar las trabas y frenos que presentaba el país en términos económicos. Salarios reales en caída desde hace ocho años, incertidumbre general que desincentiva la inversión, y todo ello en un marco inflacionario creciente, generan la sensación de una ciudadanía descreída, y sin una visión positiva del futuro, donde en torno a lo económico giran la problemática política, y social.

La falta de representatividad también jugó un rol importante. Es realmente sorprendente que Javier Milei haya pasado en un breve tiempo, de panelista de TV, a disputar el ejecutivo de la Nación. Y frente a ello, los principales partidos con estructura nacional, deberán hacer un análisis a fin de evaluar la crisis de representatividad en la que se encuentran. Asociado a ello, se encuentra el problema de la formación de verdaderos cuadros políticos. Y en esto hay que ser claros. Se requiere de un fuerte núcleo político, para orientar el desarrollo nacional, a fin de contraponerse a determinados intereses, locales o foráneos, que lo impiden.

Una decisión crucial

Este domingo se define el rumbo que tomará la Argentina, y no solo por los próximos 4 años, ya que errores o aciertos en la próxima gestión pueden marcar la dirección de los siguientes años. En ese sentido, el próximo gobierno se encontrará con una situación externa más holgada, causa principal de las continuas crisis por la que atraviesa el país. Vaca muerta y el gasoducto darán su primeros frutos, que ya se pueden ver al día de hoy con una balanza comercial superavitaria, y se prevé para el 2024 un superávit comercial energético de 3793 millones de dólares, mientras que para el 2030 se espera tener un superávit de 18.000 millones de dólares. A eso debemos agregarle la potencialidad de la minería, la economía del conocimiento (sobre todo la bioeconomía), y la explotación de recursos de energía renovable.

La potencialidad de lo antes mencionado es imposible de llevarse a cabo sin un Estado presente. Para ello necesitamos un Estado eficaz, inteligente, con personal técnico y recursos para tal fin. Es importante remarcar que todos los países desarrollados, lo hicieron con un Estado planificador y regulador de la economía. Y, frente a ello, es necesario una clase dirigente con una fuerte convicción en pos del desarrollo económico y social. 

Argentina no es un país de mierda. No es un país pobre. Sí, es un país con pobreza y desigualdad. Pero posee recursos humanos y materiales, y capacidades, capaces de no solo salir del estancamiento en las que nos encontramos, sino de encaminarse en una senda de desarrollo. Para ello, debe contar con una dirigencia que no solo crea en el potencial que tenemos, sino que lo planifique, lo dirija, y por sobre todo, que se sobreponga a quienes lo impiden.

El próximo Gobierno deberá estabilizar la economía, ya que es condición necesaria pero no suficiente, para la mejora de la distribución. Y, en ese sentido, el Gobierno deberá tener especial atención, sobre el impacto que tenga dicho programa en los sectores de menores recursos, tratando de aminorar sus efectos. Por otro lado, deberá regular de manera muy consciente los dólares que se generen, evitando no solo maniobras fraudulentas y especulativas, sino incentivos para que los agentes se dolaricen.

En este marco de incertidumbre, hay una sola certeza. Para lograr los tres objetivos que tiene una economía, es decir el crecimiento sostenible, la creación de empleo y la mejora de la distribución, se necesita un Estado que motorice ese desarrollo social y económico. Que haga foco en el desarrollo productivo y tecnológico, que apueste a la ciencia, y a la educación pública. Que cree infraestructura adecuada para la producción y el trabajo. Y esto no es teórico, sino que fue la realidad de los países que así lo lograron. 

Frente a ello, en las próximas elecciones hay una sola fuerza política que plantea llevarlo a cabo en este marco. Del otro lado, encontramos propuestas de dolarización, apertura comercial, reducción del rol del Estado, alineación internacional con Estados Unidos y la mercantilización de cuestiones básicas como salud y educación. Recetas que ya vivimos décadas atrás, y que no sólo fracasaron en sus objetivos, sino que tuvieron consecuencias dañinas para la calidad de vida, de la mayoría de los habitantes de este suelo.

*Investigador CEHEAL-IIEP.  [email protected]