El 15 de noviembre Ricardo hubiera cumplido 69 años. Pero no los cumple. Posiblemente no llegó a cumplir 22, ni siquiera eso sabemos. Fue secuestrado, torturado y asesinado, aunque no sabemos cómo, cuándo ni dónde. Quizás fue arrojado al mar -aún con vida- desde un avión. O quizás fue ejecutado de un tiro en la cabeza y su cuerpo puesto en una escena fraguada de un enfrentamiento y luego enterrado como NN. O por ahí se les quedó en la tortura y fue quemado en una pila junto a otras docenas de cadáveres. Sé que todas estas hipótesis son muy morbosas, pero son posibilidades concretas porque fue lo que pasó con miles de compatriotas.
Entre las innumerables gestiones que hizo mi Vieja cuando desapareció Ricardo, una fue ir a ver a Monseñor Emilio Graselli, quien tenía fluidos contactos en los ámbitos castrenses. Después de hacer algunas averiguaciones, el cura miró una lista y le dijo que al lado del nombre de Ricardo estaba el añadido “No lo busque más”. Ella se puso muy mal y le preguntó: “¿Eso que significa? ¿Que lo mataron?”. Grasselli contestó: “En esta Argentina todo puede pasar”. Mi Vieja se largó a llorar y Grasselli la “consoló” diciéndole… “Bueno señora, no es para tanto. Haga de cuenta que cruzó la calle y lo pisó un auto”.
Pero Ricardo no murió en un accidente de tránsito. Fue secuestrado, torturado, asesinado y desaparecido por sus ideas y por sus acciones políticas, por enfrentarse a la dictadura sangrienta de Videla, la dictadura que hoy es minimizada y banalizada por Macri, y reivindicada por Javier Milei y Victoria Villarruel.
Seguramente a algunos de mis familiares y amigos les parecerá mal que politice la fecha de cumpleaños de Ricardo. Les pido disculpas, pero no puedo recordarlo de otra manera, porque su desaparición fue un crimen político, un crimen de lesa humanidad. No puedo simplemente recordar a Ricardo como a un hermano más, despolitizado, porque eso sería darle la razón a Graselli, hacer de cuenta que su desaparición fue una casualidad, que le podría haber pasado a cualquiera, que lo pisó un auto. ¡No! Le pasó a él porque se comprometió, porque no corrió el cuerpo incluso conociendo el altísimo riesgo que corría. Por eso, al menos para quienes quisimos y queremos a Ricardo, la elección del domingo no puede estar separada de su historia, de nuestra historia familiar.
Hace meses que vengo leyendo las propuestas y escuchando entrevistas de Milei y Villarruel y he acumulado una larga lista de fundamentos para votar en contra de ellos. Pero la explícita reivindicación de la dictadura que han hecho, para mí ya es motivo más que suficiente para votar convencido.
Monseñor Graselli aún vive, sigue totalmente impune disfrutando de su vejez y de su pensión. Si el domingo gana Milei, seguramente Grasselli estará contento. Habrá ganado una batalla la impunidad, el odio y la muerte. Ricardo habrá desaparecido un poco más.
* Eduardo Cittadini tenía 5 años cuando desaparecieron a su hermano Ricardo. La reconstrucción de esa historia y la búsqueda de justicia de la familia se narran en el documental Una por una (tratando que no se borre), de Cristian Serio y Guillermo Colombo, que puede verse aquí.
Sobre la condena a 9 años de prisión al ex sargento primero de la Policía Federal Argentina Nicómedes Mercado, por el secuestro y tortura de Ricardo Alberto Cittadini, que llegó en 2021, puede verse aquí. Previamente había sido condenado, al igual que el ex comisario Miguel Alcides Viollaz, a 5 años de prisión.