El psicoanálisis es una práctica que atiende al modo de hablar. He aquí una distinción ya hecha por Freud desde temprano cuando enfatizaba que en el análisis se esperaba que alguien hablara de una manera diferente a como lo hace en la vida cotidiana. Un modo de hablar distinto al de cada día, en el que por lo general usamos el lenguaje para intercambiar información, en el que el decir queda reducido a lo dicho, y en el que los malentendidos se resuelven por la vía de las explicaciones, aclaraciones y justificaciones. "Cuando vos me dijiste X, yo entendí Y, y lo que yo te quería decir era Z", es la fórmula del modo de hablar ordinario.

El análisis se caracteriza por un modo diferente de hablar. En principio, lo más notable, y a lo que un analista nunca tiene que dejar de prestar atención, es que la invitación del análisis a hablar de eso que de algún modo concierne de manera íntima, encuentra cierto tipo de resistencia. Al hablar con un analista, quien toma la palabra se encuentra con un fenómeno paradójico: comprueba la resistencia del decir respecto de lo dicho; esto es, recae en ciertos rodeos que imponen que su decir deje un matiz sobre lo dicho. Este es un fenómeno de las neurosis, cuyo decir está afectado por las dificultades para decir lo dicho, por lo general a través de dos estrategias: ya sea el modo obsesivo que degradada lo que se dice ("Esto que voy a decir es una estupidez", "No viene al caso") o bien a la manera de la histeria (mediante variantes de la amnesia que van desde el "No me acuerdo, pero..." hasta el "No sé por qué se me ocurre esto"). El neurótico no puede hablar sin tomar una posición respecto de lo dicho. Esta distancia entre el decir y lo dicho es lo que llamamos "división subjetiva".

En los inicios del tratamiento es común que los practicantes busquen orientarse a partir de lo que una persona cuenta. Sin embargo, lo dicho en el relato no es un indicador de la posición del sujeto. Además, podría llevar a un extravío complejo: el de buscar adecuar las anécdotas de una vida a los fragmentos de teoría que fueron estudiados. Lo que alguien dice que le ocurrió nunca es tan importante como el modo en que dice lo que ocurrió. Podría parecer una afirmación polémica, pero de un efecto incontestable, la que sostiene que a los psicoanalistas no nos importa tanto lo que a alguien le pasó, sino la posición que toma en su decir para hablar de eso (si lo divide como sujeto, o no), y esta posición no se reconstruye en un momento de la historia del paciente (que el analista debería adivinar) sino en el modo de hablar con el analista.

Este es el corazón de la llamada "asociación libre". La regla fundamental no consiste en decir cualquier cosa, lo primero que a alguien se le ocurra, sino en verificar esa forma de hablar que pone en acto la división del sujeto.

Cabe agregar entonces que la posición del psicótico es muy diferente, en la medida en que también registra dos modos fundamentales de hablar: la paranoia y la esquizofrenia. En la paranoia el decir no se discierne de lo dicho, y esto es lo que motiva que se hable de certeza en el fenómeno elemental. Aquella no es la "seguridad" con que alguien cuenta algo; no es un predicado de la creencia, y para el caso no habría más que pensar en el fenómeno celotíptico, respecto del cual no hay modo de ponerlo en duda. La certeza psicótica no es indubitable, el psicótico no es un cartesiano.

En la esquizofrenia, por el contrario, el decir se disocia de lo dicho. Este es el rasgo que la psiquiatría clásica enfatizó cuando destacó que el síntoma fundamental del esquizo está en el humor, cuando es capaz de contar un relato "tremendo" sin tono afectivo, o bien el menor detalle con un nivel de afectación mayor.

El psicoanálisis es una práctica de los modos de hablar. He aquí otro modo de nombrar eso que Freud llamó "asociación libre", y que ubica al sujeto como efecto del lenguaje.

* Doctor en Filosofía y Doctor en Psicología por la UBA.