Existe un viejo apotegma que a muchos músicos les gusta repetir: si tu banda hace rock o música afín, es fundamental tener un buen baterista para poder sonar bien casi en cualquier lado. No tiene que ver sólo con la calidad, sino también con el estilo.
El viernes por la noche, el llamado Mega-Monsters Tour 2023 trajo a Buenos Aires la posibilidad de ver en acción y en continuado a dos de los grupos que marcaron el pulso del ya no tan nuevo heavy metal del siglo XXI. Mastodon y Gojira ofrecieron en el Movistar Arena un combo muy atractivo para quienes se sienten interpelados por el heavy más técnico y progresivo, sucio pero elaborado, agresivo pero pensante, disruptivo pero tributario de un legado. Aún cuando los dos grupos no abrevan en el mismo subgénero.
Esta dupla ya había actuado así en 2015 en El Teatro de Flores, cuando los norteamericanos de Mastodon llegaban en la cresta de su ola -habiendo tocado un nuevo pico con Once More ´Round The Sun-, y los franceses como un potente plato de apertura, justo después de editar L'Enfant Sauvage, uno de sus mejores discos. En aquel entonces, Gojira había logrado partir algunas peras de los que no los tenían tan en cuenta.
A este noviembre, los franceses llegaron hoy con un poco más de envión, mientras que los estadounidenses cosechan el perfil de leyenda, habiendo concretado un par de revoluciones dentro de su propio sonido. Aún así, las expectativas estaban empatadas. Y algo parecido a aquel 2015 pasó la noche del viernes ante un recinto que, si bien no estaba colmado, mostraba muchos sectores completos.
“El mejor baterista y cantante que hay”, decretó uno en la platea al ver en acción a Brann Dailor, que entonaba las estrofas de “Sultan’s Curse”, quinta de las trece canciones que volcó Mastodon sobre el escenario, y la primera en la que le tocaba aportar esa línea límpida y melódica que contrasta con la virulencia de sus compañeros. El trabajo de Dailor detrás de los tachos es incesante, a la vez que su estilo prog jazzístico le imprime a la banda una sonoridad particular. Pero esa locomotora percutiva puede, en actos en vivo, cargarse la distinción de las guitarras, que en Mastodon tienen un rol tan sensorial como narrativo. Sonaba potente y compacto, pero no tan nítido como la música del cuarteto -que suma en teclas a João Nogueira- necesita para sobresalir.
La marca de la gira que llevó a las dos bandas desde el norte hasta el sur de América se paró sobre la remisión a dos criaturas de dimensiones inabarcables para el humano: el mastodonte extinto y el monstruo japonés. Pero además, a lo largo de sus carreras, ambos grupos habían echado mano del mamífero más grande del planeta para contar historias. Después de abrir el set con “Gobblers of Dregs”, de su disco Hushed and Grim (el último hasta ahora) y de seguir con “Crystal Skull”, Mastodon recaló en “Megalodon”, un extracto del disco conceptual Leviathan, que basa su recorrido en el relato de Moby Dick.
Aproximadamente una hora después, Gojira iba a tocar una de las canciones clásicas de su vivo: “Flying Whales” -o “ballenas voladoras”-, parte de su también disco conceptual fantástico From Mars to Sirius. El apego por el legado progresivo de lo conceptual es, sin dudas, otro gran punto de contacto entre los norteamericanos y los franceses.
Como lo venía haciendo en el tramo anterior de la gira, Mastodon eligió distribuir el repertorio de manera pareja en cuanto a su discografía, sin privilegiar sus discos más aclamados -como Crack the Skye y el propio Leviathan- por sobre los más accesibles, como Emperor of Sand. Así logró mostrar algo de su versatilidad y evolución compositiva en la órbita de un sludge progresivo, desde las voces guturales de “Mother Puncher” y “Blood and Thunder” -que cerró el set-, hasta los rebajes bluseros de “The Czar”.
En cuestiones baterísticas, el trabajo de Mario Duplantier en la banqueta de Gojira volvió a ser excepcional. Y eso lo convierte en la estrella de la banda sobre el escenario. Sus golpes ágiles y contundentes llevan al cuarteto francés al máximo nivel. Una vez pasada la inicial “Ocean planet” -otra referencia oceánica-, el blast beat de “Backbone” conectó con la sonoridad del death metal, una de las principales influencias del grupo.
Sostenidos por esa fuerza, los de Bayona despacharon un espectáculo intenso, nutrido de viejos y nuevos clásicos recolectados a lo largo de sus 22 años de camino discográfico. Sonaron así temas como “The Heaviest Matter of the Universe”, “L'enfant sauvage” y “The Gift of Guilt”, otros ahora infaltables del vivo como “Silvera” y “Stranded”, y mucho de Fortitude, su último disco a la fecha. “Amazonia”, por ejemplo, ya se ganó un lugar cerca del final de la lista.
Tal como había pasado en su última visita a Buenos Aires -apenas en agosto del año pasado en el Luna Park- las visuales de “Another world” reforzaron el mensaje de preocupación por la crisis ecológica del planeta que el grupo lleva como bandera desde hace mucho tiempo. En “The chant”, el cantante y guitarrista Joe Duplantier (hermano de Mario) se asoció al público para generar un coro que pareció emular la fuerza de la naturaleza.
La despedida de Gojira, al cabo de 15 canciones y un solo de batería, dejó una sensación de lleno total en la noche húmeda de Villa Crespo. La historia y el presente del heavy metal más técnico, contundente y ambicioso habían tronado, una vez más y como en aquel 2015, en la ciudad de Buenos Aires. Y todavía hay para más.