Producción: Natalí Risso
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Luces y sombras
Por Martin Burgos (*)
Hacer el inventario de un gobierno es un ejercicio siempre desafiante, ya que lo que algunos consideran activos otros los pueden considerar una deuda, y la interpretación de los procesos no se puede simplificar en algunos indicadores. Pero la ayuda de la historia puede ser útil para poder realizar el balance. Empecemos por algunas definiciones de mediano plazo, en el cual la deuda externa y la fuga de capitales es un factor clave de la economía argentina. Desde los años setenta se puede decir que este es el tercer ciclo de endeudamiento de Argentina, siendo el primero el de la dictadura militar, el segundo la Convertibilidad y el tercero el gobierno de Mauricio Macri. A estos ciclos de endeudamiento le siguen una fase de gestión de esa deuda, que puede ser positiva o negativa en función de factores internos y externos. En el caso del gobierno de Alfonsín, no se pudieron resolver los desafíos heredados por la deuda de la dictadura, tanto por el esquema de endeudamiento (un endeudamiento bancario sin forma de negociar el capital y los intereses en juego) como por los problemas de transferencia interna de las divisas del sector exportador hacia el pago de la deuda. Esto es el principal factor explicativo de la hiperinflación, acelerada por la unificación cambiaria realizada por Juan Carlos Pugliese.
El desendeudamiento realizado por el kirchnerismo fue el más favorable, tanto por la posibilidad de defaultear la deuda con los bonistas como por la negociación realizada. Esta fase fue favorecida por la duplicación de las exportaciones en un corto plazo principalmente debido a los elevados precios internacionales de las mercancías globales. El crecimiento y la reducción de la pobreza fueron dos indicadores ampliamente positivos, aunque la inflación reaparecía como una nube en el horizonte.
A comparación con estos dos ciclos, el gobierno de Alberto Fernández tiene la particularidad de haber alejado el pago de los vencimientos de deuda con el FMI y los bonistas, y haber pagado la deuda del sector privado, por lo que en ese aspecto no tuvo los problemas que tuvo Alfonsín. Pero paradójicamente, tuvo problemas parecidos a aquel gobierno en términos de inflación, que sin dudas desdibujó todo lo bueno que pudo haber hecho en otras áreas. Incluso pudo recuperar el crecimiento económico que sin dudas hubiese tenido 3 años de duración consecutivo si no fuera por la mayor sequía en 100 años que azotó este año. En consecuencia, la herencia que deja este gobierno en términos de endeudamiento externo, si bien no es tan prolijo como el de 2015, no es el caos que dejó Mauricio Macri en 2019.
Si miramos del lado de las reservas internacionales, la situación es muy compleja. Si ponemos las reservas en relación con los vencimientos de corto plazo, la peor situación era la de 2019 debido a los pagos a realizarse con el FMI. La situación del 2015, si bien con escasas reservas, no ofrecía problemas en el corto plazo dado los escasos vencimientos. En la situación actual, los vencimientos de corto plazo son pocos (casi nulos en 2024) pero debería añadirse la deuda comercial generada en este año. Como factor más esperanzador, debe señalarse que la caída de las reservas de este año es debido a una circunstancia excepcional por la cual cayeron las exportaciones 20 por ciento, y se debería registrar un ingreso de divisas genuinas el año que viene para volver a cierto nivel de normalidad. En todo caso, el incremento de las reservas es una de las condiciones para ir saliendo de este mal momento de la economía argentina.
Si nos enfocamos en el crecimiento económico, hay cierto consenso entre los economistas en considerar que los años que vienen puede significar la vuelta del crecimiento económico y de las exportaciones, de no mediar políticas económicas que impacten negativamente en este escenario como una fuerte devaluación.
Sin dudas la inflación y la distribución del ingreso son los principales desafíos del gobierno por venir. Creemos que los objetivos de estabilización y mejora distributiva pueden ser compatibles en el tiempo, pero esto depende tanto de la capacidad para mejorar la situación del sector externo como de la voluntad política que llevará adelante el próximo gobierno.
(*) Coordinador del Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación.
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Caída del poder adquisitivo
Por Rodrigo Ercolani (**)
La nueva etapa económica que se inicia finalizado el proceso electoral, se presenta como un desafío considerable. La economía arrastra desequilibrios cuya resolución requerirá de mucha pericia y una planificación seria.
