“Esta es una celebración de las diferencias”, dice Kevin Johansen, con la inclinación al título que lo caracteriza, sobre el último, celebrado y diferente disco que hizo con The Nada, la banda que lo acompaña desde hace ya quince años, Mis Américas, Vol. ½. Es un disco que sacaron el año pasado, pero que sigue habilitando rodajes: vienen de una gira por Chile, luego por el sur de Buenos Aires y la Patagonia; los espera Perú, después México y después España y Londres. “Ya se tornó la gira sin fin”, bromea y a la vez agradece el cantautor sobre este Mis Américas Tour que ya fue lanzado oficialmente en Buenos Aires, pero que tendrá hoy otra “parada técnica” importante: la presentación, hoy a las 21, del disco, la banda y el proyecto en el teatro Gran Rex (Corrientes 857), en una puesta que ya se anuncia con el mismo espíritu celebratorio con que definen al disco.
Puede decirse que si esa “celebración de las diferencias” es la que guió de algún modo toda la obra de este músico nacido en Alaska y devenido porteño –desde aquel Sur o no sur que fue su presentación en sociedad por estas tierras– en este disco esa celebración aparece acentuada, subrayada. Aquí hay lugar para todas los ritmos y guiños a esas Américas a las que hace alusión el título –y el plural no es inocente–, para sumar en la producción a Matías Cella y a Cachorro López, para artistas invitados de palos tan distintos como el Les Luthiers Marcos Mundstock y Palito Ortega (¡en el mismo tema!), el Chico Trujillo Macha Asenjo y Ricardo Mollo, la rapera Miss Bolivia y Arnaldo Antunes, Pity Alvarez y Lito Vitale. “Que vivan las diferencias y que vivan las Américas”, parece venir a cantar cada vez Kevin Johansen, en estas canciones en las que se mezclan y fluyen el español, el inglés y el portugués, la ironía y la reflexión, el folk y el folklore y el bolero y el rap.
También puede pensarse que este músico y compositor trae esas diferencias inscriptas en su propio trayecto de vida. La historia es conocida: Johansen nació en Alaska, hijo de madre argentina y padre norteamericano, y allí creció Kevin hasta los cinco años. Con el tiempo fue mudándose y viviendo en Denver, San Francisco, Montevideo, Buenos Aires, Nueva York… Alguna vez tuvo un breve paso por el rock argentino con Instrucción Cívica (aquel del hit “Obediencia debida”). Y al grupo The Nada lo creó mientras vivía en Nueva York, allí grabaron el disco debut, que también se llamó The Nada y fue editado después en la Argentina. El desprejuicio para incorporar ritmos y estilos, lenguajes y lenguas (muchas canciones son en inglés, o en spanglish, o mitad y mitad), el humor sutil y la ironía, el modo de decir, ya estaba en aquellas canciones como marca. Y siguió después en las canciones de Sur o no sur, incluido aquel “Down with my baby”, que él subtituló “Barry White meets Nirvana”, y que inesperadamente se multiplicó trepado a la telenovela Resistiré, de gran éxito por la época.
Este disco, entonces, suena como una continuidad, y al mismo tiempo una reafirmación, de ese camino. “Lo de Volumen ½ también habla de lo inabarcables que son las Américas, el continente, y de cómo es siempre en un punto vano intentar abarcarlas con lo que uno conoce desde la Argentina de esas Américas”, advierte Johansen en diálogo con PáginaI12. Y si el intento se sabe vano de antemano, se emprende de todos modos: “Mis Américas tiene folk del norte, folklore nuestro, tiene el lenguaje universal del rock, hay un bolero como un guiño a Centroamérica, otro guiño a Barranquilla y su carnaval; tiene artistas chilenos, peruanos, brasileños… Y también tiene la esencia de The Nada, ¡somos la aplanadora del folk!”.
Por fuera de lo estrictamente musical, Mis Américas, Vol. ½ tiene la potencia gráfica de esa tapa que mostró ser tan recordable en este año y pico de editado el disco: Allí posa el Zurdo Roizner, parte central de The Nada desde la batería, con los pelos inusualmente sueltos, y la banda de Mis Américas cruzada al pecho. “Es un hallazgo de Nora Lezano. Teníamos la idea de la banda que diga ‘Mis Américas’, de que todos los The Nada tuviéramos la banda. Pero cuando fuimos a la sesión de fotos, arrancamos con el Zurdo, siempre él con su pipa… Y Nora le dijo: sacate la colita, soltate el pelo, a ver qué pasa... Hizo unas tomas y enseguida ella se dio vuelta y me dijo emocionada: ¡Tenemos la tapa!”, recuerda ahora Johansen. “También eso tiene que ver con la esencia de la banda, porque el Zurdo con toda su experiencia funciona un poco como alter ego”, define. “Personalidad Destacada de la Cultura, gurú, antilíder espiritual, que día a día nos enseña lo que No hay que hacer en la vida”, le agradecen en el disco.
–¿Lo de Vol. ½ también podría ser por la extensión del disco?
–Y, es un disco que tiene trece tracks, ¡no es un choclo como los discos anteriores! Es bastante condensado para lo que soy yo, que suelo ser bastante “generoso”, por decirlo de alguna manera (risas), respecto a la cantidad de material que largo.
–Y tanta diversidad rítmica, ¿la pensó conceptualmente o el trabajo fue yendo para ahí?
–Está dando vueltas, siempre, es inevitable. Es como ese dibujo de Crist, “El sub tropicalista” (señala el dibujo enmarcado en la pared de su living). Hace unos años en Córdoba le dije a Crist: tengo la imagen de un tanguero, que en lugar de estar contra un farolito, está contra una palmera. Lo pensamos para una tapa, quedó de la época del disco doble Bi, que grabamos con Oski Amante. Tengo esta idea de la sub tropicalia, los climas también marcan las culturas y nosotros en Buenos Aires tenemos nuestra idiosincrasia.
–¿En la misma línea del templadismo?
–Claro, con Daniel Drexler, Paulinho Moska, Arnaldo Antunes y muchos otros colegas y amigos tenemos esta idea, no es que sea algo planificado pero estamos en esta movida, en esta sensación regional de estar inmersos en un microclima muy nuestro, que tiene que ver con las etnias, con las cruzas, con el celebrar las diferencias, pero a la vez es una fiesta muy propia, que no se da en cualquier otro lado: es acá, y también nos define.
–En algún momento fue toda una línea de investigación, como un manifiesto. De un tiempo a esta parte parece haberse diluido, al menos discursivamente, ¿o sigue su curso en los hechos?
–Sí, exactamente, siguió en los hechos. Y va a dar muchos frutos todavía, en muchas colaboraciones, en mucho por venir. Yo de algún modo estoy muy parado ahí en este disco, en esto de celebrar las diferencias, en este abanico de artistas invitados tan variados, es una forma de ver esa diversidad dentro de nuestro ambiente musical. Hay un nexo invisible que tiene que ver con lo estético y lo ético, puede ser que no se enuncie, que no se explicite, pero estar, está. Y además está por descubrirse, falta camino por recorrer, hay un montón de músicos que andan en una búsqueda de ligar lenguajes y de hacer esa “gran cagada propia”, como decían los tropicalistas, tomando de todas las culturas para hacer la nuestra, como decía Oswald de Andrade. Es un proceso que lleva su tiempo, pero que todavía tiene mucho para mostrar y sonar. Nadie tiene ganas de ponerse a ser cabecilla de esto, es más bien un amalgama de artistas, muy amplio, que ahora está siendo, y que seguramente el día de mañana se visualizará mejor como un camino estilístico.
–¿Cómo pensaron esta “parada técnica” en el Gran Rex?
–Es una forma de auto bombo y platillo, de decir: hola, acá estamos, es hacer una parada para celebrar el disco y tomar envión. Y por supuesto, como no puedo con mi genio, ya pensar en el venidero… Es también una celebración para nosotros, una fiesta compartida, porque de verdad la pasamos muy bien. Yo me fui curtiendo mucho todos estos años con el show en vivo… Disfruto el relax de saber que hace quince años trabajamos con la banda, entonces hay una base de conocernos las mañas y estar en una zona de confort en vivo.
–¿Y cómo pesan esos quince años juntos como banda?
–¡¡Pesan!! (risas). Primero, como un logro inesperado. Todo esto arrancó en Sur o no sur, en 2002. Fue cuando le pregunté tímidamente al Zurdo si se copaba en viajar con nosotros. De ahí en adelante seguimos para siempre juntos, los mismos. Es una sensación rara, de hastío y de familia… sí, es esa sensación de familia, de algo que no le elegís, que te toca... Pero que llegado el momento terminás eligiendo. Tenemos nuestros picos y bajos, pero siempre logramos una dinámica de funcionamiento muy lida, armoniosa. Y en el medio, la vida, una vida compartida: ahora hay dos que van a ser padres, ¡yo los conocí cuando tenían veintipico a estos pendejos! Y yo, que tengo cuatro, les decía: muchachos, fíjense que ya van llegando a los cuarenta, si es que alguno tiene idea de tener hijos iría siendo el momento, ¡media pila! (risas).
–¿Y dice que ya está pensando en el próximo disco?
–¡Y hasta en el título! Es que soy una máquina de pensar proyectos, de tirar títulos, de inventar.. Y además de cada disco siempre queda otro disco, y a veces te gusta más lo que quedó afuera, entonces al año siguiente estás diciendo: ¿cómo no salió esto? Es una ansiedad propia de quien quiere plasmar ideas, compartirlas… ¡estar vivo! Este año me agarró una especie de bajón, estaba medio caído… hasta que me di cuenta de que era que estaba necesitando la adrenalina de sentir que estoy generando algo nuevo... Seguir tocando Mis Américas y todo lo que genera está buenísimo, pero yo soy del tipo cíclico, cada dos años necesito esa adrenalina. Así que ya estamos laburando de nuevo en eso, fuimos a Río de vuelta con Kassin, también estamos haciendo cosas con músicos increíbles acá en Buenos Aires. Será un disco que sigue un cauce natural que abrió el Mis Américas, pero más para el lado de Brasil, porque por momentos me siento muy atraído por lo que sucede estéticamente allí… Con nuestra impronta, claro.
–¿Y el título?
–Salen muchos, todos tienen que ver con el momento actual tan negro que estamos viviendo, que es macro, porque el problema ya no es el país, ¡es la humanidad! La plaga somos nosotros, no aprendemos más. A mí me da gracia porque tengo muchos amigos en Estados Unidos, y cuando nos escribimos siempre es más o menos lo mismo: “¡Qué país te elegiste, gringo!”. Y en la oración siguiente ya están diciendo: “Bueno, también nosotros con Trump”…
–¿Y usted qué concluye cuando piensa “qué país se eligió”?
–Que elegí bien, a pesar de todo. Yo estoy muy contento de que aquel Sur o no Sur haya terminado siendo Sur. Me acuerdo perfecto del alivio que sentí de estar acá cuando caían las Torres Gemelas. Esto era una prueba de dos o tres años, y ahí yo ya supe que no iba a volver a Nueva York. Estoy muy contento con mi Sur.