A tres días de la elección que definirá el futuro de la Argentina, numerosas personas se concentran en la esquina porteña de Rivadavia y Pueyrredón, la histórica Plaza Miserere. El motivo: escuchar a sobrevivientes del terrorismo de Estado, hijos de desaparecidos y nietos recuperados por Abuelas de Plaza de Mayo, que micrófono en mano cuentan sus historias y explican los enormes riesgos que se derivan de los discursos negacionistas que el domingo aspiran a legitimarse en las urnas. “Javier Milei y Victoria Villarruel están en contra de la Memoria, la Verdad y la Justicia”, dirá Andrés La Blunda, que vivió 20 años sin conocer su identidad. “Cuidado argentinos y argentinas. Se está instalando el fascismo y no lo podemos permitir. No a Milei, sí a Massa”, cerrará su exposición y se ganará un largo aplauso. La misma escena se repitió, ayer a la tarde, en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires.
A la hora indicada, en una esquina bajo el sol, la actividad comienza con la entrega de pañuelos blancos con la leyenda “Son 30 mil”. Una mujer se acerca con su bicicleta vestida de celeste y blanco, con un gran cartel: “Basta de odio. Votá a Massa”. Cuando un hombre de pelo blanco toma el micrófono, un muchacho le pregunta al cronista: “¿Qué hacen?”. Explicación breve e invitación a escuchar.
“Soy sobreviviente de la ESMA”, arranca el relato del hombre mayor. Estuvo secuestrado “sólo 18 días”, que le alcanzaron para dar fe de “torturas, violaciones, perversión”. Cuando los llamaban en “Capucha”, los altos de la ESMA, no sabían si era para volver a la tortura o para morir en un vuelo, explica. En un momento salta del pasado al presente. “La elección del domingo es súper importante: puede ser trágica o esperanzadora”, advierte. “No queremos más centros clandestinos de detención y tortura”, dice, y confiesa que tiembla de sólo pensar que alguien pase por aquel infierno. “El rescate de la memoria es importante”, explica, y siente que hay una deuda con los más jóvenes, que pasa por “comunicarles más y mejor”. Como honrosa excepción menciona el Museo de la Memoria ex ESMA, por donde pasan cientos de pibes en edad escolar. “Ruego, pido, espero, no volver al 76. Por favor, no a Milei”, concluye.
Liliana Pelegrino se presenta como “sobreviviente y testimoniante”, también de la ESMA. Repasa su secuestro, el cautiverio, el exilio. “Nadie sabe por qué algunos quedamos vivos”, dice. Es parte de la verdad que los genocidas se llevan a la tumba. Enfatiza la palabra “sistemático” para referirse al “plan de persecución a quienes pensábamos diferente” y, sin nombrar a los apologistas de estos días, destaca que “excesos no existieron”, esa palabra es sólo una forma de encubrir el terror planificado y ejecutado. Para explicar lo que siente un sobreviviente cuando alguien dice que su testimonio “es mentira”, les pide a las mujeres que imaginen ver a su violador en TV negando el testimonio de su víctima. “Estoy completamente segura de que esto no tiene que volver”, dice antes de pedir que no voten a Milei, que representa lo peor de la dictadura.
Iván Troitero toma el micrófono y cuenta que es hijo de detenidos-desaparecidos, que sus padres estuvieron en el centro clandestino Olimpo, donde la dictadura los obligó a olvidarse de sus nombres y pasaron a ser una letra y un número. Se detiene en el relato de la escena previa a los secuestros, intacta en su mente: ruido de tiros, asomarse y ver una patota de 40 hombres armados. En la casa, él y sus hermanos, tres niños. Los separan, los someten a torturas y vejaciones para que digan dónde están sus padres. Un hermano logra correr y escapa. “A tu hermano lo reventamos, así que contá”, le exigen. “Del ataque de nervios me reía”, recuerda. Más tarde, los padres que llegan del cine, los secuestros. Recién con la CONADEP tendría alguna información sobre sus finales. Iván se detiene en una de las torturas menos conocidas: niños en centros clandestinos usados para arrancar información a los padres. “Más de 300 hermanos siguen en cautiverio”, dice sobre los nietos que buscan las Abuelas, y denuncia “un 2x1 por goteo” por las salidas transitorias y otros beneficios que les permiten a los condenados caminar por las calles. Concluye calificando de aberrante que se hable de “guerra” para referirse a “crímenes de lesa humanidad” y cierra con un “Nunca más”.
Para el cierre, dos nietos recuperados. Juan Pablo Moyano nombra a sus padres desaparecidos, cuenta que primero se llevaron al padre a la ESMA, donde lo asesinaron, y tiempo después, a sus 18 meses, cuatro hombres lo arrancaron de los brazos de su madre. Quedó con una vecina y gracias a una foto fue "localizado temprano” por su familia. Hoy integra la comisión directiva de Abuelas, donde “trabajamos en la búsqueda de 300 hermanos”. Juan Pablo despierta los primeros aplausos cuando dice que “aprendí un montón de Madres y Abuelas” y que “no voy permitir que un grupo por ambiciones de poder venga a ensuciar la memoria de mis padres”. El aplauso se intensifica cuando elogia a Estela de Carlotto. “No debemos permitir que nieguen el terrorismo de Estado. Nunca más es nunca más”, concluye.
Andrés La Blunda se presenta como el 18º nieto restituido, menciona el secuestro de sus padres en San Fernando. “Viví 20 años con una identidad sustituida”, pensando que tenía padres, abuelos y primos que en realidad no lo eran. “La identidad es lo más importante para una persona”, destaca, y entre los saldos del terrorismo de Estado enumera los 30 mil desaparecidos pero también los 300 hijos e hijas que aún no saben quiénes son, mentira que a su vez arrastra la generación de niños del presente. “Milei y Villarruel reivindican el accionar represivo”, alerta, antes de cerrar entre aplausos.
Nadie se mueve durante los testimonios y mucha gente de a pie detiene su marcha para escuchar. Sólo una mujer a lo lejos y un pibe que pasó a metros de la concentración gritaron, en distintos momentos, algo en favor del libertario. El acto concluye con un canto tradicional al que sólo se le cambia el apellido inicial: “Milei, basura, vos sos la dictadura”. Luego una foto con todos los pañuelos, la arenga por los “30 mil detenidos-desaparecidos/presentes/ahora y siempre”, y un homenaje a las mujeres que ya no necesitan estar de cuerpo presente para ser homenajeadas: “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”.