En el año 2008, la Ministra de Defensa Nilda Garré introdujo cambios en los planes de estudio de las tres Fuerzas Armadas, apuntados sobre todo a la enseñanza de los Derechos Humanos, el Derecho Constitucional y las Relaciones Internacionales, dirigidas afomentar la unidad latinoamericana, además de la reformulación de la materia Historia Argentina, a la que se consideraba desactualizada. En Palabras pendientes, la realizadora Andrea Schellemberg ingresa a la Universidad del Colegio Militar para registrar en directo el funcionamiento de ese cambio copernicano, que en los hechos resulta ser, por supuesto, no tan copernicano. El registro es, sin embargo, previo a la asunción como presidente de Mauricio Macri, por lo cual le estaría faltando una actualización que dé cuenta de en qué medida esos cambios en los planes de estudio se mantuvieron desde enero de 2016 para acá.
Schellemberg sigue a una profesora de Derechos Humanos, un profesor de Derecho Constitucional y un profesor de Historia Argentina, así como ocasionalmente entrevista a un par de alumnos de la Escuela de Oficiales del Colegio Militar. En las clases se condena taxativamente la obediencia debida, la tortura y la desaparición forzada de personas, algo que difícilmente ocurriera antes del cambio de planes de estudio, y el profesor de Historia, Jorge Vigo, cita a Foucault y a Trotsky, nombres que uno diría insospechables de ingresar a ese sitio. “¿Quién era Foucault, señor?”, pregunta un alumno más o menos veinteañero, que habría que ver cómo habrá escrito el apellido del filósofo francés. “Foucault era un impresentable”, responde, sorpresivamente, el profesor Vigo, uno de esos docentes dados a la espectacularidad. “Era comunista y homosexual, así que imagínense”, cierra el profesor irónicamente, mientras vaya a saber qué estarán imaginando los alumnos.
Con una gruesa y larga colita trenzada, camisa rosa pálida y corbata rosa intenso, se diría que el profesor Vigo es el héroe de la película. Sin embargo, en sus clases no hace mención a los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura, como tampoco a los juicios posteriores. “Hay que cerrar el tema”, dice, por un lado. “Hay que explicar desde atrás, porque si no no se entiende”. Pero también: “El tema no está suficientemente elaborado por la sociedad, sigue suscitando pasiones. Hasta que no se lo pueda tratar desapasionadamente no me parece conveniente tratarlo en clase.” En otras palabras: hasta hace un par de años, en la Universidad del Colegio Militar se podía hablar de Derechos Humanos, obediencia debida, desapariciones forzadas y tortura. Siempre y cuando fuera en abstracto. De todo eso durante la última dictadura, no se hablaba. Es de suponer que esto no habrá cambiado mucho (no para bien, de seguro) en el último año y nueve meses de vida argentina.