“Uno podría pensar que son especiales, que con sus superpoderes logran volar de un punto a otro del hogar, pero no es así: son normales, promedio, con las mismas habilidades que cualquier otro. Tan solo están relajados, sueltos; ésa ha sido la clave para retratarlos mientras daban semejantes saltos”, aclara el fotógrafo austríaco Daniel Gebhart de Koekkoek al referirse a las proezas de Ume, Elli, Flitzie, Nevio y Fiffy, sus afamados modelos de ocasión. Léase, atléticos gatos que el artista ha capturado en ágil hacer para su colección Jumping Cats, donde se los ve dando fabulosos brincos que bien ameritarían unas cuantas medallas olímpicas (de oro, sobra decir). Así, a punto de embestir desde el aire contra tigres de peluche, esquivando plantas en altura, lanzándose hacia el infinito (y más allá), los ha eternizado el fotógrafo –con residencia dividida, entre Berlín y Viena–. Tarea que le llevó semanas, meses de preparación: “Necesité muchas sesiones privadas con cada uno de los mininos para establecer una conexión profunda, antes siquiera de pensar en sacar la cámara. Solo después me escondí en ciertos rincones de sus casas, amén de no perturbarlos, y me limité a esperar que ocurriera la magia. Digamos que fue una lección de paciencia”, reconoce el hombre. Y habla de una clara influencia: “Mi serie es una interpretación contemporánea de la legendaria Dalí Atomicus (1948), esa extraordinaria colaboración entre Salvador Dalí y Philippe Halsman”. Halsman, cabe recordar, pionero en la “saltología”, retrató a Marilyn Monroe, Brigitte Bardot, los duques de Windsor, ¡Richard Nixon!, Aldous Huxley, Grace Kelly, pegando sugeridos saltitos; pero la toma con el pintor español –donde vuelan gatos, sillas, lienzos y agua, además del propio artista– se corta sola.
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