Las pioneras del grabado

Un primer vistazo a las obras en tela impresa del Folly Cove Collective puede evocar a William Morris. Pero estas imágenes, gestadas a fines de los años '30 del siglo pasado, son mucho más modernas. Costumbres cotidianas, bailes populares, arquitectura local e incluso diseños de una abstracción exquisita aparecen en estos patrones creados por un grupo de mujeres del barrio Folly Cove en Gloucester, Massachusetts. Estas artistas, muchas de ellas sin formación previa, comenzaron a trabajar bajo la coordinación de Virginia Lee Burton Demetrios que había asistido a la Escuela de Bellas Artes de California y que además era una reconocida ilustradora de libros para chicos. Durante trece años, la investigadora Elena Sarni se encargó de documentar por primera vez esta historia, que se acaba de publicar en forma de libro. Su título es Trailblazing Women Printmakers, algo así como “mujeres pioneras del grabado”. “Virginia dejó claro desde el principio que no era necesario ser artista para unirse al grupo”, explica la autora. “Sólo había que estar dispuesta a hacer el trabajo. Alguien la describió como una mujer que tenía la rara habilidad de sacar a relucir algo que había estado latente en sus compañeras, como una especie de diamante en bruto”. Todo empezó porque Virginia necesitaba pagar las clases de violín de su hijo. Entonces se propuso crear un grupo que brindara a las mujeres formación artística y creativa pero también, independencia y sentido de comunidad. “Abogaron por el crédito de los diseñadores y registraron su logotipo a finales de la década del '40 así que sí, fueron unas adelantadas”, agrega. Los diseños de las mujeres procedían de su entorno y así fueron construyendo una narrativa personal: “El resultado es poético y desprejuiciado. También por eso quise rescatar esta historia, para que el grabado y su historia permanezcan vigentes”.

El reparador de techos

Según la leyenda, Robert Plant compró una postal en una tienda de antigüedades cerca de la casa de Jimmy Page en Berkshire, en el sur de Inglaterra, que devino en la portada del álbum Led Zeppelin IV (1971). Después de más de medio siglo, ahora se reveló la identidad del anciano con bastón que aparece allí. Así lo anunció Brian Edwards, investigador del Centro de Historia Regional de la Universidad del Oeste de Inglaterra, responsable del hallazgo de la foto original, en blanco y negro, que permitió desentrañar el enigma. La imagen tenía escrito a mano “A Wiltshire Thatcher” en alusión a que este señor probablemente se haya dedicado a reparar techos de paja, típicos en las casas rurales de la época. Se cree que se trata de Lot Long, a veces conocido como Longyear, que nació en la ciudad de Mere, Wiltshire, en 1823 y murió en 1893, según el centro de documentación. La imagen se encontró en un álbum victoriano titulado Reminiscencias de una visita a Shaftesbury, Whitsuntide 1892: Un regalo de Ernest para la tía, que contenía más de cien fotos entre paisajes, escenas callejeras y retratos de trabajadores rurales. La caligrafía es similar a la del fotógrafo Ernest Howard Farmer quien, según Edwards, sería autor de la foto que cautivó a Plant y las otras. “Led Zeppelin creó la banda sonora que me acompaña desde mi adolescencia, así que espero que este descubrimiento de la foto victoriana sea del agrado de Robert, Jimmy y John Paul", dijo Edwards en el comunicado.

Miguel Ángel, clandestino

La sala estrecha debajo del Museo de las Capillas de los Medici en Florencia tiene algunos dibujos antiguos y virtuosos en las paredes. “La mano es muy rápida, muestra mucha confianza”, dijo Francesca De Luca, directora del museo, quien asegura que su autor es Miguel Ángel. Ahora, la llamada stanza segreta del museo, o habitación secreta, donde Miguel Ángel quizás se haya se escondido y dibujado en las paredes hace casi 500 años, se abrirá al público por primera vez. Los bocetos fueron descubiertos en 1975 por Paolo Dal Poggetto, entonces director de las Capillas de los Medici, cerca de las tumbas que Miguel Ángel creó para los miembros de la poderosa familia Medici. Dal Poggetto descubrió una puerta y unos escalones de piedra que conducían a una habitación pequeña. Ahí, después de quitar el yeso de las paredes, emergieron una serie de dibujos en carboncillo. Así creyó haber encontrado el escondite clandestino de Miguel Ángel. Es que en 1527, los florentinos, incluido el artista, apoyaron el derrocamiento de los Médicis, que volvieron al poder en 1530. Por eso él tuvo que desaparecer un tiempo. Hasta ahora, sólo algunas personalidades pudieron entrar en la habitación como el rey Carlos III o Leonardo DiCaprio, que fue metido de contrabando. Para proteger los dibujos, dijo De Luca, las visitas se realizarán en grupos de cuatro y se limitarán a quince minutos, con períodos de 45 minutos sin luces ni gente, para proteger los dibujos, frágiles aunque extrañamente perdurables.

El ritmo de tus ojos

Están el kohl, el kajal, el ithmid (“la forma más pura de kohl”), el delineador de ojos “occidental” (en polvo, lápiz, líquido, crema y gel) y el llamado guyliner (“delineador de ojos usado por los hombres”). Al delineador de ojos lo usan bailarinas rusas, flappers de los años 20, Keith Richards, modelos de la Semana de la Moda de París y miembros de los talibanes por igual. Este recorrido heteróclito es trazado por la periodista de origen libanés Zahra Hankir en un libro lleno de curiosidades y anécdotas: Eyeliner, que Penguin lanza en Estados Unidos por estas semanas. La autora hace un recorrido vertiginoso que incluye un amplio abanico de referencias cosméticas. El Neues Museum de Berlín, donde el busto de la reina egipcia Nefertiti, que data de entre 1351 y 1334 a.C., se encuentra detrás de un cristal a prueba de balas; la región de Chari-Baguirmi en Chad, donde los hombres wodaabe, parte de una tribu nómade de origen islámico, llevan espejos “para mantener bajo control su apariencia, especialmente su kohl”; Irán, donde el delineado, según una mujer, es “una herramienta para el empoderamiento femenino y la desobediencia civil”. “El delineador de ojos se originó en el antiguo Egipto. Sostengo que la propia Nefertiti es la influencer original de la belleza porque cuando su busto fue revelado a Occidente hace cien años, muchas mujeres clamaron por emular su apariencia”, asegura Hankir. “Son varias las comunidades en todo el mundo que utilizan el delineador de ojos como una forma de rebelión y un medio de autoexpresión. En la comunidad drag, por ejemplo, es crucial para la transformación del artista. Y la cultura pop también hace del delineado su sello como muestran Lana del Rey o el característico cat eye de Taylor Swift. También vimos eso con Amy Winehouse, en la forma en que delinearse le dio una confianza adicional”, agrega. Hankir dedica un capítulo completo a Amy quien, según la autora, toma prestado su look de grupos de chicas negras como las Ronettes y su estilo característico –“delineador de ojos intenso, lápiz labial rojo brillante y grandes aros”–, de mujeres latinas que conoció en Miami. Además, relata que antes de una actuación en Belgrado en 2011, Amy “carecía de la coordinación necesaria para dominar su maquillaje”. Frustrada, subió al escenario con la cara descubierta. “Fue entonces cuando supe que no se encontraba bien”, le confiesa a Hankir el ex peluquero de Winehouse. Ella moriría por intoxicación alcohólica poco después.