El domingo se decidirá el destino de la Argentina para los próximos cuatro años, el de nuestras familias, nuestro destino. La elección es crucial. Hay dos modelos antagónicos de país en disputa. De un lado, el que propone un ultraderechista, desequilibrado, que llegó al balotaje con una carrera presidencial meteórica fogoneado por espacios televisivos que lo tomaron como payaso mediático porque les subía el rating, pero que evidentemente no está preparado para ser presidente.

Sus propuestas van desde delirios impracticables hasta medidas que tendrán consecuencias irreparables para amplios sectores de la población, especialmente los más vulnerables, además de enarbolar posturas irreconciliables con un Estado democrático y expresarse de manera agresiva sobre todo frente a quienes le discuten y más, si son mujeres. No voy a enumerar acá cada uno de sus posicionamientos. Todxs ya los conocemos. Solo recordaré que quiere reabrir la discusión por el derecho al aborto --el lunes en TN lo volvió a decir su compañera de fórmula Victoria Villarruel--, niega la violencia por razones de género así como la brecha salarial entre varones y mujeres, quiere eliminar la ESI, arancelar la salud y la universidad públicas y achicar las jubilaciones, como repitió en el último debate presidencial y también niega el terrorismo de Estado --habla de excesos-- que causó los 30 mil desaparecidxs durante la última dictadura militar. 

Las opciones electorales son bien claras: un proyecto que incluye como respuestas a los problemas de la gente al Estado y otro que retrae, bajo el discurso de las libertades, las respuestas estatales. Como feminista, frente a este panorama, hay un solo voto posible el 19 y es la fórmula que encabeza Sergio Massa. En los últimos días, voces de los espacios más diversos --hasta “Las nenas de Sandro”-- se pronunciaron por el voto a Massa: “Sandro hoy estaría levantando las banderas de la Unidad Nacional", enfatizaron “las nenas” en un comunicado a través de redes sociales. No alcanza con decir No a Milei. El voto en blanco no debería ser una alternativa. Massa te puede gustar más o menos, o nada. Pero lo que está enfrente, no tengo dudas, es peor. Después será tiempo de analizar cómo se llegó a que un candidato como el líder libertario enamore a tantos pibes y la bronca contra malos gobiernos --yo también la tengo--, o el antiperonismo, lo pongan al borde de convertirse en presidente de la mano de “la casta” --que hasta hace unos días él mismo repudiaba-- de Macri y Cía. 

A partir del 10 de diciembre, si el candidato de UxP gana, como ciudadana, como feminista, como periodista, le exigiré que nos mejore la vida, que se ocupe de sacar a millones de la pobreza, que le ponga freno a la inflación --y no desconozco, obviamente, que hoy es el Ministro de Economía de esta inflación galopante--, que priorice la educación, la agenda de los cuidados, la seguridad, la situación de las mujeres y diversidades más desprotegidas, en fin, que no se olvide de de sus promesas de campaña. Hagamos el último esfuerzo para convencer a quienes estén dudando, a quienes hayan dicho que el blanco es el voto que expresa su ánimo electoral. Este domingo no se puede ser neutral.