Los represores están entusiasmados con un eventual triunfo de la fórmula que encabezan Javier Milei y Victoria Villarruel en el balotaje. Jorge Eduardo Acosta, el exjefe de inteligencia del grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), picó en punta después de que La Libertad Avanza (LLA) se metiera en la segunda vuelta. Alrededor de 50 condenados o procesados por delitos de lesa humanidad, que están en prisión domiciliaria, hicieron pedidos ante los tribunales para salir a votar. René Langlois, un espía de la Policía Federal Argentina (PFA) sentenciado a prisión perpetua, hizo públicas sus expectativas de que el domingo se firme el “certificado de defunción” de lo que él llama el “peronchismo kirchnerista”.
Langlois es un “pluma” de la PFA. Tiene 77 años y cumple su pena en su casa en la zona oeste del conurbano bonaerense. Desde allí hizo circular un texto que se publicó en la web Prisionero en Argentina, el mismo portal que había difundido la carta esperanzada del “Tigre” Acosta.
“Dentro de pocas horas, cuando llegue el domingo 19 de noviembre de 2023, quedará escrito con letras de oro, regadas con sangre, sudor y lágrimas de un pueblo sufrido, como el fin de un trágico ciclo de más de 20 años. Será cuando mediante el voto firmemos el certificado de defunción del peronchismo kirchnerista y su populismo marxista que empobreció a la Argentina económica, política, cultural y socialmente. Nuevamente saldrá el sol y se retirarán las sombras, para que volvamos a ser lo que alguna vez fuimos”, se emocionó.
Para que no quedaran dudas de su afinidad con la dupla Milei-Villarruel, Langlois terminó su mensaje con un “¡Viva la libertad carajo!”. En su nota, Langlois no escondió su encono hacia Sergio Massa e incluso arremetió contra Luiz Inácio Lula da Silva. Elogió, eso sí, a Mauricio Macri y a Patricia Bullrich.
En 2021, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOCF) 2 de Rosario condenó a Langlois y a otros tres represores a prisión a perpetua. En su caso, no había muchas dudas. En su legajo aparecía una clara descripción de cómo había provocado una caída de militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)- Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT).
Langlois se incorporó como auxiliar de inteligencia de la PFA en 1974. En enero de 1976, ya había sido destinado a la Delegación Rosario de esa fuerza. Durante los primeros meses del golpe se dedicó a recorrer más de 50 talleres en esa ciudad santafesina hasta que un almacenero le pasó un dato de una tornería. Langlois se presentó. Lo atendió un hombre de edad mediana, pero él montó guardia hasta que pudo ver cómo llegaba un muchacho a bordo de una Renoleta amarilla y cómo ambos bajaban unos fardos. Esperó a que llegara la noche y se metió en el taller. Logró abrir los paquetes y encontró libros de Karl Marx, Friedrich Engels, Lenin y León Trotsky. Había también panfletos del PRT-ERP en los fardos. En el juicio declaró que habían encontrado una bomba vietnamita, lo que le hizo suponer que era una “fábrica de armamentos”.
Después de ese descubrimiento, Langlois dio aviso al Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario para hacer dos operativos. El TOF de Rosario lo condenó por el secuestro, los tormentos y los asesinatos de cuatro personas.
Langlois no es una patrulla perdida dentro del universo de los condenados o procesados por crímenes de lesa humanidad. Según pudo reconstruir Página/12, hay alrededor de 50 de ellos que están autorizados para ir a votar. No pueden hacerlo quienes como el “Tigre” Acosta tienen sentencias firmes, pero sí quienes tienen recursos ante la Cámara Federal de Casación Penal o la Corte Suprema.
Entre los que pidieron salir a sufragar está el exagente del Batallón de Inteligencia 601 Alberto Crinigan –que firmó un libro con Villarruel– y Alejandro D’Agostino, el piloto de la Prefectura condenado por haber sido parte de la tripulación del vuelo en el que se arrojó al Mar Argentino a tres Madres de Plaza de Mayo –Azucena Villaflor, Esther Careaga y Mary Ponce de Bianco–, a las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet y a otros siete militantes que se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz.