Muy lejos de esta tierra, más precisamente en Cataluña, el 14 de septiembre de 1837 nacía Antonio Joseph Palau y Queralt, hombre que con el correr de los años, las vicisitudes de la vida, y el ímpetu de un espíritu andariego, se convertiría en un referente mundial que eligió la localidad de Rosario de la Frontera para afincarse.
Palau ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona en 1861, ganando una plaza como becado por el Ministerio de Marina español. Es por ello que cursó el último año de Medicina en la Universidad de Valencia obteniendo el título de médico y cirujano en 1868.
Su férreo sentir catalán hace que poco después se niege a jurar la bandera española, siendo desterrado un tiempo y para 1875, designado para abordar una corbeta con diferentes destinos, llegando a las costas del Plata y radicándose en la República Oriental del Uruguay, pasando de allí, al poco tiempo, a la Argentina.
Una vez que cruza el Río de la Plata se radica en la Argentina, estableciéndose en un primer momento en la ciudad de Buenos Aires; más tarde arribará a Córdoba y luego, a Tucumán tentado por el presidente Nicolás Avellaneda ante la falta de médicos en la zona.
Palau conoce las aguas termales
Uno de los grandes conocedores y admiradores de la obra de Palau es el historiador rosarino Carlos Maita, estudioso de su obra y orgulloso de que el emprendedor médico catalán se haya afincado en su ciudad natal: “Palau estaba cerca, en Tucumán, y ya como médico se anoticia de la existencia de las aguas termales en Rosario de la Frontera. En aquel momento estaban instaladas unas casillas muy precarias para baños hechas por un español que se llamaba Fernando López Benedicto. Cuando Palau viene por las aguas termales para tratarse de un problema de salud, se encuentra con este español y toma conocimiento de que se estaba por volver a Buenos Aires. En ese momento lo tienta la idea de hacerse cargo él de las casillas. Es ahí cuando comienza el proyecto de la construcción de un balneario termal”.
Palau observa rápidamente el potencial de las aguas termales e intenta comprar esas tierras, “habla con la propietaria de todo Rosario de la Frontera que era Melchora Figueroa de Cornejo, quien no quiere vender los predios, pero igual los termina arrendando. Es entonces el 1° de abril 1880 la fecha que se toma como inicio de esta aventura ya que se empiezan a brindar servicios de baños en las casillas que poco a poco van mejorando”.
Desplegando sus dotes en cuanto a la exploración de las aguas, ya que en su zona de nacimiento había fluyentes termales, también es ayudado para completar esta tarea por “su calidad de médico, ya que potencia la posibilidad de poder llevar adelante una obra enteramente dedicada a la terapia de salud”, agrega Maita.
Para 1886 llega Domingo Faustino Sarmiento a la zona y “Palau ya está construyendo lo que va a ser el primer edificio de material del Hotel que se llamó Martín García. Fue la previa del Hotel Termas que nosotros conocemos hoy”, comenta el historiador.
El turismo de la mano de Palau
“Con él nace la idea del turismo en Argentina”, afirma el historiador rosarino, “porque hasta ese momento nadie había puesto en ningún lado un centro que congregue tanta gente, en este caso de salud, pero encima, a eso le va a anexar el entretenimiento fundando el primer casino de Sudamérica en (el hotel) Termas. Entonces además de crear el primer balneario termal de Sudamérica, va a crear también el primer casino agregándole esparcimiento a la oferta”.
“Coincidimos con muchos colegas”, resalta Maita, “que el origen del turismo argentino es Termas. Los libros de estudio ignoran a Rosario de la Frontera desconociéndolo totalmente. Se hace nacer al turismo en La Falda, Córdoba, algunos citan Bariloche o Mar Del Plata, cuando Termas de Rosario de la Frontera hecha a andar esta industria muchos años antes”.
Maita comenta reforzando esta idea que, tiempo después, se forma un encadenado turístico mediante hoteles donde los visitantes, siempre en una exclusiva elite, rotaban entre el Hotel Hermitage en Mar del Plata; Llao Llao en Bariloche; el Hotel Salta en la capital salteña y, obviamente, el pionero, Termas en Rosario de la Frontera. Con ese mapa el turismo tenía plazas aseguradas para cada una de las estaciones del año.
El agua Palau
El catalán Antonio Palau no solo se ocupará de las propiedades del agua termal para la curación de afecciones, y del desarrollo de su emprendimiento turístico, sino que luego comenzará a incursionar en el agua para beber. Maita en este sentido relata: “Él observa que no había una sola clase de agua termal, entonces va a llevar a cabo uno de los primeros análisis serios de las aguas minerales. Allí descubre que entre esas aguas había una muy distinta para beber y que los lugareños la utilizaban y decían que era benéfica para el estómago. Palau cuando da origen a las primeras casillas termales ya recibía a los viajantes con una copita de ese agua, a la cual después le va a poner su propio apellido como marca. Así nace el agua Palau, casi como una ofrenda de bienvenida”.
A partir del éxito que comienza a tener entre los ilustres visitantes “Palau observa la posibilidad de iniciar el comercio a través del embotellado del agua para la venta. Al día de hoy, junto al agua Vichy Catalán, que es algunos años anterior, son las dos aguas envasadas más antiguas que quedan en el mundo”.
Con la llegada del tren a Rosario de la Frontera el incipiente negocio de Palau cobra nuevas dimensiones, ya que comienza a comerciar el preciado líquido hacia Tucumán, Córdoba y Buenos Aires, “El agua Palau se convierte en el agua de la elite y se la ve muy relacionada con hoteles caros y grandes confiterías que eran las que servían este agua, consolidándose como la mejor agua en ese tiempo. Inclusive Palau la lleva a concursos internacionales en Francia y Estados Unidos donde va a ganar el primer premio como la mejor agua mineral del mundo”, resalta Maita.
En pocos años, sin redes sociales y sin grandes medios de comunicación, Palau crea un emporio en el norte del país, donde suma el primer balneario de aguas termales; el agua embotellada que le sirve a las y los visitantes; crea el primer casino, y también va a trazar una de las primeras canchas de golf en Argentina, agregándole una cancha de bochas, donde serán de la partida grandes personalidades. Años más tarde, Atahualpa Yupanqui jugará varias partidas en aquel campo.
“El legado de Palau fue iniciar un camino, mostrar una posibilidad y llevarla adelante”, reflexiona Carlos Maita. Y justamente todo esto sucedió en Salta, una provincia que hoy funciona en gran medida gracias al motor del turismo. En ese sentido, la presencia y el empuje inciático de Palau pareciera ser más que premonitorio.
Hacia 1906 el corazón de Antonio Palau dejará de latir mientras se encontraba en la cordobesa ciudad de Cosquín trabando relaciones para comenzar un nuevo emprendimiento turístico, una ciudad a la que llegó augurando un conveniente destino nuevo a explorar, algo que visto desde el presente pareciera otro gran acierto que en este caso no llegó a vivenciar.
“Era realmente un visionario, podía entender lo que iba a suceder en el futuro y generaba las condiciones para que ello ocurra”, comenta Maita con el gran orgullo de que la figura de Palau haya elegido su pueblo natal, Rosario de la Frontera, para hacer base y desde allí dejar una marca que ya resulta indeleble y trasciende fronteras.