Para comprender los desafíos fundamentales, es crucial entender el contexto previo. En la historia económica reciente, el punto de quiebre fue el préstamo con el FMI tomado a mediados de 2018. Desde entonces, la economía argentina está supervisada y condicionada por el Fondo y, a su vez, con limitado acceso a nuevos créditos en divisas. La pandemia agravó la situación, golpeando fuertemente la actividad económica y desequilibrando las cuentas estatales. En 2023, la combinación de sequía y el extenso proceso electoral deterioró gravemente el frente externo, generó tensiones en el mercado cambiario y provocó la espiralización del proceso inflacionario. En conjunto, estos sucesos contribuyeron a casi 5 años de caída en el poder adquisitivo y un aumento de la pobreza.
Considerando este sintético diagnóstico, hoy los desafíos económicos más apremiantes son: 1) estabilizar la macroeconomía, reduciendo los niveles de inflación; 2) mejorar los ingresos reales de la población, especialmente en los sectores de menor ingreso; y 3) reestructurar y discutir el perfil de vencimientos de la deuda externa para brindar mayor previsibilidad.
La reducción de la inflación se presenta como la necesidad más imperiosa en los próximos meses, y para ello será necesario implementar un programa de estabilización macroeconómica. Aunque este artículo no aborda en detalle los planes posibles, sí se destacan dos objetivos clave a corto plazo: 1) rediscutir el acuerdo con el FMI; y 2) crear condiciones macroeconómicas para que el BCRA pueda acumular reservas de manera sólida y sostenida.
La gestión entrante hereda un acuerdo con el FMI claramente inflacionario y, además, incumplido en la mayoría de sus puntos. La renegociación de este acuerdo es una discusión tanto política como técnico-económica, donde ambas partes (Argentina y el FMI) tienen la necesidad de llegar a un consenso.
En cuanto a la acumulación de reservas del BCRA, es una condición necesaria e ineludible para lograr una estabilización exitosa, fortaleciendo a la conducción económica y ejerciendo influencia sobre las expectativas. Una tendencia sostenida de aumento de reservas otorga mayor previsibilidad cambiaria y, por ende, la posibilidad de estabilizar precios.
Pero ¿cómo lograría el BCRA acumular reservas? Una respuesta simplificada e intuitiva a esto es la siguiente: se debe aumentar la oferta de dólares en la economía y, en lo posible, reducir su demanda. La oferta de dólares podría aumentarse vía incremento de exportaciones. La reducción de su demanda se puede lograr aumentando su precio, con mayor previsibilidad y/o con una menor cantidad de pesos en la economía. En ese sentido, colaboraría una política que tienda a un mayor equilibrio fiscal y que, en caso de haber déficit, éste sea financiado vía mercado de deuda en pesos.
Ahora bien, para dilucidar si es factible una estabilización de este tipo a corto plazo, es crucial preguntarse sobre cuál el escenario económico que se espera para el año 2024 en Argentina. Existe consenso en que las condiciones económicas para el año próximo serán más favorables que en 2023, principalmente debido a un mayor ingreso de dólares por exportaciones del agro y del sector hidrocarburífero. Superada la sequía, se espera una fuerte recuperación de la producción agrícola, sobre todo del complejo oleaginoso. En el sector hidrocarburífero, por su parte, en el 2024 se verán con claridad los resultados de la puesta en funcionamiento del Gasoducto Néstor Kirchner, permitiendo que la economía argentina deje de ser importadora neta de energía, y pase a ser exportadora neta.
De acuerdo al Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA, al finalizar 2023 el resultado comercial será de un déficit por 6.300 millones de dólares, mientras que para 2024 se espera un superávit de 11.000 millones de dólares, cifra que podría ser aún mayor. A su vez, esta mejora del desempeño exportador tendrá efectos positivos en el resultado fiscal, ya que se registraría un aumento considerable de ingresos fiscales vía Derechos de Exportación principalmente.
Sintetizando, aunque persisten desequilibrios macroeconómicos a resolver y la deuda con el FMI será un condicionante claro, el contexto para 2024 parece más favorable, sin sequía ni incertidumbre electoral, con contribuciones positivas del sector hidrocarburífero y mayor previsibilidad gracias a la legitimación de un nuevo gobierno para los próximos cuatro años. Sin embargo, esto no resta importancia al enorme desafío que enfrenta el nuevo equipo económico, que requerirá evitar improvisaciones y errores no forzados.
(**) Economista UNLaM, miembro del Observatorio de Políticas Públicas de UNDAV.